Mi cabeza es un caos de pensamientos e ideas dispersas por doquier. Se me dificulta organizar todo.
Cuando creo tener una idea, algo bueno, giro mi cuerpo para buscar a Declan y avisarle. Aunque, la escena que encuentro, es la menos imaginada.
Él esta sobre mi cama, su pecho sube y baja de manera pausada, se ve muy tranquilo; es una gran diferencia a cuando está despierto.
Sonrío, inconscientemente, y luego veo la hora. De seguro he estado mucho tiempo en trance y Declan no ha encontrado otra cosa que hacer.
Sin desbloquear la pantalla de mi celular observo la hora. 15:10 pm. Solo... han pasado diez minutos desde que estamos aquí. Con el ceño fruncido sigo viendo la pantalla hasta que vuelvo a posar la vista en Declan. ¿Cómo demonios se ha dormido en tan poco tiempo? A mi me gustaría hacer eso. Por un instante recuerdo a mi madre por tal sencillez al conciliar el sueño. Minutos después, rio ante la comparación.
Abandono la silla y con cuidado me posiciono a un lado de él. Se que debo despertarlo, pero me gusta de esta forma. Calmado. Callado. Que lastima que solo sea así cuando duerme.- ¡Kalinda! -mi corazón se acelera ante el llamado y no puedo evitar mirar la puerta- ¿Puedes ir a comprar, hija? -ruego porque no intente abrirla y luego de varios segundos en silencio me tranquilizo al notar que no a hecho amagos de hacerlo. Si hubiese querido lo hacía sin más.
- ¡Si, ma! -procuro no levantar demasiado la voz y dirijo la mirada a Declan. Éste se halla despierto y me examina sin escrúpulos.
- ¿Pensaste en algo? -murmura levantándose sin dejar de observarme. ¿Es qué tengo algo en la cara o qué? ¡Maldita sea, deja de mirarme!
- No. -juego con mis manos escondiendo los nervios, tratando al menos, y respiro hondo mientras pienso en algún plan rápido y funcional para sacarlo de mi habitación, y de la casa.
- Oye. -acomoda un mechón suelto de mi cabello detrás de mi oreja y se inclina hacia mi- ¿No has pensado que tal vez debas dejar de ser una cobarde patética y actuar por una vez en tu vida sin medir consecuencias? -susurra en mi oído a lo que mi cuerpo se siente completamente indefenso pero en alerta.
- ¿Crees que funcione? -cuestiono, mas me arrepiento y rápidamente agrego:- Olvídalo. -de un salto dejo la cama y tomando su brazo hago que él me imite-. Saldremos de aquí en silencio y tú deberás hacer lo que yo indique, ¿de acuerdo? -digo de una manera tan confiada y firme, casi no me reconozco.
Supongo que la situación ha sacado este lado de mi. Uno que no puede dudar, porque si no, pierde.
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La chica común y el boxeador imponente.
RomanceElla tiene dieciséis años. Él tiene veinte. Ella jamás se ha metido en problemas. Él vive para eso. Ella se asusta con mucha facilidad. Él piensa que eso es patético. Ella no quiere enamorarse. Él desconoce ese sentimiento. Kalinda necesita a...