CAPÍTULO 41: BEGG

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31 de enero.

El sábado de esa misma semana Scarlett regresaba a su apartamento de mal humor y tres bolsas de ropa nueva porque nada de lo que se había comprado cuando llegó a París le quedaba bien ya, al parecer el embarazo gemelar no sería tan gentil con su cuerpo. Aparte, necesitaba ropa para viajar esa misma noche, ya que todas sus cosas seguían en la casa de William; literalmente estaba reconstruyendo desde su corazón hasta su closet.

Exhausta, soltó las bolsas un momento sólo para sacar la tarjeta llave de su bolso y la pasó por la cerradura antes de que esta se abriera con un clic. Ella volvió a tomar las asas y las levantó para entrar empujando levemente la puerta con su hombro. Lo que vio del otro lado de la puerta, casi la hizo desmayarse.

William Dagger. Sentado en su sala.

Scarlett jadeó dejando caer lo que cargaba y se llevó la mano izquierda al pecho y la derecha a la espalda baja sintiendo como sus rodillas flaqueaban. William, no se inmutó, en cambio, la miraba duramente desde el sillón frente a ella.

- Siempre tan buena mintiendo ¿no? –dijo el hombre, con la voz igual dura que su mirada.

- Qué carajos –contestó ella, apenas pudo recuperar el aliento- ¿Qué diablos haces dentro de mi casa?

- Pareces olvidar lo que el dinero y el poder pueden hacer, Scarlett.

William lucía pálido y un tanto más delgado que la última vez que ella lo había visto, sin embargo, su aspecto era tan oscuro que rozaba lo siniestro. Scarlett tembló. No estaba preparada para verlo hasta dentro de dos días, firmando el divorcio y no dentro de su casa sin invitación.

- Me importa una mierda tu dinero y tu poder –contestó ella elevando la barbilla desafiante- no tienes derecho a estar dentro de mi casa, voy a llamar a seguridad para que te echen de aquí –tomó el móvil marcando el número de recepción.

- La primera mentira es tu estancia con Arnault –dijo el hombre levantándose, por fin del sillón, caminando tranquilamente alrededor.

Scarlett tragó grueso apretando el móvil en su mano.

- Porque he revisado cada rincón de este lugar y no hay ni una sola cosa que indique que él si quiera ha pisado este apartamento.

Ella frunció el ceño, sintiendo cómo el enojo, por la invasión de su privacidad, comenzaba a inundarla.

- Qué te...

- Y pensaba que la segunda mentira sería el... -señaló su barriga descubierta por el crop y la sudadera deportiva abierta que ella vestía- bueno, la cuna lo confirmó por completo.

Qué bueno que sólo había comprado una cuna enorme para los bebés. Pensó. Porque odiaba sentirse tan descubierta por el hombre frente a ella. Quería, por lo menos, guardar una parte de su embarazo para ella misma hasta que fuera estrictamente necesario.

- Estás loco ¿Quién te crees para registrar mi casa? –lo acusó cada vez más enojada.

- Lo que me lleva a la tercera, o más bien, segunda mentira... -dijo el hombre caminando hacia ella. Scarlett no pudo hacer nada más que quedarse paralizada en su lugar- no es suyo.

- Lárgate de una vez, William –habló lo más segura que pudo ya que, para el momento, apenas los separaban un par de centímetros de distancia.

- En realidad, eres una pésima mentirosa, Scarlett, siempre lo has sido.

- No es tu hijo, si es lo que crees –espetó la mujer, por fin teniendo la fuerza de voluntad para esquivarlo y caminar lejos de él- así que deja de ser ridículo y regresa a Estados Unidos.

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