CAPÍTULO 34: 39

1.4K 90 6
                                    

20 de agosto.

- Oh, lo siento –dijo Scarlett cuando la tabla que sostenía los nuevos contratos de las modelos de Deluxe cayó al suelo haciendo ruido y deslizándose un poco más allá de los pies de la persona con la que había chocado por tener la mirada completamente perdida en las cláusulas de los papeles.

- Scar –jadeó Kara- yo lo siento, venía corriendo- explicó mientras alcanzaba el objeto caído y lo devolvía a su dueña.

- Kara –sonrió la diseñadora- ¿estás bien? –preguntó un poco preocupada al ver el intenso color rojo sobre las mejillas de la mujer.

- Sí –se apresuró a contestar- creo que voy a enfermar. Por eso ya me iba a casa.

- Oh –asintió- de acuerdo, toma algún antigripal y descansa todo lo que puedas. Avísame si necesitas un par de días libres o cualquier otra cosa ¿está bien?

- Gracias, Scar. Hasta luego –se despidió Kara marchándose tan apresuradamente como había llegado.

Kara siempre estaba apresurada, porque de eso se trataban su trabajo; de ser eficiente y estar siempre en el lugar correcto, en el momento correcto. Pero Scarlett no estaba del todo segura que esa fuera la razón por la que estaba en ese extraño estado; sin embargo, lo dejó ir porque necesitaba regresar los contratados firmados a Deluxe lo más pronto posible.

La mujer siguió su camino un par de metros más, en dirección a su oficina, hasta que unas manos grandes la sostuvieron por los brazos antes de chocar y terminar con la tabla en el suelo nuevamente.

- Hey –saludó Chuck. Qué americano, pensó Scarlett- ¿por qué tan distraída el día de hoy, chère?

- Chuck –sonrió ella antes de acercarse a dejar un par de besos en sus mejillas en forma de saludo- qué bueno es verte. Necesitamos hablar de negocios.

- Siempre me interesan los negocios, chère –inquirió el francés levantando las cejas juguetonamente antes de seguir a su colega hasta su oficina y hablar a puertas cerradas lo que sería su próxima hazaña juntos.

- Siempre me interesan los negocios, chère –inquirió el francés levantando las cejas juguetonamente antes de seguir a su colega hasta su oficina y hablar a puertas cerradas lo que sería su próxima hazaña juntos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

- Maldita sea, Ronald.

El puño de William Dagger aterrizó sobre el escritorio lleno de papeles frente a él, producto de la ira y la impotencia que lo embargada en aquel momento. La cabeza le iba a mil y estaba a punto de devolver su desayuno en el retrete.

- Lo siento, hermano –dijo el abogado cerrando su portátil- hemos pasado meses tratando de invalidar la última versión del testamento, pero ha sido imposible, de verdad.

William suspiró hastiado, dejándose caer pesadamente en su silla de oficina.

- Estoy arruinado –mustió tallándose ambos ojos con el pulgar y el dedo medio.

- Hoy no, pero me temo que en cuatro meses lo estarás –Ronald trató de reprimir una risa.

Qué humor de mierda. Pensó William gruñendo en respuesta.

DAGA ROJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora