Sentada en una fría sala de estar de colores neutros, en donde claramente hacía mucho que no había presencia humana, Scarlett no podía hacer otra cosa que mirar a la nada, perdida en sus pensamientos oscuros. Pálida e inerte, como estaba, y después de más de siete horas de vuelo, el único movimiento que lograba hacer era el de respiración.
- Aquí está tu té, chère –dijo Chuck, sentándose junto a ella en el sofá gris de su apartamento en París. La ciudad del amor. La ciudad natal de Scarlett, a donde había decidido venir a vivir su desgracia- ¿cómo te sientes? –preguntó el francés después de asegurarse que la mujer estaba sosteniendo correctamente su taza de líquido caliente, pero todavía con la mirada perdida y los ojos cristalinos.
Scarlett no contestó, en cambio, llevó la taza humeante hasta su boca y tomó un sorbo cerrando los ojos, acto que hizo que sus lágrimas por fin escurrieran de ellos. A Chuck, se le volvió a cuartear el corazón, justo como había estado pasando desde que muy temprano en la mañana, cuando su amiga lo había llamado para huir de estados unidos y le había contado todo en el avión. Como le dolía verla sufrir, tan rota y pareciendo completamente desesperanzada. Sin embargo, no quiso presionarla y esperó hasta que quisiera hablar con él nuevamente.
- Gracias por traerme aquí –susurró la mujer.
- No tienes nada qué agradecer, Scar –asintió mirando hacia el mismo lugar a donde ella lo hacía, pareciendo indiferente, pero luchando internamente con la guerra que tenía en su interior.
Scarlett suspiró cansada –estoy tan jodida- mustió con la voz rota- al final lo hizo. Me rompió...-la chica tembló y Chuck reprimió las ganas de envolverla en sus brazos para contenerla, con miedo de asustarla- a mí y a mi mundo. –se volvió a quedar en silencio.
- Te dije –susurró el diseñador inseguro- que estaría contigo cuando estuvieras en escombros, mon amour. Y aquí estoy.
Scarlett asintió sin energías para agradecer una vez más, aunque no hiciera falta.
- Voy a llevarte a la habitación para que descanses y mañana por la mañana iremos a la cita con el médico ¿de acuerdo? –dijo Chuck, lo más suavemente que pudo. Lo que menos necesitaba Scarlett era a alguien dándole órdenes.
Ella volvió a asentir y no protestó cuando él la ayudó a sostenerse de pie. Realmente no se había dado cuenta que, en este momento de su vida, necesitaba ayuda incluso para eso, hasta que Chuck se la ofreció.
Después de un par de horas llorando sola y en silencio, hasta drenarse completamente, la mujer por fin se quedó dormida y Chuck pudo hacer lo mismo.
26 de diciembre.
Lo primero que Scarlett hizo al abrir los ojos, fue dar un respingo sobre la cama al darse cuenta que se encontraba en una habitación desconocida. Sin embargo, un par de segundos después, los recuerdos de las últimas 24 hrs la golpearon tan fuerte que casi volvió a tumbarse en la cama.
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DAGA ROJA
Ficção AdolescenteLa grandiosa diseñadora Scarlett Dhapunt, que con apenas 24 años de edad, se encuentra en la cima del éxito, está perdidamente enamorada de un hombre que es 14 años mayor que ella, desde que era apenas una niña y no parará hasta darle caza y consegu...