Tercera vez en el mes que recibo una llamada del Director del colegio en donde mi hermano estudia; va a pasar el rato, mejor dicho. Ya ni siquiera puedo recordar cuantas veces me ha amenazado con que lo suspendería si las cosas seguían así. A este paso creo que veré a mi hermano causando más problemas de los que puedo soportar. Para colmo, la gente siempre comenta al respecto, acerca de mis decisiones cuando de él se trata. Creen que la solución es fácil: dejarlo. Dejar que se arruine la vida, abandonarlo a su suerte. De verdad nadie entiende la delicada situación en la que estoy metida. Es mi hermano, ¡por el amor de Dios! Mi propia sangre, aquel niño al cual vi crecer y en varias ocasiones le cambié los pañales... al cual vi llorar hasta que se le agotaron las lágrimas por la muerte de mi padre y, posteriormente, el cual se quedó sin voz luego de tanto gritar cuando mi madre nos abandonó. Ha sufrido la pérdida de un ser querido desde muy temprana edad, los sucesos que transformaron su vida fueron aquellos que en su momento lo devastaron. Aunque aun así, no tengo la certeza para confirmar el preciso instante en que se convirtió en lo que es hoy en día. Un auténtico y realmente insoportable dolor de cabeza. ¿Pero qué puedo hacer?
- ¡Oye, cuidado! -mis pies se detienen a tiempo y me evitan el bochorno de resbalar y caer por el suelo mojado. El solo pensar en él puede traer problemas y más de una humillación para mí. Sigo sin poder procesar que aun siendo hermanos somos tan distintos. Claro, no puedo señalar su actitud pero tampoco puedo apoyarla. Es... como estar contra la espada y la pared. La única salida podría ser escabullirse en el momento oportuno, pero hasta eso se vuelve complicado.
- Disculpe. -parpadeo un par de veces y frunzo el ceño frente a mí, ¿Quién me ha hablado? - ¿Se encuentra bien? -esa voz... es tan pacífica y temerosa al mismo tiempo. Es una chica, sin dudas. Volteo lentamente y observo a la muchacha, común, no la describiría como alguien que llamase la atención, y apuesto a que ese no es uno de sus propósitos.
- Lo siento, soy Irene. -arreglo mi cabello- ¿Te he asustado? -suspiro cansada al ver un mechón rebelde.
- Soy... Kalinda y... en realidad vi que iba hacia el suelo mojado y decidí detenerla. -habla nerviosa- Además, usted hablaba sola. -se encoge de hombros y sus manos se refugian en los bolsillos de su chaqueta- Lamento haberla molestado. -se apresura a decir y hace amagos de irse cuando la retengo del brazo. Ella me mira sorprendida y puedo jurar ver miedo en su mirada. Esta chica no está acostumbrada a esta clase de cosas. De seguro su vida es mucho más sencilla que la mía. No diré nada al respecto.
- ¿Serias mi amiga por un día? -digo de forma desesperada, tanto ella como yo nos sorprendemos ante mis palabras.
- Eh... -la chica baja la mirada incomoda y estoy segura de que se debate por dentro como alejarse sin parecer grosera. No la culpo, yo haría lo mismo pero ahora lo que necesito es su ayuda.
- Por favor, sé que no nos conocemos y debo parecerte una lunática. -ella sonríe disimuladamente y me alegro de que lo haga- La cosa es que necesito relajarme un bendito día de mi vida y desahogarme con alguien, así que, por favor, ¿puedes? -he soltado su agarre y me mantengo a una distancia prudente para no incomodarla más.
- Yo... no soy la mejor compañía.-admite ajustando las correas de su mochila.
- ¿Eres buena escuchando? -ignoro su confesión. Presiento que esta chica es muy simpática cuando se la llega a conocer bien.
- ¿Eh? -esta desconcertada- Supongo.-asiente algo cohibida.
- Perfecto. -sonrío feliz, y es que estoy a punto de estallar en gozo- Entonces eres más que idónea. -la acorralo entre mis brazos y no me importa parecer una demente. Ya debe pensarlo, de todas maneras.
- Nos... vemos mañana. -dice entre asustada y dudosa. Las expresiones faciales de esta chica llaman mi atención de forma que no se explicar. Es como una joya sin brillo que aun así posee un encanto oculto, solo visible para aquel que esté dispuesto a descubrirlo-. ¿Irene? -pasa su mano frente a mis ojos y vuelvo en sí.
- Disculpa, otra vez. -sonrío nerviosa- Si, ¿aquí mismo mañana? -quiero saber para dejar todo claro desde ya.
- Seguro, ¿a esta hora o...? -un celular empieza a sonar y deduzco que es el de ella ya que se escucha muy cerca. Lo busca en su mochila a la par que se disculpa conmigo, le resto importancia a la pequeña interrupción y espero a que se desocupe para hablar. Toca un par de veces la pantalla para luego guardarlo y volver a prestarme atención.
- ¿A las seis? -pregunto- Te diría antes pero tengo asuntos que resolver primero. -murmuro. Si o si tendré que ir a hablar con el Director mañana. Ya sé lo que me espera.
- Bien. -asiente con la mirada baja- Entonces, nos vemos mañana. -agita su mano en despedida y no puedo evitar abrazarla. La siento tensa por tal sorpresa pero después relaja un poco su cuerpo. Aun así no me corresponde. Cuando la dejo no hace esperar más su salida y se marcha a paso acelerado, seguro asustada porque la abrace de nuevo. A medida que se aleja sigo pensando en lo que me aguarda mañana cuando vaya a hablar con el Director, cuando le haga frente a mi hermano por faltar repetidas veces a clases, y lo que me espera en nuestra salida con Kalinda. Sin dudas, estoy ansiando lo último.
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La chica común y el boxeador imponente.
RomansaElla tiene dieciséis años. Él tiene veinte. Ella jamás se ha metido en problemas. Él vive para eso. Ella se asusta con mucha facilidad. Él piensa que eso es patético. Ella no quiere enamorarse. Él desconoce ese sentimiento. Kalinda necesita a...