CAPÍTULO 4: PROPUESTA

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08 de enero. Actualidad.

El martes mientras Michael Roberts daba algunos reportes casi irrelevantes, William no podía despegar la mirada de la chica de cabello castaño rojizo que se encontraba sentada a la misma altura que él, pero del otro lado de la gran mesa de la sala de juntas.

Scarlett parecía cansada y aburrida. Era normal, se dijo William. La junta era todo menos entretenida y debido al poco ánimo de los socios en las últimas semanas estaba pensando en reducirlas a una cada quincena, en lugar de una semanal. A él también empezaba a escasearle el tiempo, sobre todo cuando la naviera estaba ascendiendo en actividad económica; ya no podía estar tres o cuatro días en TouchPoint e iba a reducir su tiempo productivo en la publicidad a dos días, lo que lo obligaba a reducir también el tiempo con los socios y a juntar los reportes para dar dos en lugar de uno en cada reunión.

El tiempo parecía ir lento, cada minuto parecía una hora y para casi el final de la reunión no podía dejar de mover el pie izquierdo como cada vez que se ponía ansioso, así que cuando por fin terminó, se puso de pie en el salto para despedir a los socios.

Scarlett como siempre, fue la última persona en prepararse para marcharse, tan calmada como siempre parecía estar.

Cuando ella atravesó la puerta despidiéndose brevemente de William, fue la sorpresa quien llegó a él, ya que esperaba que ella lo encarara, preguntándole qué había significado el correo que su abogado le había enviado el día anterior.

- Scarlett –la llamó cuando ella ya se encontraba a mitad del pasillo.

Entonces fue el turno de Scarlett para sorprenderse al escuchar su nombre en los labios del hombre. Cosa que no había sucedido desde que tenía 16 años.

- ¿Sí? –preguntó volviéndose.

- ¿Podríamos hablar un par de minutos?

- Por supuesto –asintió aun confundida.

William la alcanzó y le indicó el camino a su oficina privada dejándola pasar primero e invitándola a tomar asiento.

- ¿Tienes algo que decir sobre el correo de ayer? –preguntó él, una vez que estuvo sentando frente a ella en su silla de oficina.

Scarlett lo miró con clara duda dibujada en su bonito rostro y el ceño un tanto fruncido. Estaba muy cansada, pero tenía lo suficientemente buena memoria para saber que no había leído ningún correo del señor Dagger el día anterior.

- Discúlpeme, pero no sé de qué habla, señor Dagger.

- Mi abogado, Ronald Hamilton te envió un correo ayer por la mañana, pensé que lo habrías leído y lo discutiríamos hoy.

- No recibí ningún correo del señor Hamilton, pero podría decírmelo ahora mismo y discutirlo ya que nos encontramos aquí –sonrió levemente.

Scarlett se dijo a sí misma que tal vez esta era la señal para comenzar con su caza. El dialogo, el coqueteo, el objetivo.

- Era la invitación a un negocio –dijo William simplemente.

- Lo escucho, señor Dagger –Scarlett cruzó sus piernas sin dejar ver nada demás gracias a su vestido midi ceñido, sin embargo, la acción hizo tragar saliva a William.

- Scarlett, quiero que te cases conmigo –soltó sin más, haciendo que toda la sangre de la chica se bajara a sus pies.

- ¿Qué? –mustió apenas sin aliento, sintiendo como todo su interior temblaba sin saber si era de miedo, emoción o anticipación.

- Me has oído perfectamente, Scarlett –dijo mirándola fijamente, tratando de controlar la situación, aunque la verdad era que cada uno de sus vellos se encontraban erizados debido a los nervios.

- Lo siento, señor. Creo que no he entendido bien. ¿Está usted pidiéndome matrimonio? –preguntó casi ahogada.

- Es un negocio, como se lo he mencionado anteriormente, señorita Dhapunt –la miró un tanto expectante. Sin embargo, ella aun lo observaba con clara duda en el rostro y los ojos un poco desorbitados- Un contrato, muy sencillo y breve –continuó- Pero debes firmar un acta de matrimonio, después.

- ¿Por qué quiere usted casarse conmigo, señor Dagger? Esa es la verdadera pregunta –Scarlett estaba desesperadamente tratando de tomar el control de la situación. Ella no estaba cómoda sintiéndose con nulo conocimiento acerca del terreno en la que la estaba poniendo el hombre de sueños, incluso si estaba fascinada con la propuesta.

- Te necesito –dijo simplemente.

- ¿Para qué?

William suspiró derrotado. Sabía que Scarlett había sido siempre una chiquilla curiosa e insistente. Sin embargo, también comprendía que casarse no era una cosa a la ligera, era por eso que él nunca había pensado si quiera en hacerlo. No hasta ahora, aunque no fuera de verdad. Aparte, ella se merecía la verdad. Después de todo, las cosas se hacen mejor cuando uno tiene conocimiento completo de las situaciones que atraviesa.

- Es una historia un tanto larga. Pero podemos resumirla a una herencia, una demanda de esposa con ciertas características específicas que tú cumples y ciertos intereses familiares que podemos detallar después.

-Entiendo –la verdad era que apenas entendía, pero no quería verse como una completa tonta y presionar su suerte. - ¿Qué gano yo, en este embrollo en el que me quiere meter, señor Dagger? –preguntó tratando de parecer una arpía, aunque la realidad era que ella ya estaba ganando con el simple hecho de que uno de sus sueños más salvajes se estaba haciendo realidad. Que William Dagger le pidiera matrimonio. Aunque no era ni de lejos como lo había imaginado, era ganancia 100%.

- Vas a tener un porcentaje de dicha herencia, Scarlett –le dijo simplemente a lo que ella respondió elevando una de sus perfectas cejas con la pregunta "¿Cuánto?" dibujada en su expresión. William entendió y siguió- el 33.3%, para ser exactos.

- ¿Estás consiente de que no necesito tu dinero, William? –habló en un claro tono de perra mala, atreviéndose incluso a tutearlo por primera vez desde hacía tantos años, que incluso había olvidado la última vez.

Maldita sea. En serio estaba logrando parecer una arpía. Sin embargo, era parte de ella. Dominar las situaciones, tener el poder y la última palabra. Con William sentía la especial necesidad de hacérselo saber, de dejar claro que si aquello se llevaba a cabo era porque ella así lo quería, no porque él lo demandaba.

Aquellos sentimientos estaban tal vez vinculados con los años de soledad y añoranza que había atravesado en lo último de su adolescencia. Ahora necesitaba sentir que ella estaba al mando, no la tristeza, el hambre o cualquier otro sentimiento que había podido romper su alma.

- Por eso te escogí, Scarlett. Me gustaría que lo tuvieras claro –contestó mirándola fijamente a los ojos. Sus ojos. Azules y profundos; llenos de sabiduría y experiencia. Los ojos que por tantos años había deseado que se fijaran en ella.

Scarlett se levantó de su asiento sin decir una sola palabra y caminó hasta la puerta siendo observada por William, quien estaba atónito. No podía creer que la chiquilla se fuera a ir y dejarlo así sin más.

-Espera mi respuesta, mañana a primera hora. –dijo sin voltear a mirarlo y sin más, se retiró.

William se dejó caer pesadamente sobre su silla de oficina soltando todo el aire que había retenido al pensar que Scarlett había resultado ofendida y se iría sin darle un solo indicio de su respuesta.

Sabía que conseguir la aceptación de Scarlett iba a ser una tarea difícil, pero no porque ella se hubiera convertido en un hueso tan duro de roer, aparentemente.

Ahora entendía mejor cómo es que una chica de 24 años había llegado tan arriba en tan poco tiempo. Cómo es que había construido su imperio desde la primera piedra sobre unos cimientos en ruinas. Era su actitud. Nada tenía que ver su cuerpo exuberantemente exquisito o su preciosa cara de porcelana. Era algo más. Toda ella era una fiera y asustaba hasta la médula, según el criterio de William Dagger.

DAGA ROJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora