01 de febrero. Actualidad.
Con los ojos fijos en el espejo, Scarlett no podía creer lo que veían sus ojos.
Una mujer preciosa y exitosa vestida de novia, brillando de felicidad.
Y es que, aunque todo fuera una mentira, no iba a cansarse de decir que se trataba de una mentira que sabía dulce sobre sus papilas gustativas.
Su vestido hecho a mano y diseñado por ella misma la hacía parecer inmaculada, casi digna de un altar.
- Luces divina, cariño –le dijo Marggot secándose una lágrima rebelde y observando su reflejo desde atrás, después de haberle colocado la gargantilla de diamantes, como único accesorio, que había pertenecido a las mujeres de la familia Stan por siglos.
- Gracias, Maggie –dijo volviéndose a ver a su futura suegra.
Marggot tomó las manos de la muchacha dándoles un leve apretón –te he apreciado desde el día que te conocí siendo una chiquilla- rió la mujer nostálgica –y estoy muy contenta de que hoy sea el día en que te convertirás en parte de mi familia oficialmente, Scarlett. Espero, de corazón, que mi hijo y tú se hagan felices mutuamente y si no funciona... -su voz tembló levemente- lo siento, tengo que decirlo... – negó a un tanto avergonzada –si no funciona, querida; si un hombre no te da lo que quieres y mereces y tienes que irte, tú sigues siendo esta grandiosa mujer. No somos alguien porque quienes son nuestras parejas. Somos lo que somos por nosotras mismas. Nunca permitas que te hagan creer lo contrario, ni siquiera el amor que sientas por un hombre.
A Scarlett se le aguaron los ojos al escuchar las palabras de la mujer mayor, que hablaba desde su experiencia, sabiendo perfectamente que Marggot misma se había ido varias veces del lado de hombres que creía amar, porque no habían estado a la altura. Y sin duda lo apreciaba aún más porque, ella estaba casándose con el hijo de la mujer que estaba dándole las palabras que, se supone, una madre debería darle a su propia hija.
- Gracias por esto, Maggie. No sabes cuánto significa para mí –respondió la joven con la voz quebrada.
- Aquí estaré cariño, y al igual que Will, yo también siento mucho no haberlo hecho cuando más me necesitaste.
Aquellas palabras tomaron por sorpresa a Scarlett, en primer lugar, porque no sabía hasta qué punto William y su madre sabían acerca de la situación por la que ella había tenido que pasar después de la muerte de sus padres; y en segundo, porque William jamás había mencionado algún tipo de arrepentimiento por desaparecer completamente de su vida después de aquella noche...
- El que estés aquí ahora es suficiente para mí, Maggie –sonrió la muchacha.
Ambas mujeres se abrazaron y sin más sentimentalismos, se dirigieron al altar.
Los ojos, color mar en tormenta, de William Dagger casi se salen de orbita cuando, parado en el altar de la catedral de la ciudad, vio caminar lentamente hacia él a la mujer más espectacular que hubiera podido apreciar en su vida.
Scarlett vestida de novia, con un impresionante y enorme vestido blando, era todo lo que William había querido ver en su vida, y no lo supo hasta ese momento, cuando ella extendió su mano hacia él para que la ayudara a subir al estrado, pudiendo así percibir su delicado aroma a flores, observar su preciosa piel cremosa, sus cabellos en distintos tonos de café y sus ojos que, en este día, parecían ser muchísimo más claro que en otros.
Cuando el sacerdote comenzó con la ceremonia, él no pudo despegar la vista ni un solo segundo de su prometida y no fue hasta el momento en donde las palabras del consentimiento comenzaron, que William despertó de su ensoñación y procedió.
- William James Dagger ¿le prometes, a Scarlett Anee Dhapunt, ser fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza; y así amarla y respetarla todos los días de su vida?
- Sí, lo prometo –respondió el hombre sin vacilar un solo segundo.
- Scarlett Anee Dhapunt –siguió el sacerdote haciendo que la muchacha tragara un nudo en la garganta- ¿le prometes, a William James Dagger, ser fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza; y así amarlo y respetarlo todos los días de su vida?
Scarlett estaba temblando internamente y rezaba para que William no lo notara. Los nervios la estaban matando y desde el momento en el que había tomado la mano de su prometido, su mente no dejaba de dar vueltas, dudando acerca de lo que estaba haciendo.
Estaban casándose ante la ley y Dios. Y es que, aunque en un principio se prometió a sí misma que iba a hacer que su matrimonio se convirtiera en algo real, ella sabía perfectamente que William no la amaba y que jamás serían una pareja de verdad, porque él ni siquiera quería verse involucrado sexualmente con ella. Hacía dos días él había prometido darle todo lo necesario y cuidarla, palabras que, en su cabeza sonaban a dinero y reputación. Ella creía que William iba a sacrificarse para no involucrarse con otras mujeres y así cuidar su reputación. Sin embargo, aquello no podía sonar peor. Este matrimonio iba a hacerlos tan infelices a ambos. A ella por no poder tener al hombre que amaba como un esposo de verdad y a él por cortarle las alas a su maravillosa vida de libertad.
Con los ojos brillosos de lágrimas, Scarlett escaneó aquella enorme catedral llena de personas, cuyas caras, algunas ni reconocía. Y no fue hasta que su mirada se conectó con una mucho más oscura, perteneciente a su más reciente amante, que se detuvo.
En últimas filas de asientos, se encontraba Charles Arnault, presenciando su unión, justo como se lo había prometido un par de días atrás. Sin embargo, el diseñador parecía estar a punto de salir corriendo. Hacia el altar. Por ella.
De repente, su mirada volvió al ojiazul frente a ella y se sintió tremendamente mareada y con una filosa daga sobre su cuello a punto de degollarla.
- Yo... -balbuceó la mujer.
William vio la duda en los ojos de Scarlett y una descarga de miedo y adrenalina recorrió todo su cuerpo. No podía perderla. No ahora.
- Scar –mustió él, preso del pánico.
Los ojos azules de William brillaban como nunca en su vida Scarlett había podido apreciarlos y su lado egoísta se dio cuenta de que aquella, era la mirada que había querido ver cada día desde que tenía 15 años, cuando se dio cuenta de que estaba irrevocablemente enamorada del amigo de su padre.
William era simplemente el cielo al que siempre había querido ascender y ahora que se encontraba tocando a las puertas de San Pedro, el pánico y la incertidumbre habían decidido inundarla y hacerla sentir como si estuviera a punto de ahogarse.
Sin embargo, poco segundos después, las dudas desaparecieron. Ella no se caracterizaba por ser precisamente la más correcta, en cuestiones de amor. Por lo tanto, no pensaba desistir ante la idea de aferrarse a aquel falso matrimonio, del que pensaba sacar el mayor provecho posible. Era, todavía, demasiado egoísta para ello.
- Sí, lo prometo –dijo sin titubear y mirando intensamente al hombre que tenía al frente, haciendo que William por fin soltara el aire contenido en sus pulmones y el sacerdote riera nervioso.
En la parte trasera, nadie se dio cuenta cuando el famoso heredero de VA salía como un diablo en llamas de aquel recinto sagrado, tras, aparentemente, haber perdido a la mujer que más le había gustado en toda su vida.
ESTÁS LEYENDO
DAGA ROJA
Novela JuvenilLa grandiosa diseñadora Scarlett Dhapunt, que con apenas 24 años de edad, se encuentra en la cima del éxito, está perdidamente enamorada de un hombre que es 14 años mayor que ella, desde que era apenas una niña y no parará hasta darle caza y consegu...