CAPÍTULO 17: DEPREDADORA

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A las seis de la tarde y después de haber tomado una ducha, Scarlett estaba saliendo de su habitación con el móvil en mano, tratando de contactar al hombre que se había adueñado de su mente, para mal, en los últimos días.

Cuatro timbres después, él no volvió a tomar su llamada y ella estaba cada vez más desesperada porque lo hiciera.

Había sido una estupidez asegurarle a Marggot que cenaría en su casa esa misma noche cuando su relación con William estaba más que terminada, pero el momento le había nublado la cordura. No debió haber tomado la llamada, en primer lugar.

El sonido del timbre, sacó a Scarlett de sus pensamientos, en donde maldecía a William por no contestarle el teléfono nuevamente, de manera que se dirigió a la puerta envuelta en una bata de baño para averiguar quién la visitaba en domingo por la tarde.

Al abrir la puerta, su mandíbula casi cae al suelo cuando lo primero que pudo ver fue un ramo enorme de peonías en diferentes tonos de rosa. Sus flores favoritas de toda la vida.

Detrás de las flores, William Dagger, por supuesto.

- Hola Scar –la saludó.

- Dios –suspiró- por esto no me tomabas las llamadas.

- Lo siento, olvidé mi móvil en casa esta mañana –se disculpó genuinamente apenado.

- Pasa –le dijo ella haciéndose a un lado para dejarlo entrar.

- Son para ti.

William le entregó el enorme ramo de flores a su ex prometida haciendo que a ella se estrujara el corazón. Claro que él lo sabía. Que eran sus flores favoritas. Porque había sido él quien le había regalado la primera, diez años atrás mientras vagaban en un bonito jardín en una de las fiestas aburridas a las que sus padres solían asistir y donde se encontraban frecuentemente con los Dagger.

- Gracias –mustió de repente a apenada y con la sensación de haber cometido un error al haber follado con Chuck Arnault apenas un par de horas antes.

- Sé que mi madre te ha llamado esta tarde –suspiró el hombre cansado- y no quiero que pienses que estoy aquí por eso.

Scarlett caminó a la cocina del pent-house con William detrás, dejando el enorme ramo sobre la isla de mármol negro y volviéndose para mirarlo. Él lucía avergonzado y ella estaba tomándose su tiempo para decidir cuál sería su respuesta. Se decidió por ir lento y empezar como debía.

- ¿Entonces por qué estás aquí?

- Vengo a disculparme, Scar.

- ¿Cinco días después? –preguntó enarcando una ceja de manera desafiante.

William bajó la mirada, porque, aunque sabía que aquello pasaría, todavía no estaba seguro de que ello lo perdonaría; cosa que le importaba de verdad y no sólo por la herencia.

- Estuve ocupado –comentó subiendo su mirada a lo largo de las piernas desnudas de su prometida, tratando de mantenerse concentrado y encontrándose con una expresión en su cara que denotaba que aquella respuesta la había molestado aún más, así que decidió continuar- y más que nada, quería darte espacio para que lo pensaras.

- ¿Pensarlo? –preguntó un poco alterada- eres tú quien debió pensar que hacía antes de hacerlo.

- Pensar en escucharme, Scarlett –respondió mirándola a los ojos. Él estaba luchando por mantenerse sereno, pero la mujer frente a él lo alteraba de maneras inauditas.

- Estoy escuchándote, William, pero nada de lo que has dicho hasta ahora suena como una buena excusa.

No son excusas, le quiso decir. Sin embargo, el hombre se mordió la lengua y le habló lo más tranquilo que pudo.

- Cometí un error, Scar. Y sé que debo paga por ello –se detuvo a evaluar su expresión, la cual consistió en una mirada desafiante y un cruce de brazos sobre su pecho haciendo que su bata de baño se elevara unos centímetros más sobre sus muslos. William casi pierde el enfoque, pero se retó a ser más fuerte que eso. Por lo menos esta vez- así que vengo a ofrecerte un trato.

- Sus tratos me están cansando un poco, señor Dagger –dijo en tono de burla.

William decidió ignorarla y siguió –Se trata de una modificación en el contrato. Yo tengo que seguir tu clausula y de no ser así, la mitad de todo lo que tengo, pasará a tus manos automáticamente. Incluyendo Touch point y la naviera. Con el divorcio exprés incluido, sin importar que el tiempo anteriormente estipulado no se haya cumplido aún.

Scarlett sonrió triste mirando al hombre frente a ella como si estuviera diciendo una broma de mal gusto.

- ¿No has entendido, William querido, que tu dinero es todo lo que no me importa en este mundo?

El hombre no pudo hacer otra cosa más que quedarse frío frente a ella. Él había jugado su última carta y no tenía más qué ofrecerle porque incluso ofreciéndole todo, a ella no le importaba. Fue entonces cuando se dio cuenta que verdaderamente, él no tenía nada más que ofrecer que dinero. Un auto golpe bajo.

- ¿Entonces qué puedo hacer para que te cases conmigo, Scarlett? –preguntó derrotado.

Ella lo miró, evaluando su posición. Ganadora, como siempre. Lo tenía en sus manos y lo sabía. Sin embargo, la duda del empeño de William por casarse con ella, ELLA en específico, después de haber rechazado la mitad de su patrimonio, la inundaba como un mar furioso dejándola en la incertidumbre.

- Creo que todavía no puedes ver que casarme contigo, puede arruinar por completo –dijo con enojo. Él, por supuesto pensó en su reputación arruinada por los chismes, pero la realidad era que esa ruina de la que Scarlett hablaba iba más por el camino de lo emocional- no obstante, por el momento, quiero cuatro cosas. Pero vamos empezar por el principio, así que, número uno –sonrió sarcástica mientras él la miraba expectante- ¿Por qué estás tan empeñado en que sea yo?

- No voy a casarme con nadie más que no seas tú. No por una herencia, no en esta vida –respondió él sin pensarlo.

Aquellas palabras le secaron la garganta a Scarlett. Definitivamente no había visto venir la sinceridad cruda del hombre frente a ella y por un segundo se permitió creer que el amor que sentía por William Dagger podía no ser unilateral. Sin embargo, apagó las brasas del fuego de su esperanza con el pensamiento de que William siempre había sido un hombre demasiado caprichoso y quizá ella se había convertido en el reto que él debía cumplir para su propia satisfacción de tenerla como su esposa trofeo, aunque no le quisiera tocar ni un maldito cabello en la intimidad.

El pensamiento de él rechazándola le hizo hervir la sangre y gracias a ello soltó su lengua sin pensarlo demasiado.

- Número dos, aparte de la mitad de todo lo que tienes, vas a ser tú quien cargue con la vergüenza.

- ¿A qué te refieres? –preguntó él frunciendo el ceño.

- Si sucede, saldrás a decir a los medios que fui yo quien te engañó a ti y no al revés. Moverás todo lo que se necesario para hacerlo parecer real. Por mi parte, prefiero que me vean como una perra infiel a una sumida engañada. No voy a ser la victima de tu cuento, William –contestó desafiante.

- No va a suceder –le aseguró.

Scarlett lo ignoró y prosiguió –número tres, no voy a pedir nada que quiera de ti– lo miró directamente a los ojos, haciéndole notar el fuego que ardí detrás de su mirada de hielo- voy a tomarlo, no vas a negármelo y si lo haces, vas a pagar consecuencias –le advirtió en un tono que casi detuvo el corazón del hombre.

William tragó el nudo en su garganta y asintió lo más sereno que pudo.

- ¿Y cuatro? –mustió temeroso de lo que vendría.

- No tengas miedo –rió ella observándolo como una depredadora. Lo que de verdad era- necesito una copia original firmada, en mi correo para mañana a primera hora.

William asintió todavía mirándola con cautela.

- Tenemos un trato... y una cena entonces –terminó ella palmeando el hombro de su prometido mientras pasaba a su lado, saliendo de la cocina, dejándolo pasmado en su lugar.

Para el momento, William ya comenzaba a sospechar que Scarlett Dhapunt iba a devorárselo sin miramientos. La idea lo aterrorizaba y lo fascinaba en partes iguales.

DAGA ROJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora