CAPÍTULO 18: ROSA

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28 de julio. Ocho años atrás.

Dirigiéndose hacia su habitación, el camino del hombre se vio interrumpido por una tenue luz rosa que la puerta entreabierta, de la habitación de la menor de la familia, emanaba hacia el pasillo.

A la chica siempre le había encantado el color rosa y las tenues luces led que iluminaban discretamente su habitación no eran la excepción para llevar la tonalidad que ella tanto disfrutaba.

Parada frente al espejo en ropa interior, ella observaba su cuerpo, preguntándose en qué momento, este se había vuelto tan voluptuoso. ¿Cuándo su trasero se había vuelto tan grande y sus senos se había hinchado tanto que la hacían parecer mucho mayor de lo que realmente era? Ella sabía que de no ser por la inocencia de las suaves facciones que su rostro todavía guardaba, seguramente parecería una chica de más de 20 años; y no era que le molestara, al contrario. Hacía varios meses que había estado sacándole provecho a sus atributos para atraer a los chicos de su escuela y besarlos detrás de las gradas del campo de futbol. Ella era sin duda, una chica coqueta, que, aunque no llegaba nunca a nada realmente sexual con los varones que conocía, disfrutaba de la atención masculina. Sin embargo, había una atención que nunca había podido atraer como quería.

No hasta ese día.

Lo que la menor no sabía, era que detrás de la rendija de su puerta entreabierta, se encontraba el hombre en el que estaba pensando; observándola fascinado.

Sin pensarlo, él empujó un poco más la puerta de la habitación color rosa, dejándose ver completamente. La chica no tardó ni un solo segundo en notar su presencia, y aun mirándolo a través del espejo de cuerpo completo frente a ella, no se inmutó ni un poco, y en cambio sólo pudo mirarlo fijamente a los ojos, retándolo a acercarse. Porque era justo lo que ella quería, con lo que había fantaseado desde hacía meses atrás.

Él pareció leer su mente, porque dos segundos después de que sus miradas hicieron contacto, se encaminó a ella, sin dejar de mirarla a través del espejo, posicionándose a sus espaldas, con apenas un centímetro de distancia.

Incluso aunque, con 16 años, la joven medía casi 1.70 cm de altura, él le sacaba más de 20 cm de diferencia, hecho que la hizo inclinar un poco la cabeza para mirar su cara cargada de deseo en el cristal.

- Eres perfecta –mustió el hombre, rozando la yema de sus dedos por el hombro desnudo de la menor.

- ¿Lo crees de verdad? –susurró ella en un genuino tono inseguro. Los nervios la inundaban. Jamás se había mostrado frente a un hombre en tan poca ropa y que él fuera el primero, la hacía temblar internamente.

- Sí –contesto simplemente, mientras deslizaba sus dedos por la suave y pálida piel del brazo de la chica.

- Me gusta tu toque.

El cálido susurro de la pequeña mujer frente a él, lo dejó frío. Ella no tenía ni idea del efecto que aquellas palabras tuvieron sobre él.

Todavía dudando, pero impulsado por el deseo, eliminó la distancia que quedaba entre ellos. Se apegó al trasero de la muchacha, y bajó sus manos hasta las de ella, entrelazando sus dedos para posteriormente abrazarla por la cintura, en la misma posición, haciéndole saber cómo su cuerpo reaccionaba ante ella y disfrutando de la calidez que su perfecta piel emanaba.

- Me gusta tocarte –le susurró al oído. Él sonrió cuando la escuchó jadear.

- ¿Aunque no sea correcto? –preguntó ella inocentemente.

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