Irene:

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— ¿Qué hacen Romeo y Julieta? —digo con un sarcasmo involuntario.

—¿Por qué nos dices así? —frunce el ceño Declan mientras sujeta la mano de Kalinda, o viceversa.

—Bueno… están muy juntos y aquí escondidos. —remarco lo obvio— Esperaron al anochecer para encontrarse sin ser descubiertos. —le sonrío risueña a mi amiga, por su parte baja la cabeza avergonzada.

—Y tú nos has atrapado. Bien hecho. —murmura ruborizada— ¿Pero qué te a despertado?

—El, para nada silencioso, de mi hermano. —miro con rabia al mencionado— Dormía como un bebé, ¿sabías? Y tú lo has arruinado.

—No es mi culpa que te despiertes al mínimo ruido. —se defiende él y sonríe divertido— Ahora entiendo por qué Cedric no duerme contigo, a excepción de cuando…

—¡Basta, Declan, por Dios! —exclamo espantada, se bien lo que estaba a punto de decir— Por si lo has olvidado, a tu lado hay una menor de edad. —indico cubriendo mi rostro por el pudor.

—¿De qué diablos hablas? —pregunta confundido y enojado, que gran combinación— Iba a decir a excepción de cuando tienes pesadillas. —explica lanzando humos por las orejas.

—Oh, eso… eso… —Kalinda ríe como si le hubiesen contado un chiste, y no la culpo— Será mejor que vuelva arriba. —trato de disminuir la tensión entre él y yo, aunque la única solución por el momento es desaparecer de su vista. No está para nada feliz mi hermanito.

—Descansa, Irene. —me sonríe dulce ella haciendo que me relaje un poco.

—Gracias. —le devuelvo el gesto y me apresuro a salir de la escena.

La chica común y el boxeador imponente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora