Capítulo 3: Corazones dolidos, corazones sentidos

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¿El mundo siempre había sido así de vibrante? Bueno, lo era para mí después de cerrar un exitoso trato con la marca de mis sueños, por un millón de dólares. Podía verlo: Mi rostro en espectaculares, tiendas departamentales y televisiones gigantes en todo el país. Este era el comienzo, el comienzo de mi vida.

Salí de mi habitación dando saltos, con el corazón agitado y una imborrable sonrisa de mi rostro.

—¡Charlie! —exclamé desde la sala— ¡Pide la pizza más cara Luigi's, yo invito!

El castaño se asomó somnoliento desde su cueva, había tenido una semana estresante entregando proyectos de arquitectura en la universidad.

—¿y eso? —inquirió frotándose los ojos.

—Bueno, podría decirse que tengo un poco de dinero— insinué mientras me abanicaba con mi billetera— ¡Vamos! Si quieres podemos ir a Luigi's o pedir algo para comer aquí. No hemos tenido una vida desde que iniciamos nuestras prácticas profesionales.

Charlie se detuvo a pensarlo un momento.

—Dame cinco, voy a prepararme— dijo encerrándose en su habitación.

Me senté en la sala divagando acerca de lo que podría pasar después de aquella campaña publicitaria, las propuestas que me llegarían y el dinero que ganaría por ellas. La colaboración con Montgomery era el catalizador que mi carrera necesitaba para avanzar más rápido. Mi madre me hubiera dicho que estaba siendo muy ambiciosa, pero, cuando vienes desde abajo aprendes a explotar cada oportunidad que se te presenta.

—Vamos Cam— dijo Charlie alegremente pasándome mi abrigo beige— ¿Ya sabes qué pedirás?

—¿Pizza de triple queso con champiñones y extra-pepperoni? —pregunté mientras salíamos al pasillo del edificio para dirigirnos al estacionamiento— ¿O qué se te antoja?

—Pizza de triple queso con champiñones y extra-pepperoni con piña— respondió abriendo la puerta de su auto para que yo entrase. Era un Nissan Centra 2015 que amaba más que a su vida.

—Tienes gustos feos— dije arrugando la nariz mientras me ponía el cinturón de seguridad y él entraba.

—Tú tienes gustos feos— arrancó el auto— Comes oreos con mantequilla de maní y el helado del McDonald's con las papas fritas.

—Son combinaciones deliciosas, pero extrañamente incomprendidas— me resigné y él rió— Lo que sí no puedes negar es que tengo gustos musicales increíbles.

Vinculé mi teléfono con el bluetooth del auto para poner "Renegades" de X Ambassadors al mismo tiempo que comenzaba a tararearla.

Charlie bajó las ventanas para que pudiésemos sentir el viento en nuestras caras.

—Nunca podría debatir con eso.

—Vamos, Charlie, canta conmigo— dije acercándole mi teléfono como si se tratase de un micrófono— Two kids, you and me... And I say

— Hey, hey-hey-hey. Livin' like we're renegades— cantamos al unísono.

Ninguno de los dos cantaba bien, sonábamos horrible cuando nos juntaban, pero el hecho de cantar a todo pulmón con él, mientras recorríamos la carretera, hasta quedarnos roncos era uno de los placeres más grandes que había tenido en mi vida.

Charlie era esa persona, la persona a la cual le confiaría mi vida. Era mi persona.

Cuando llegamos a Luigi's, elegimos una mesa cerca de la ventana, la cual tenía vista a un jardín iluminado por pequeñas bombillas amarillas. Era nuestro restaurante favorito desde que llegamos a Berkeley, las pizzas eran deliciosas y no había tanta gente como en otros lugares.

Miss SimpatíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora