¿Cuánto más teníamos que esperar para poder verlo? Tuve que dar como cien vueltas antes de toparme con Cedric, estaba muy feliz de encontrarlo y rápidamente me guió hasta aquí. Realmente me estoy impacientando. Y la compañía de Irene no ayuda mucho porque está incluso el doble de nerviosa que yo. Más allá de que sabemos que está fuera de peligro creo que ninguna va a estar tranquila hasta que veamos con nuestros propios ojos cómo se encuentra.
Aun me cuesta creer que esto esté pasando. Todos sabíamos bien que la visita de su madre y todo lo posterior causado por ella lo afectaría profundamente... pero, ¿hasta este punto? Pensamos en lo malo, jamás se nos ocurrió que podía ser lo peor.
― Irene, por favor, me pones más nerviosa de lo que estoy. Siéntate un rato, inténtalo al menos. ―reprocho al verla dando tantas vueltas por el angosto y exageradamente blanco pasillo.
Me estoy mareando, tanto por las vueltas de Irene como por el color simple de este lugar. Que horrible, en serio es demasiado blanco. Te provoca una sensación de encierro sin salida y además te da un dolor de cabeza ligero pero molesto.
― Es mi culpa, Kalinda. ―la oigo repetir por décima vez en un suave susurro ―. Todo lo que pasa con Declan es sólo mi culpa. ―da media vuelta y observo en silencio sus ojos cristalizados.
― ¿Por qué te culpas por todo? ―abandono el asiento de inmediato y voy a consolarla―. Sé que es y ha sido tu responsabilidad desde que ambos son muy jóvenes, Irene, pero lo malo que Declan pueda tener no lo has provocado tú. ―la sensación de que mi hombro derecho se siente húmedo me sorprende un poco, pero no digo nada sobre eso―. Fueran las acciones y decisiones de otras personas los que causaron lo malo en él. Y a su vez, fue él mismo quien decidió que eso era lo mejor o podía servirle de algo.
― Pe-pero... ―los sollozos impiden que hable y la escucho respirar con dificultad.
― Espera, primero intenta respirar porque creo que te vas a quedar sin aire, mujer. ―le doy su espacio e inhalo y exhalo junto con ella para ayudarla. Muchas personas dirían que Irene es exagerada y hasta podrían pensar que es muy dramática. Yo pensaría exactamente eso de no conocerla a ella y a Declan. Es tan fácil juzgar sin conocer. Desde que encontré a la loca de mi amiga y me fui acercando más al imponente de su hermano, me he puesto a reflexionar sobre cuántas veces he juzgado a alguien sin primero hablarle, o en cuantas ocasiones he dado mi opinión sobre situaciones que nunca me han tocado vivir. Me siento apenada por comprobar que el número de veces que he juzgado es muy superior al que admitiría en voz alta.
Sin embargo, ya he aprendido esa lección. Y todo gracias a ese par de locos. O más bien... trío, no sería justo dejar a Cedric fuera de esto.
― ¿Kalinda? ―dejo de mirar un punto fijo en la pared y parpadeo un par de veces para volver a la realidad. Me he tildado con mis pensamientos.
― Disculpa. ―digo cubriendo mi boca por un bostezo. Así que ahora además del mareo y el dolor de cabeza se le suma el cansancio, bien, era de esperarse. Llegué muy temprano. En serio agradezco que mi papá se haya tomado la molestia de traerme.
― ¡Chicas! ―giramos la cabeza tan rápido que asustamos al pobre Cedric y lo obligamos a retroceder y mantener la distancia―. ¡La puta madre! ¿Piensan presentarse para el papel de la chica maldita o qué? ―exclama entre sorprendido y enfadado, retoma el paso lentamente hacia Irene y se acerca a su oído derecho para secretearse. No veo eso como buena señal... pero la sonrisa que se forma en el rostro de ella me dice que estoy equivocada. ¡Qué bueno!.
― ¿Qué sucede? ―me uno a ellos para evitar que me dejen fuera de lo que parece ser una buena noticia.
― Declan estará con nosotros en una hora, dos más tardar. Depende de cuando lo vea el médico. Pero de todas formas, hoy vuelve a casa con nosotros. ―me cuenta Cedric y no puedo contener el grito de felicidad y los saltitos de alegría.
Unas enfermeras aparecen por detrás de mí y mientras una de ellas me ve extrañada, la otra me sonríe y nos saluda muy amable.
Estoy... aliviada, de momento, aun me falta ver cuánto daño delata su cuerpo.
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La chica común y el boxeador imponente.
RomanceElla tiene dieciséis años. Él tiene veinte. Ella jamás se ha metido en problemas. Él vive para eso. Ella se asusta con mucha facilidad. Él piensa que eso es patético. Ella no quiere enamorarse. Él desconoce ese sentimiento. Kalinda necesita a...