CAPÍTULO 1: BLANCO

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04 de enero. Actualidad.

Después de 45 minutos, Scarlett Dhapunt se encontraba un tanto hastiada de escuchar el interminable monologo sobre estadísticas de progreso y marketing que el dueño de la empresa de publicidad estaba dándoles a todos los socios, incluida ella; sin embargo, era ese mismo hombre, que hablaba con pasión y basta sabiduría sobre el tema, la razón por la que ella se encontraba ahí. Era él la razón por la que cuando las acciones de aquella empresa habían salido a la venta (que si bien había sido una excelente y útil inversión), no había duda ni un segundo en adquirirlas, dándole así un nuevo plus a su propia empresa; pero sobre todo y más importante, que había logrado estar cerca de él una o dos veces por semana desde hacía tres meses, cuando había tomado posesión oficialmente de sus derechos y obligaciones en aquellas oficinas.

Con 24 años y de ascendencia francesa, Scarlett Dhapunt era una mujer exitosa, con un poder adquisitivo digno de cualquier gran empresario, como lo era ella siendo dueña cuatro boutiques, para las cuales diseñaba personal y exclusivamente gracias a su carrera como diseñadora de modas, dueña también del 30% de las acciones de TouchPoint Advertising y a semanas de abrir su propia agencia de modelos. Todo con el objetivo de crear una red de herramientas que trajera a la realidad su sueño de tener una expansión internacional de moda; el sueño al que tanto trabajo, dinero, amor y lágrimas le había invertido.

William Dagger, accionista mayoritario de TouchPoint Advertising, con 38 años era un hombre maduro, soltero y exageradamente inteligente. Una ballena en los negocios y una papa en el amor. Era fácil admirarlo, siendo fundador no sólo de una de las empresas de publicidad más grandes del país, sino también por haber restaurado y llevado al máximo nivel a la empresa naviera de la familia Dagger, obteniendo así el control completo de esta, convirtiéndolo en uno de los hombres más poderosos e influyentes del país; sin embargo, era sólo por los negocios que su fama era buena y escandalosamente grande ya que nunca había presentado a ninguna mujer en sociedad, ni mucho menos insinuado intenciones sobre establecerse en una familia; hecho que su padre nunca le había caído en gracia y por lo cual lo había castigado desde hacía un tiempo atrás.

Scarlett conocía a William desde que era una niña, cuando él había cerrado uno de los primeros negocios de la naviera familiar con el propio padre de ella, siendo joven e inexperto pero lo suficientemente ambicioso como para tomar las decisiones correctas. Desde entonces se había vuelto un amigo cercano que la había visto crecer con el paso de los años hasta que un día simplemente desapareció de su radar cuando ella tenía 16 años, después de aquella noche mágica, según sus propios recuerdos.

Poco menos de dos años más tarde, los padres de Scarlett habían sufrido un accidente que les habría costado la vida, dejando casi todas sus posesiones a la deriva y a ella completamente desprotegida, sin nada más que un escaso seguro con el que apenas pudo asistir a la universidad, para la cual tuvo la suerte de obtener una beca, y terminar su carrera a duras penas, manteniéndose lejos del ojo público que no estaba interesado en la gente pobre.

Un par de trabajos mal pagados y llenos de explotación laboral después, en el lapso de un año, Scarlett por fin tuvo dinero suficiente para pagar a un abogado comunitario y pelear por lo que sus padres habían construido y perdido arbitrariamente a manos de un tío lejano cuando murieron. Sin embargo, su éxito no fue mayor a la obtención de un par de millones de dólares que, por supuesto impulsaron su carrera y la catapultaron, junto con su trabajo y esfuerzo, al lugar en el que se encontraba actualmente. Había perdido la inmensa fortuna que sus padres habían hecho con trabajo honesto, pero eso había dejado de ser importante una vez que dio cuenta de cuan podrida estaba la gente millonaria que veía diariamente. Estaba segura de que ninguna cantidad de dinero le podría dar la satisfacción y felicidad que el fruto de su trabajo le daba a su aun corta edad. Nada la podía hacer más feliz que lo que tenía, nada. Excepto William Dagger. El hombre de casi dos metros de alto, pelo negro y penetrantes ojos azules que, por fin, había acabado su discurso empresarial frente a ella.

-Es todo por hoy, señoras y señores, nos vemos la próxima semana –se despidió William mientras los socios tomaban sus cosas para comenzar a retirarse.

Ella por su parte, permaneció sentada, todavía contemplándolo con ojos evaluativos. Era guapísimo y aunque hacia bastante ya había decido que quería que fuera suyo, todavía, después de tres meses, no lograba tener un plan de cómo hacerlo.

Estaba segura de que él la veía y la vería siempre como la niña que había visto crecer por más de cinco años, y no como la mujer que de manera clara era actualmente. Le enfurecía pensar que él jamás se acercaría a ella con intenciones de cortejarla o si quiera de acostarse con ella una vez. Porque era demasiado correcto para eso.

-Señorita Dhapunt –William asintió en su dirección, notando que era la última persona en marcharse, como todas las semanas.

-Señor Dagger –respondió Scarlett sonriendo y por fin levantándose de su lugar para tomar sus cosas y marcharse al paso más sensual que podía.

Estaba decida a empezar a cazarlo, tenía que seducirlo y hacerlo suyo, no importaba cómo, se dijo a sí misma, sin saber que William estaba todavía en la puerta de la sala de juntas observando como la exquisita figura de la mujer desaparecía por el pasillo, y dando vuelta a los planes que para ese momento ya tenía para la joven huérfana.

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