Kalinda:

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Termino de ayudar a Declan cuando el sonido de unas ruedas golpeando la vereda me distrae. Rápidamente lo dejo en la sala y me apresuro a ver de quien se trata.
-Ay, Dios. -suspiro aliviada al notar que se trata del vecino pero luego vuelvo a entrar en pánico cuando el auto de mi padre se estaciona fuera del garaje. Eso si que no lo esperaba.
Me doy vuelta y corro hacia la sala buscando a Declan, mas él no se encuentra y empiezo a tener un colapso nervioso. ¿Dónde diablos se metió?
El ruido de las llaves me alerta y solo ruego porque entren por la puerta del fondo, eso me daría un poco más de tiempo.
  - ¿Declan? -evito levantar mucho la voz y examino todo a mi alrededor buscando indicios de donde pudo haberse metido.
  - ¿Kalinda, qué pasa? -me convierto en una estatua por varios segundos hasta que reacciono.
  - ¡Mamá! -me acerco a ella y la abrazo-. ¿Todo bien? -quiero saber sin bajar la guardia. ¿¡Dónde está!?
  - Si, todo bien. No fue tan malo como creí. -hace una mueca graciosa a lo que rio.
  - Me alegro. -separandome un poco dirijo la mirada a la mesa del centro. No hay rastros de un botiquín ni nada por el estilo.
  - ¿Y vos como la pasaste? -pregunta yendo hacia su cuarto-. ¿Te quedaste sola? -se queda quieta a mitad de la entrada y, entonces, me congelo.
  - Estuve bien. -me posiciono sigilosamente detrás de ella y trato de ver que llama su atención. Oh, claro, olvidé regar las plantas. Mi error-. Ni siquiera me acordé de eso.-murmuro con el ceño fruncido.
  - Veo, veo que no te acordaste. -niega divertida subiendo las escaleras.
Dejo de observar las plantas, las cuales carecen de vida a mi parecer, y no es para menos, y me dirijo a mi habitación. Tal vez Declan vio la oportunidad y se fue.
Si, seguro sucedió eso.

La chica común y el boxeador imponente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora