Kalinda:

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¡Maldición, Declan! Como lamento en estos momentos en donde corro, tal vez por mi vida, haberme detenido y hablarle. Todo eso provocado por el sentimiento de culpa. A pesar de ser él, no me gusta dejar a nadie colgado. Aunque es difícil ya que yo misma soy muy colgada.
-¡Declan! -llamo para que pare, o siquiera me escuche- ¿¡Por qué corremos!? -necesito una respuesta, estoy alarmada y mis pies no podrán seguir su ritmo por mucho. ¿Esto contará como actividad física? Seguro que si.
- ¿Tienes permiso para volver tarde? -pregunta volteando un segundo, no para verme, sino para asegurarse que no nos siguen.
- No... sé. -digo confundida- ¿Por?
El único que contesta es el silencio. Este chico habla sólo cuando se propone molestarme, en caso contrario, es mudo.

Su casa es... común. Inquieta estar en una casa extraña, con un extraño-conocido. Sin embargo, supongo que esto es mejor que correr hasta casi desfallecer.
Declan ha desaparecido por las escaleras hasta lo que, imagino, es el sótano. No me dijo nada, no dio indicaciones de que lo siguiera, simplemente entramos y lo acompañé hasta una especie de pasillo, por instinto me detuve ahí y... aquí sigo.
Juego con mis manos, examino mis pies, silbo de vez en cuando por lo bajo; el bichito de la curiosidad me ha picado, y aunque trato de evitarlo a toda costa no puedo.
Respiro profundo y me decido, ya debo estar en problemas así que uno más no hará la diferencia.
Me acerco sigilosamente a la puerta y lo pienso tres veces antes de abrirla. Al final, y con cuidado de no hacer mucho ruido, la entreabro unos centímetros. Sin nada raro a la vista entro, cierro detrás de mi y comienzo a bajar rogando no pisar un escalón hueco. Es horrible el sonido que éstos hacen.
Llego hasta el último y examino con detenimiento el lugar. No hay una gota de luz, y tampoco distingo a Declan. ¿Escapó por un pasadizo secreto o qué?
Algo llega a mis pies y mi sangre se congela.
Me agacho un poco y tanteo el suelo para descubrir de que se trata. Pasan los segundos y... oh.
- ¿Esto es... agua? -sacudo mi mano de inmediato para deshacerme del líquido, evito limpiarme en mi ropa.
- ¿Hay alguien ahí? -la persona que pregunta, que definitivamente no es Declan, me alerta y hace que retroceda lo poco que he avanzado. Salgo corriendo de nuevo hacia el pasillo... tal vez más allá.
Ni bien abro la puerta y pongo un pie fuera choco con un torso desnudo, el cual corresponde al chico que me ha traído.
- ¿Qué diablos hacías? -esquivo su agarre y no me detengo hasta llegar a la entrada. Quiero irme a casa.

Cruzo la calle a paso rápido. Mis padres deben estar preocupados, si es que no han salido por ahí. Entonces tengo suerte y no es necesario apurar tanto el ritmo. Aún me arden los músculos por la corrida del mediodía. - ¡Oiga! -mi cabeza automáticamente gira a la derecha, apenas distingo el auto que casi me atropella por ir distraída.
Como agradezco que mi mamá no se encuentre cerca porque sino me llevaría un buen regaño.
Sigo el trayecto, prestando atención, y queriendo llegar pronto a mi hogar para así dormir hasta que el cuerpo diga basta.
Si no me equivoco, y creo que lo hago, me faltan unos diez minutos.
- Disculpe, señorita. -helada, con los sentidos al máximo, giro sobre mis talones y lo miro directamente a los ojos- Creo que nos conocemos. -su tono es neutral, por lo que sospecho más.
- No. -niego sin titubear- Yo creo que no. -sonrío divertida y nerviosa. Volteo. No alcanzo a dar un paso que me encuentro de nuevo con su mirada.
- Bonita sonrisa. -acorta la distancia y lo tengo a milímetros. Es perjudicial detenerme en esto pero, nuestros labios se rozan. Es incómodo, y provoca un cosquilleo en todo mi ser.
- Quiero irme, Declan. -sin ánimos, no quiero enfrentar esta situación.
- Bien. -sin pudor se atreve a robarme un beso. Él... sus labios y los míos... se tocaron.
- Maldita sea, Declan. -murmuro furiosa y apenada.
- ¿Qué?
- Ese fue mi primer beso. -confieso con un hilo de voz.
Sus ojos se abren grandes, deduzco que por la sorpresa, mas luego enseña una sonrisa en donde se forman los hoyuelos que desconocía poseía.

La chica común y el boxeador imponente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora