—Escúchame, tú no tienes derecho a aparecer luego de muchos años y reclamar un cariño que es obvio no voy a darte. —exclamo furiosa—. ¡Para colmo, lo demandas! ¡Ni más ni menos! —grito indignada—. Dejaste en claro desde el momento en que te fuiste que lo hacías porque en realidad nosotros nunca te importamos. Actuaste como una madre amable y mimosa delante de la gente para aparentar frente a ellos, frente a papá. Él fue el único que nos quiso siempre de verdad. —trago saliva, me duele la garganta de tanto hablar, ¿o será por los sollozos?
— Tu hermano siempre creyó el cuento. —dice sin una pizca de culpa. Quisiera agarrar ese cuello finamente adornado y, ¡Zas!, por bruja desubicada.
— Declan... era un niño inocente. —susurro.
— Sí, hablaste en pasado, muy bien. —aplaude y evito maldecirla—. Por lo que he oído mi pequeño se ha convertido en una mala influencia. En especial para aquella chica, ¿Kalinda, no?
— ¿Cómo sabes su nombre? —pregunto a punto de perder por completo los estribos. No le deseo el mal a nadie pero a esta mujer… sin duda, no la quiero cerca—. ¿Por qué has vuelto? —cambio rápido de tema al único importante.
— Necesito financiar un negocio. —contesta revisando con sumo interés sus uñas bien cuidadas, se nota que no hace nada—. Y para llevar a cabo tal acción necesito dinero. —explica mirando directo a mis ojos.
— ¿Disculpa? —digo incrédula—. Por favor, tú estás loca. —me levanto brusca finalizando la conversación.
— Y si visito a tu hermano. —me detengo abrupta, muerdo con fuerza mi labio inferior, siento ganas de gritar por la impotencia de la situación.
— Si no te doy el dinero, buscas a Declan. ¿Le harás daño? —quiero saber.
— Un daño psicológico más no hará la diferencia. —se encoge de hombros— Todo sea por una buena causa.
— Eres una persona descarada y manipuladora. ¿Cómo me ha tocado una madre así?
— Tú no eres perfecta, cariño. Y el novio que tienes menos lo es. —sonríe hipócrita.
— No te metas con Cedric, ¿escuchaste? —la señalo con el dedo en alto—. Con nadie vinculado a mi círculo íntimo, bruja. —escupo con un profundo odio, detesto su sola presencia—. Dime cuanto quieres y veré si puedo conseguirlo.
— Puedes, ya me aseguré de eso. —busca algo en su cartera de marca distinguida y saca un papel doblado a la mitad, el cual me entrega—. Llámame a ese número cuando dispongas de la cantidad que ahí también se específica.
— ¿Volverás a tu escondite luego? —tengo la esperanza de que diga "sí", en cambio, solo pone una expresión pensativa y se marcha.
A veces pienso, de poder retroceder el tiempo, ¿a quién salvaría?
La respuesta es clara: a mi padre.
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La chica común y el boxeador imponente.
RomanceElla tiene dieciséis años. Él tiene veinte. Ella jamás se ha metido en problemas. Él vive para eso. Ella se asusta con mucha facilidad. Él piensa que eso es patético. Ella no quiere enamorarse. Él desconoce ese sentimiento. Kalinda necesita a...