Capítulo10: Solo números

504 50 109
                                    

—Gracias al cielo, estás bien— decía Charlie mientras me sofocaba con un abrazo, el cual me parecía bastante agradable— Me asusté cuando vi que tu teléfono estaba fuera de servicio, pensé que te habían secuestrado o algo así.

Charlie me besó en la coronilla y me apretó contra su cuerpo una vez más antes de separarse. Se había abalanzado hacia mí apenas crucé la puerta.

—Lo siento, creo que te estoy quitando el aire— dijo al soltarme.

—No te preocupes, lamento haberte preocupado— tiré de las comisuras de mis labios ligeramente— Mi teléfono murió, tomé el bus equivocado, me quedé dormida y terminé en Alameda— expliqué intentando restarle importancia al asunto.

—Eso suena horrible— se cubrió la boca con una expresión de preocupación— ¿Y luego qué pasó?

—Me metí a un local y me topé con un compañero de la universidad— mentí— Y se ofreció a traerme a casa, le dije que sí pero su auto se detuvo en una carretera en medio de la nada y estuvimos toda la madrugada tratando de llegar a un lugar en dónde nos pudieran ayudar, encontramos una posada en el camino y nos quedamos ahí a dormir— dije intentando no mencionar nada del desastre original.

—Al menos estuviste con alguien de confianza— sonrió aliviado— ¿Tú amigo regresó contigo?

Negué con la cabeza.

—Se quedó en el lugar a que le repararan el auto y me acompañó hasta una parada de taxis— Eso era lo más honesto que había dicho en toda la conversación.

—Oh, entiendo...Entonces agradécele de mi parte por haber cuidado de ti, en serio, no sé que haría si algo te pasara— volvió a abrazarme mientras nos tambaleábamos de un lado a otro por la falta de equilibrio.

—Claro— solté una risita mientras él se separaba de mí y sacaba el teléfono de su bolsillo.

—Ahora si me disculpas, tengo que retirar tres denuncias por desaparición en distintas comisarías del Estado— anunció antes de comenzar a hacer dichas llamadas.

Mientras tanto, puse a cargar mi teléfono y me llegaron cientos de mensajes de golpe de mi clase de economía, la única que tendría en el día, los chicos celebraban porque al parecer el maestro no vendría debido a que se le cayó el portón de su casa. Sabía que era una excusa, el profesor siempre las inventaba porque ni él mismo soportaba su materia.

Sonreí. Es decir, era una pena por él, pero eso sumado a que Dexter me dio la tarde libre con todo y justificación en la oficina,  hacía de ese día mi primer día libre en mucho tiempo.

Decidí acostarme a estudiar economía, aunque a la segunda página me dormí.

(...)

Pasaron tres semanas desde la firma del pacto con Dexter y el mundo parecía haber regresado a su orden natural. La universidad me seguía consumiendo lentamente, había llegado a los cinco millones de seguidores en Instagram y cada vez soportaba un poco más a mi rubio menos favorito en el mundo.

Se supone que tendría un examen de economía antes de ir a la oficina, había estudiado un poco más de lo normal, realmente quería una buena nota, ya que esa materia no era precisamente mi favorita. La aborrecía.

Sin embargo, al ver el examen, mi mente se quedó en blanco, mi estómago se revolvió y mis latidos se hicieron más rápidos. Inhalé profundamente y tomé mi calculadora para comenzar a hacer mis operaciones a pesar de que las fórmulas de la maldita elasticidad y el punto de equilibrio se habían combinado en mi cerebro.

Entregué mi examen con resignación en cuanto lo terminé mientras mi maestro veía tik toks en su teléfono, al igual que en cada clase. ¿Pude haber rendido un mejor examen? Obviamente ¿Lo habría hecho mejor si mi maestro se hubiese tomado la molestia de hacer su trabajo y enseñarnos? También.

Miss SimpatíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora