Kalinda:

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— ¿Esto es... agua? —sacudo mi mano de inmediato para deshacerme del líquido, evito limpiarme en mi ropa.
—¿Hay alguien ahí? —la persona que pregunta, que definitivamente no es Declan, me alerta y hace que retroceda lo poco que he avanzado, salgo corriendo de nuevo hacia el pasillo... tal vez más allá.

Salto de la cama aún con la imagen en mi mente y me coloco un buzo por arriba de la remera. Muerdo mi labio inferior nerviosa pero salgo sin preámbulos de la habitación. Precavida examino a mi alrededor y me apresuro a llegar a las escaleras. Es increíble la maniobra que empleo para no hacer ruido. Según me a contado ella misma, Irene tiene el sueño muy ligero por lo que el mínimo sonido puede despertarla. De ser así, no quiero que me vea husmeando por su casa y a altas horas de la noche.
Cuido de no hacerme daño en lo que trato de hacerme paso hasta el sótano. La poca luz que entra por las ventanas del hall de entrada me están ayudando mucho.
Cuando creo llegar a destino me detengo unos segundos, respiro profundo y largo el aire. Mi cabeza ya no funciona con tantos pensamientos rondando por ésta, se encuentra fuera de control.
Como la otra vez, tengo cuidado de no pisar un escalón hueco, a diferencia de aquel día ahora es más visible el lugar. No sé para que debería prepararme, sin duda alguna en la otra ocasión me di un susto casi de muerte. Ni idea de lo que sucederá hoy.

—Has vuelto. —la persona cubre mi boca evitando que grite alertando a todo mundo.

Me libera al cabo de unos minutos, al comprobar que ya no gritaré y me decido a hablar:

—¿Quién eres? —mi piel es de gallina en estos momentos— ¿Por qué estás escondido? —la curiosidad me sobrepasa.

—Auch. Solo puedo contestar una pregunta, cielo. —lo siento alejarse y con dificultad puedo ver que toma asiento en el suelo a un lado de mí—. Elije sabiamente la pregunta. —exclama señalando un sitio libre frente a él.

—¿Por qué estás escondido? —nuevamente digo y, no lo miro, pero se que sonríe.

—Buena elección. Demasiado. —se inclina hacia mi cuerpo—. Eso es un secreto que mantenemos con Declan. —murmura en confidencia.

—O sea que Irene no sabe que estas aquí. —deduzco.

—¡Inteligencia, eso me encanta en una chica! —ríe— ¿Cómo es que Declan no te ha atrapado por completo? —cambia, indirectamente, de tema.

—Buen intento. —una ráfaga de aire helado corre por mis piernas y me estremezco— ¿Cómo puedes dormir aquí? —pregunto tapando las partes descubiertas.

—Es mejor que de donde vengo o a dónde iré si se enteran de mi existencia. —admite con una pizca de dolor amargo en su voz.

Trago en seco y debato que hacer a continuación. La respuesta no se hace esperar ya que oigo pasos en el pasillo y se que debo huir antes de que alguien me atrape.
Le dedico un saludo rápido al chico y subo apresurada las escaleras con la mirada en éstas ya que no quiero pisar mal. Llego al ultimo escalón y alzo la vista.

—¿Qué hacías? —Declan me ayuda a cruzar el umbral de la puerta ya que hay un pequeño desnivel. No me había percatado.

—Yo… —juego con mis manos— ¿Has dormido?

Él me observa serio, creo que trata de descifrar lo que pienso, que ha sucedido.
¿Y ahora qué?

La chica común y el boxeador imponente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora