Termino de ayudar a Declan cuando el sonido de unas ruedas golpeando la vereda me distrae. Rápidamente lo dejo en la sala y me apresuro a ver de quien se trata.
-Ay, Dios. -suspiro aliviada al notar que se trata del vecino pero luego vuelvo a entrar en pánico cuando el auto de mi padre se estaciona fuera del garaje. Eso si que no lo esperaba.
Me doy vuelta y corro hacia la sala buscando a Declan, mas él no se encuentra y empiezo a tener un colapso nervioso. ¿Dónde diablos se metió?
El ruido de las llaves me alerta y solo ruego porque entren por la puerta del fondo, eso me daría un poco más de tiempo.
- ¿Declan? -evito levantar mucho la voz y examino todo a mi alrededor buscando indicios de donde pudo haberse metido.
- ¿Kalinda, qué pasa? -me convierto en una estatua por varios segundos hasta que reacciono.
- ¡Mamá! -me acerco a ella y la abrazo-. ¿Todo bien? -quiero saber sin bajar la guardia. ¿¡Dónde está!?
- Si, todo bien. No fue tan malo como creí. -hace una mueca graciosa a lo que rio.
- Me alegro. -separandome un poco dirijo la mirada a la mesa del centro. No hay rastros de un botiquín ni nada por el estilo.
- ¿Y vos como la pasaste? -pregunta yendo hacia su cuarto-. ¿Te quedaste sola? -se queda quieta a mitad de la entrada y, entonces, me congelo.
- Estuve bien. -me posiciono sigilosamente detrás de ella y trato de ver que llama su atención. Oh, claro, olvidé regar las plantas. Mi error-. Ni siquiera me acordé de eso.-murmuro con el ceño fruncido.
- Veo, veo que no te acordaste. -niega divertida subiendo las escaleras.
Dejo de observar las plantas, las cuales carecen de vida a mi parecer, y no es para menos, y me dirijo a mi habitación. Tal vez Declan vio la oportunidad y se fue.
Si, seguro sucedió eso.
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La chica común y el boxeador imponente.
RomanceElla tiene dieciséis años. Él tiene veinte. Ella jamás se ha metido en problemas. Él vive para eso. Ella se asusta con mucha facilidad. Él piensa que eso es patético. Ella no quiere enamorarse. Él desconoce ese sentimiento. Kalinda necesita a...