Kalinda:

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  Lo siento, estaba en clases. Te espero después.

Mandar mensajes durante una clase nunca fue lo mío. A diferencia de Ari, yo no poseo la habilidad para que no me atrapen cuando lo hago. Encima, era la hora de Literatura y el profesor no perdona ni el más mínimo acto de interrupción. Eso da miedo, cualquiera puede meterse en problemas por ello, y ya lo han hecho.

—¡Grecia, adivina! —el grito de Ari me desconcierta ya que estoy a su lado.

—¿Qué? —apática, ella se acerca a nosotras y nos saluda. No nos vimos hoy en la mañana—. ¿Viste a Celeste?

—Sh. ¿A quien le importa ella? —le resta importancia, aunque solo bromea—. Kalinda mandaba mensajes en clase. —la miro sorprendida. Si no me equivoco, y no es así, Ari se encontraba sentada en las primeras filas, yo en las ultimas—. Y si, querida, te vi. —dice acusando con el dedo pero luego la risa puede con ella.

—No es nada del otro mundo. —contesto queriendo escapar del par, la mirada de Grecia es de una psicópata.

—¿A quién le mandaste un mensaje? —la manera en que juega con sus manos me resulta inquietante—. Cuidado con lo que haces, Kalinda. —Grecia niega leve con la cabeza y sonríe ampliamente mostrando sus dientes.

—Están locas. —murmuro yendo en dirección contraria a ellas—. ¡Nos vemos después!

Ignorando los insultos de su parte por dejarlas con la intriga, voy a la biblioteca a leer un libro. Tengo una hora libre y, a pesar de tener un trabajo a medio realizar que debería acabar, quiero sumergirme en una fantasía.

Ari, Celeste y Grecia hicieron un complot para no dejarme sola, a donde quiera que voy ellas están ahí. Se supone que ahora debo encontrarme con Declan y aunque ya les he contado de él, y hasta Grecia lo a visto en varias oportunidades, la verdad es que estoy un poco asustada y nerviosa. Son capaces de hacer un escándalo, como si no las conociera. Hoy en especial Ari mantiene una actitud sospechosa, no puedo bajar la guardia por ningún motivo.

—¿Cuándo llega tu novio? —muerdo mi lengua para no insultarla—. ¿Dónde estudia? —Celeste esta sentada en el suelo con las piernas cruzadas.

—¿Qué edad tiene? —trata de hacer equilibrio en el borde de la banca—. No lo dijiste. —Grecia cae y disimula como si nada hubiese ocurrido.

—Eso, ¿por qué no nos dijiste su edad, Kalinda? —reclama Ari con su celular en mano, no viviría sin éste.

—No preguntaron. —digo simple, encogiendo mis hombros—. A propósito, ¿no tienes que salir con tu primo? —cambio de tema.

—Ah, sí. —Ari abre grande los ojos recordando, de inmediato teclea algo y se lleva el móvil a la oreja—. Aún así me voy a quedar. —me sonríe risueña.

—Gracias. —ruedo los ojos—. Eres tan considerada. —comento con sarcasmo—. ¿Y ustedes?

Celeste y Grecia se quedan quietas como cual niños al descubrirlos en plena travesura. Ambas señalan en una misma dirección y en sus miradas se nota la diversión.
Ari se aleja para hablar pero antes lanza una sonrisa cómplice a las chicas.

—Kalinda. —un brazo rodea mi cintura al tiempo que unos labios tocan mi mejilla—. Irene me pidió que te llevara a casa, ¿puedes?

—Sí. —miro seria a mis amigas dejando en claro que no quiero dramas—. ¿Qué le pasa a Brais? —pregunto al notarlo molesto.

Declan se da cuenta de la mirada que les dedico pero no comenta sobre eso, las saluda con un gesto de mano y acerca su boca a mi oído.

—Te lo contaré en el camino. —aprovecha para dejar otro beso en mi mejilla y yo me vuelvo un tomate.

—Cuidado con lo que haces, Kalinda. —exclama con doble sentido Ari.

—Claro que sí. —la veo por sobre mi hombro— No haré lo que tú harías. —sonrío desentendida.

Al observar la expresión en el rostro de mi amiga me apresuro a irme con Declan y Brais. El último ríe y me felicita por el contraataque.

La chica común y el boxeador imponente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora