Declan:

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El reencuentro más esperado de toda mi vida. Una vez que doblé a la izquierda divisé a tres locos muy familiares. Como era de esperarse, mi hermana fue la primera en llegar hasta mí y me abrazó tan fuerte como mi cuerpo adolorido lo permitía. No pude hacer más que rodearla con mis brazos y desear que no se derrumbara de nuevo. Por una vez, quiero ver que Irene sonría cuando me vea, estoy cansado de las caras tristes, preocupadas e incluso sorprendidas.
Quiero hacerle bien. A ella, a Kalinda, a Cedric... a todos, ya no quiero causarles problemas a ninguno.
Cuando Irene se desprendió de mí, en cuestión de segundos Kalinda me estrechó entre sus brazos y entonces empezó a sollozar, y por un instante sentí una punzada horrible en el pecho y cerré los ojos con fuerza para disminuir el dolor. Sin embargo, fue inútil. Sólo pude recuperarme una vez que Kalinda se desahogó y posterior a eso comencé a besarla por todas las zonas de su rostro. Sus labios fueron el último lugar que besé y para ser honesto me hubiera gustado permanecer ahí para siempre.
Y para no ser menos... abracé a Cedric, algo que lo tomó por sorpresa pero me correspondió.
Es bueno tenerlos a todos. Las circunstancias no son las adecuadas, mas si algo he aprendido es que son estos momentos los que nos hacen más fuertes y vuelven más solida nuestra relación.

En el camino a casa me quedé callado, pensaba en las palabras correctas y a la vez profundas para poder enfrentarme a Irene. Hay demasiado que ella ha hecho por mí durante... toda mi vida. No me alcanzaría ésta para agradecerle.
Kalinda se quedó dormida en el viaje y mi hermana estaba en la misma. Cedric y yo fuimos los únicos despiertos durante todo el camino. En especial él porque era quien conducía, claro.
Mientras el auto se movía y dejaba atrás arboles y edificios recordé aquellos veranos en donde con Irene nos quedábamos en la casa de mi abuela paterna. Principalmente, le hacíamos compañía ya que enviudó antes de que yo naciera y desde ese día nunca más buscó el amor en ningún otro hombre. Ella siempre nos hacia postres de toda clase... al finalizar las vacaciones volvíamos como pelotas, rodando en vez de caminar. Mamá odiaba eso, decía que nos malcriaba de mala manera pero nunca se atrevió a reprocharle a mi abuela porque sabía que ésta la odiaba y no quería que se generara tensión en las reuniones familiares.
El último verano que pasamos con mi abuela fue después de la muerte de mi padre. Ella estaba devastada, tenía más hijos pero mi papá era su favorito y el más cercano.
El dolor que sentía fue tan grande que no lo soportó... se suicidó a fines de ese año. Esa fue una tragedia completamente inesperada.
― Declan. ―despego la vista del paisaje y lo observo a él―. ¿Todo bien? ―inquiere apagando el motor. Estoy confundido ante esa acción y entonces vuelvo a mirar por la ventana. ¿Ya llegamos? Me concentré demasiado en mis pensamientos.
― Estoy bien. ―contesto por fin y muevo mi brazo izquierdo con cuidado para no despertar a Kalinda, no bruscamente al menos―. Un poco adolorido y lleno de heridas que se volverán feas cicatrices... pero estoy bien. ―le sonrió y se empieza a reír. Su risa me ahorró el trabajo de despertar a mi novia.
― ¡Cedric! ―Irene se sobresaltó ante la "delicada y fina" risa de su novio, pero a éste no le importó y se bajó del auto aún risueño e ignorándola. Mi hermana lo siguió de inmediato molesta y empezó a reprocharle pero mucho no se pudo quejar porque Cedric la frenó y la besó para que olvidara sus protestas.
― Es una linda forma para callar a alguien. ―escucho murmurar a Kalinda y veo una sonrisa hermosa en su rostro.
― Conmigo no funciona así que no lo intentes. ―le advierto serio. Odio que me interrumpan cuando hablo.
― Ya veremos... te he oído decir cientos de veces que "esto" y "aquello" no funciona contigo pero una vez que lo intento te rindes ante mí. ―exclama triunfante apresurándose a salir del auto.
― ¿Y cómo no rendirme? Si eres mi debilidad... ―susurro una vez que se ha ido.
La veo correr hacia Irene y cuando se acomoda a su lado enseguida empiezan a reírse. A veces creo que soy el hombre más afortunado del mundo porque ellas están en mi vida.  

La chica común y el boxeador imponente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora