CAPÍTULO 9: LIMUSINA

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Cuando el momento apropiado llegó, tomada de la mano de William Dagger, la diseñadora Dhapunt salió del imponente teatro para dirigirse a la limosina junto a su prometido, con destino a su casa. Eran aproximadamente las dos de la mañana y Scarlett no podía dar un solo paso más sobre los tacones de aguja y brillantes que llevaba en sus delicados pies.

- Fue una noche perfecta –comentó una vez dentro del auto en marcha y mirando a su prometido, que no la miraba a ella.

- Lo fue –contestó volviéndose hacía ella- eres brillante en todos los sentidos, Scarlett.

- Soy buena con las cosas, si las hago con amor –reconoció humildemente.

William asintió pensativo y Scarlett volteó su mirada hacia la ventana a su derecha, un poco decepcionada. Ella sabía que él era un hombre de pocas palabras, siempre lo había sido y presentía que, con el tiempo y la madurez, ese hecho había aumentado, para su desgracia, ya que ella era una mujer energética y siempre tenía un tema de conversación; rara vez estaba quieta o callada. Sin embargo, lo que menos quería era forzarlo a nada, mucho menos hostigarlo y alejarlo. Reflexionó entonces que, por hoy, William Dagger le había dado incluso mucho más de lo que ella hubiera podido imaginar y debía estar satisfecha.

Era una lástima que ella no se conformara, con nada.

Fue la euforia que todavía albergaba su cabeza de los acontecimientos en el evento, el deseo que, el beso para sellar su compromiso, había dejado en su cuerpo y el anhelo que guardaba profundamente en su alma por el hombre a su lado, lo que la llevó a volver su mirada hacía él, para encontrarse con el hecho de que él todavía la miraba y sin dudarlo tomar su cara entre sus manos para besarlo profundamente.

Una vez más, William Dagger no dudó en devolver el beso que los labios suaves y con sabor dulce estaban exigiendo sobre los suyos. Scarlett era sin duda una experta besando y cuando su lengua se introdujo sin permiso en la cavidad bucal del hombre, este no pudo evitar soltar un gruñido de satisfacción a lo que la chica sonrió sintiendo como la vibración de su gesto atravesaba su garganta.

En un hábil movimiento, la mujer de cabello largo y castaño se encontraba sentada a horcajadas sobre el musculoso hombre con el que soñaba todas las noches, desde que era sólo una niña. Sintiendo como su erección crecía debajo de ella mientras seguía devorando su boca, Scarlett gimió discretamente. El vestido que llevaba puesto era demasiado abierto como para permitirle llevar ropa interior. Era por ello que había sido colocado cuidadosamente con cintas invisibles sobre los lugares correctos para que no dejará ver sus partes íntimas por accidente. Sin embargo, la dejaba completamente expuesta en la posición en la que se encontraba actualmente.

No fue hasta el momento en que ella comenzó a moverse en pequeños círculos sobre él buscando mayor placer, que William Dagger reaccionó llevando sus manos a las caderas de la mujer y descenderlas por su trasero apenas cubierto y piernas desnudas mientras suspiraba en el beso al sentir su tersa piel.

A Scarlett le tomó por sorpresa cuando William decidió acariciar la parte interna de sus muslos con las yemas de sus dedos, tratando de ascender de nuevo a su cadera y se encontró con sus labios mayores completamente expuestos y húmedos, ya que ella no pensaba llegar a ese tipo de toque tan íntimo.

William se separó levemente de la muchacha, todavía respirando el mismo aliento a un par de centímetros de ella y sonrió pervertidamente ante su descubrimiento. Scarlett era para él, sin duda, una caja de pandora. Ella iba a dar una explicación acerca del vestido y de la ropa interior cuando el hombre volvió a tomar sus labios en un beso, incluso más apasionado que el anterior. Más duro, más exigente mientras que sus manos la levantaban incluso un poco más para que le diera acceso a sus dedos de explorar sus pliegues, los cuales separó con delicadeza y exploró hasta encontrar el clítoris de la hermosa mujer que tenía sobre él.

Scarlett gimió con apenas el primer contacto que las frías yemas de los dedos de William tuvieron con su hinchado manojo de nervios. Estaba sorprendida pero inimaginablemente excitada, así que no iba a detenerlo. Al contrario, estaba cada vez más contenta con la idea de hacerlo olvidar su absurda idea de no tener intenciones de llevarla a la cama. Aunque no era exactamente lo que estaban haciendo, era un paso mucho más cerca de ello.

Los dedos de una de las manos de William mantenían abiertos los pliegues de su prometida mientras que un par de yemas de su mano opuesta trazaban círculos en su prominente clítoris y sus labios abandonaban la dulce boca de la mujer en éxtasis para descender por su delicada mandíbula y dejar pequeños besos húmedos en su cuello, clavículas y pechos, que para el momento se habían descubierto gracias a los bruscos movimientos de Scarlett sobre sus dedos. Ella tenía unos senos preciosos, grandes, redondos y de pezones pálidos, como toda su piel en general. Era un sueño hecho realidad y William estaba más que feliz de estarlo viviendo, mientras succionaba y mordía levemente su sensible carne.

No fue necesario mucho tiempo para que la dulce chica sobre su regazo empezara a respirar entrecortadamente, gemir más alto y buscar sus labios para ahogar los gritos que el orgasmo por estimulación le estaba provocando.

Para este punto, el chofer del auto que se encontraba del otro lado del cristal polarizado seguramente ya sabía lo que la pareja se encontraba haciendo. Cosa que le importaba prácticamente nada al empresario. Todo su personal estaba bajo promesa de discreción y eran de su absoluta confianza.

Cuando abandonó de nuevo la boca de la mujer en sus brazos, esta estaba escandalosamente sonrojada y agitada. Sus bonitos ojos azules brillaban como luceros incluso en la penumbra del auto y sus labios estaban rojos e incluso más hinchados y carnosos de lo que normalmente eran. A William le pareció la imagen más erótica y deliciosa que hubiera visto en su vida. La pequeña Scarlett Dhapunt acaba de correrse sobre su mano y brillaba como una estrella todavía encima de él. Su entrepierna dolía tremendamente ante semejante excitación, pero la simple imagen de la mujer lo valía todo, absolutamente todo.

- Will –mustió la chica todavía con la respiración irregular y un tanto desorientada.

- Shhhh, ya llegamos a tu casa, cariño –le avisó mientras la limusina de estacionaba justo frente a las puertas giratorias de cristal de su edificio.

- Dios –suspiró Scarlett mientras salía de encima de su prometido.

William bajó del auto sin una palabra más y lo rodeo para abrirle la puerta a la chica que bajó de él como si nada hubiera pasado, como si dos segundos antes no hubiera estado todavía aturdida por lo sucedido. Con el vestido en su lugar y el cabello completamente acomodado. No se parecía en nada a la mujer vulnerable a horcajas sobre él después de haber tenido un orgasmo. William se preguntó si Scarlett hacía algún tipo de magia y rio para sus adentros ante la fantasiosa idea.

Una vez fuera, la tomó de la mano y la acompañó hasta la puerta de su edificio donde el guardia de seguridad los saludó amablemente.

Scarlett se acercó a él poniendo sus pequeñas manos sobre su pecho y mirándolo debajo de sus largas pestañas. Encantadora, pensó William.

- Buenas noches, cariño –dijo melosa a sabiendas de que el guardia de su edificio los escuchaba.

William frunció levemente el ceño ante la sorpresa de no ser invitado a entrar en su casa.

- Buenas noches, preciosa –contestó resignado y presionó un leve beso en sus labios como despedida.

El hombre vio cómo su prometida entraba en el edificio y subía a su elevador mientras contoneaba sus amplias y deliciosas caderas. Decepcionado, inevitablemente.

Por su mente, habían pasado miles de imágenes en las que él disfrutaba de ella en su cama, sin tiempo definido. Fantasía que por supuesto, Scarlett había echado abajo cuando no lo había invitado a entrar a su casa.

Regresó a su auto y se marchó a casa. Reflexionó entonces que había sido lo mejor. No involucrarse más de la cuenta con Scarlett Dhapunt, una chica 14 años menor que él. Lo de la limusina había sido un error. Se había dejado llevar por el deseo que la semana de abstinencia, que apenas llevaba, le había provocado.

Y por la exuberante belleza de la mujer que lo había besado sin permiso, se recordó a sí mismo.

No importaba, debía mantenerse alejado sexualmente de Scarlett. Mantener su promesa de respetarla y cuidarla. A cualquier costo.

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