CAPITULO 15: DOMINGO

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Para el momento en el que Chuck ayudó a Scarlett a entrar en su casa, él se dio cuenta que las cosas definitivamente no habían salido cómo él lo planeó.

La chica se encontraba bastante ebria, y aunque no se comportaba de manera imprudente, era evidente que no era consciente de sus actos al cien por ciento.

- Gracias por traerme, Chuck –mustió una sonriente Scarlett sosteniéndose en la puerta de entrada. Su voz sonaba como si estuviera arrastrando la lengua, pero ella seguía luciendo impecablemente hermosa ante los ojos del francés y de cualquiera que la viera.

- Un placer, chère. ¿Estás segura de que estarás bien?

- Síp –rió.

- Entonces te veo mañana en la oficina. Descansa Scarlett –sonrió encantado.

Ella asintió –Descansa también –ella se despidió y Chuck procedió a dar la vuelta para caminar hacia el elevar. Sin embargo, Scarlett cambió de opinión- Chuck –lo llamó, haciendo que el hombre se volviera.

Chuck, por supuesto, no vio venir el hecho de que ella se le abalanzara sobre él con la intención de besarlo. Cosa que, no sucedió.

- Scar –jadeó sosteniéndola a apenas milímetros de su cara.

- No me hagas esto Chuck –mustió ella lamiéndose los labios todavía con los ojos cerrados.

A Chuck se le cortó la respiración cuando sus húmedos labios rojos aparecieron ante sus ojos. Quería besarla. Tomarla y llevarla a la cama, justo como lo había planeado toda la tarde. Hasta que ella bebió demás. De esa manera, el joven Arnault no pretendía tocarle un solo cabello.

- No me hagas esto tú –mustió haciendo que ella abriera sus preciosos ojos azules mirándolo casi desesperada- no voy a besarte si estás ebrias, chère. No hoy.

Scarlett miró al hombre frente a ella con los ojos llenos de lágrimas. No podía creerlo. Uno más a la lista de hombres que la rechazaba. ¿Desde cuándo? Y ¿Hasta cuándo?

Tomando la poca dignidad que aún sentía en su interior intoxicado de alcohol, se alejó de Chuck abruptamente y volvió a su apartamento cerrando la puerta en la cara del francés, dejándolo aturdido y excitado.

Sólo Dios sabía cuánto valor le había tomado a Charles Arnault no tomar a Scarlett en desierto pasillo. Sin embargo, al hombre no le quedó más remedio que suspirar y retirarse del edificio prometiéndose a sí mismo que se lo recompensaría, a ella y a él.


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26 de enero. Actualidad.

El domingo 26 de enero era un día frío y gris, justo como el humor de Scarlett Dhapunt.

Por la cabeza de la diseñadora, habían pasado miles de pretextos para no ir a su oficina a trabajar, en primer lugar, por la horrible resaca que aún cargaba consigo y en segundo, por qué no sabía cómo iba a mirar a Chuck Arnault a los ojos después de haberse comportado como una descarada y que él la hubiera rechazado la noche anterior. Sin embargo, ninguna excusa la convenció lo suficiente como para huir de sus responsabilidades y era por esa misma razón que a las 11 de la mañana se encontraba sosteniendo una taza de café caliente, que ella misma había preparado ya que nadie más se encontraba en el edificio los domingos.

Mirando a fijamente a la puerta, Scarlett se encontraba esperando al hombre con el que había hecho el ridículo la noche anterior para comenzar a trabajar, rezando porque él decidiera ignorar el vergonzoso suceso y no la hiciera pasar más penurias.

Poco menos de cinco minutos, el momento que esperó pero que temía a la vez, llegó. Chuck entró por la puerta, luciendo una sonrisa reluciente.

Él se veía tan fresco incluso aunque la noche anterior había dejado a Scarlett en su apartamento después de las tres de la mañana y a la chica le dieron ganas de preguntarle acerca de su rutina de piel. Ella no lucía ni de cerca igual de bien que él.

- Buenos días, chère –saludó el francés energético.

- Buenos días, Chuck –respondió una sonrisa de labios juntos.

Chuck vio a la mujer detrás del escritorio sonrojarse en cuanto sus miradas se cruzaron y no pudo evitar reír internamente. Scarlett Dhapunt, la gran empresaria, avergonzada frente a un hombre. Increíble.

El francés no comentó nada más por el momento, a excepción de cosas de trabajo, decidiendo, como siempre, primer enfocarse en lo que importaba. El día era largo y sus ideas podían esperar.

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