CAPÍTULO 8: COMPROMISO

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- Scarlett –la llamó Kara, su "manager"- me gustaría presentarte a Charles Arnault. Famoso diseñador francés, tu competencia directa –rió con lo último.

Scarlett extendió su mano derecha sonriendo para saludar al guapísimo chico que se encontraba frente a ella sonriéndole de la misma manera. Él no debía tener más de 25 años y con sus ojos cafés y más de 1.80 metros de altura, era impresionantemente guapo. No más que el adonis que sostenía discretamente su cintura, según Scarlett.

- Mucho gusto. Soy Scarlett Dhapunt.

- Todo el mundo sabe quién eres, preciosa. Créeme. Por otro lado, puedes llamarme Chuck –dijo con su notable acento francés, lo que le pareció innegablemente encantador a la chica.

- Este es William Dagger, mi...

- Su pareja –completó el hombre, de manera posesiva, tomando la mano del diseñador. A Scarlett no le pasó desapercibida la acción y no pudo evitar sonreír ante ella.

- Un gusto, señor Dagger –le sonrió Chuck.

- Bienvenido, señor Arnault. Es un placer tenerlo aquí esta noche –le dijo Scarlett al francés.

- Es un placer para mí también, señorita Dhapunt es, por tanto, es de mi agrado recordarle que he agendado una cita para reunirme con usted esta misma semana y hablar de negocios.

Al escuchar el aviso del hombre hacía Scarlett, con un descarado tono de coqueteo, William no pudo evitar incomodarse y tensar su agarre sobre la piel desnuda de la mujer que tenía delante de él. Maldita fuera su posesividad.

- Será muy grato volver a verlo pronto, señor Arnault –sonrió la cortésmente la castaña.

- Por el momento me despido, reiterando mis felicitaciones por tan magnifico evento. Con permiso, señor Dagger y señorita Dhapunt –el hombre se inclinó tomando la mano derecha de Scarlett y depositando un beso en su dorso que demoró más tiempo de lo debido y todos los presentes lo notaron; sin embargo, a Charles Arnault poco le importaba.

Con paso elegante, el francés se retiró de la vista de los anteriormente mencionados y fue entonces cuando William cayó en cuenta de que era, sin duda, el momento indicado para llevar a cabo lo que había estado dando vueltas en su cabeza toda la mañana de ese día mientras se mentalizaba el hecho de tener que exponer su imagen ante un público más grande del que incluso estuvo imaginando.

- Ven –le dijo a Scarlett simplemente y la llevó un poco más al centro del salón de reuniones en donde la mayoría de los invitados se reunía.

Una vez en el lugar que William consideraba como adecuado, pidió al personal bajar el volumen de la música y cuando estuvo hecho, con una copa en mano, el hombre se aclaró la garganta y llamó la atención de los presentes sin detenerse a pensar tanto.

- Señoras y señores –se aclaró falsamente la garganta una vez más- mi nombre es William Dagger, para quienes no me conocen –él mismo sabía que era una tontería. Sabía que incluso aunque su imagen no fuera tan publica como la de la mayoría de la de las personas presentes, era un hombre reconocido en el alto mundo- y hoy estoy aquí con dos propósitos. El primero, estar al lado de esta mujer espectacular –dijo señalando a Scarlett, quien lo miraba atónita- lleno de orgullo y admiración, comprobando por mí mismo el porqué de su merecido éxito –cosa que no era en absoluto mentira- y el segundo y más importante a nivel personal –dijo hurgando en su chaqueta negra italiana para sacar una caja del mismo color forrada en terciopelo con detalles en rosa, para proceder a ponerse sobre una de sus rodillas en medio de la multitud de gente, que cada vez era más, incluidos los medios- hacerte saber que eres la mujer de mis sueños, que estoy profundamente enamorado de ti y por tanto, pedirte que te cases conmigo, Scarlett Dhapunt.

En medio de un baño de flashes provenientes de todos los ángulos posibles, Scarlett se quedó paraliza por un par de segundos.

No lo podía creer y cada segundo le costaba más recordar que todo era por un contrato, que, aunque pareciera que estuviera viviendo el sueño de su vida, todo era una farsa. Una farsa que sabía a miel. Tan dulce sobre su lengua, era todo lo que ella alguna vez hubiera querido para sí misma. El éxito, la fama, el dinero y el amor. "Amor" proveniente del hombre que más había amado en su vida desde que tenía memoria.

William le estaba dando desde ya, más de lo que ella esperaba. Era una mentira decir que ella sabía de esto, o de la cena del jueves, o de las flores que él había enviado a su oficina y casa desde el beso después de dejarla en la puerta, o que estuviera dispuesto a mostrarse como nunca lo había hecho sólo por terminar de encajar con ella. Bendita fuera la vida, que estaba siendo tan generosa con ella. Pero no podía evitar sentirse tremendamente asustada. Ella sabía que todo tenía un precio, un precio que no estaba segura de estar dispuesta a soportar.

Empujando su miedo hacía la parte posterior de sus pensamientos, la joven empezó a asentir con los ojos cristalizados, genuinamente emocionada y excitada por el épico acontecimiento que estaba sucediendo ante sus ojos.

- Por supuesto que quiero casarme contigo, cariño –contestó ahogada.

William se incorporó, sacó la alianza de oro con diamantes de un tenue color rosa, el color favorito de su ahora prometida, de la caja y lo colocó en el delicado dedo de la chica para después besarla delante de toda la audiencia.

Los flashes, aplausos y murmullos no se hicieron esperar mientras la pareja se besaba, con lo que parecía amor y deseo delante de más personas de las que podían contar. Esa sin duda, sería la noticia del mes.

Después de separarse de su dulce boca, William abrazó a Scarlett susurrando un "gracias" en su oído, a lo que la chica sólo asintió tomándolo como un agradecimiento por su buena actuación. Lo que ella no sabía era que William se refería a algo mucho más que el teatro que los dos estaban construyendo. Los sentimientos del hombre iban mucho más allá de su conveniencia. Él apreciaba genuinamente a la muchacha entre sus brazos y sabía que su alianza en matrimonio iba, no sólo a ser extremadamente conveniente, en cuanto a economía, para él, sino que lo estaba tomando como una oportunidad de proteger a Scarlett de todo lo que pudiera salir mal. Devolverle un poquito de lo que sentía que le debía, por haberla dejado en el olvido por tantos años, justo cuando ella más lo había necesitado.

DAGA ROJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora