Capítulo 4: Planes macabros

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El contrato con Montgomery era bastante simple: debía hacer unas cuantas fotos, grabar algunos comerciales y asistir a los eventos más exclusivos de la marca por seis meses. Le comenté a la jefa de marketing de la empresa que solo podría trabajar los sábados y llegamos a un acuerdo con respecto al horario. Todo saldría perfecto, sin retrasos o problemas con la escuela y las prácticas.

El viernes por la tarde, me encontraba haciendo unas facturas en mi escritorio. Casi  era la hora de la salida y podía saborear mi agitado fin de semana.

—Rata de archivo— llamó mi insoportable jefe y Evanny soltó una carcajada.

—¿Qué necesita?— pregunté de mala gana. Comenzaba a entender a la chica de recepción.

—Saca tres copias de estos documentos— dijo poniendo una pila de hojas sobre mi escritorio. Parecían ser más de doscientas hojas— Lleva todo esto a mi oficina y después tráeme un café y un trozo de cheesecake con mermelada de fresa.

—De acuerdo— suspiré resignada mientras me levantaba de mi lugar.

En ese momento Evanny rompió en llanto de la nada. Los chicos de los otros cubículos se acercaron para ver qué le sucedía ya que sus gemidos se debían escuchar hasta el siguiente piso.

Tomé las hojas con lentitud, pesaban un poco, pero quería enterarme de qué estaba sucediendo. Trabajar en la oficina apestaba pero los chismes en ella eran lo mejor del mundo.

—¿Qué pasa, linda?— preguntó Annie Arellano, la chica que tenía su cubículo junto al mío.

Evanny chilló más fuerte.

—Es que saqué trece puntos de quince, en un exámen— dijo cubriendo su cabeza con sus manos— Y le mandé mensaje a mi novio hace cinco minutos ¡Y aún no me responde! Es obvio que ya perdió el interés...

Que miedo.

Tomé los papeles a máxima velocidad y me dispuse a ir a la sala de copias.

—Camelia— me llamó la irritante voz de la chica— ¿Cuánto sacaste?

—No lo sé, tengo que irme— le corté.

—¿Cuánto sacaste, amiga? Fue un examen muy difícil...Seguramente reprobaste, no tengas pena de decirlo frente a todos.

—Saqué los quince puntos ¿De acuerdo?— respondí enojada y ella chilló más mientras le contaba a los otros lo triste y patética que es su vida.

Escapé lo más rápido que pude a la copiadora. Ese era mi rincón seguro dentro de la empresa, era un lugar solitario y olía a café, al igual que las oficinas de los jefes. En menos de quince minutos, ya tenía los cuatro juegos de copias en una caja lista para ir a la vicepresidencia.

Sentía que hacía levantamiento de pesas cada que tenía que cargar una caja llena de copias de un lugar a otro. Con mucho esfuerzo tuve que abrir la cerradura y empujar la puerta con mi hombro.

Dexter estaba sentado en su escritorio leyendo un libro y me miró discretamente por encima de este.

—¿Le molesto?— pregunté sarcásticamente para que me ayudase con las copias.

—No, adelante— negó con la cabeza y señaló un sillón— Déjalas ahí, ratita.

Dios santo ¿Hay un ser humano en este mundo que sea capaz de soportarlo?

—Listo— exhalé al dejar las cosas en su lugar— ¿El mismo café de siempre?— pregunté acercándome al escritorio por el dinero.

Él asintió.

Miss SimpatíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora