Capítulo 11.5: Podcast de medianoche

556 60 96
                                    

—¿Todo bien? — inquirió Charlie entrando lentamente al cuarto mientras visualizaba el desastre que había alrededor— Ella se fue.

—Ojalá nunca vuelva— dije con la mirada perdida en mi polvo regado por el piso— Siempre que la veo, termino con ganas de morirme.

Charlie se sentó a mi lado y yo dejé caer mi cabeza sobre su hombro mientras sollozaba.

—Lo que sea que te haya dicho, no es cierto...

—Ya sé que no lo es, pero aun así duele mucho— admití.

—¿Quieres ir de compras mañana? —propuso— Puedo llevarte a comprar maquillaje de repuesto— dijo levantando el polvo y cerrándolo con cuidado.

—Gracias— tiré de las comisuras de mis labios— Pero no tengo ánimos para pensar en eso ahora mismo.

—Está bien ¿Quieres cenar algo? Puedo prepararte lo que sea— inquirió mientras me abrazaba y acariciaba mi cabello suavemente— Casi no tocaste la comida durante la cena.

En el espejo pude ver el reflejo de Dex, quien se encontraba apoyado en el marco de la puerta con los ojos llorosos y luego se fue.

—No tengo hambre— suspiré— Solo quiero dormir, ponerme el pijama y dormir hasta tarde mañana.

Charlie se quedó conmigo durante unos minutos más, quizá fueron horas, pero solo sé que el tiempo se fue volando entre mis sollozos y su consuelo. Él y Sylvie eran lo más cercano que tenía a una familia, eran mis personas favoritas en el mundo y yo sé que fueron ellos quienes me salvaron de todas las maneras posibles, para que no cayese en la oscuridad.

Charlie era mi luz en plena noche.

Después de un rato, me fui a poner mi pijama: un short deportivo gris y una camisa ancha que era apenas un poco más corta que mis pantaloncillos. Dexter estaba sentado en el sofá, todavía asimilando lo que había pasado esa noche. Fui por unas sábanas para dárselas ya que ahí dormiría por hoy.

Charlie estaba acostumbrado a mi madre, Dex no.

—Te dije que regresaras después de las diez— comenté detrás de él.

—¿Siempre es así? —preguntó en voz baja y yo asentí.

—Lo siento mucho— se disculpó señalando el rasguño en mi brazo.

—¿Por qué? — inquirí sentándome a su lado y entregándole las sábanas.

—Por no haber cumplido con mi parte— admitió— No te ayudé, no te cuidé y solo me quedé ahí, me quedé en shock.

—No te preocupes, mi madre tiene ese impacto en las personas— sonreí un poco para hacerle sentir mejor— Bueno, te dejo, creo que deberías dormir un poco.

—¿Cenaste bien? —preguntó preocupado— Vi que te clavó sus uñas por cada bocado que dabas.

—No tengo mucha hambre, comeré algo mañana— dije dirigiéndome a mi habitación— Dex, si necesitas algo, no dudes en tocar la puerta ¿De acuerdo?

—Claro, buenas noches.

Me acosté en mi cama, un poco más tranquila, y sin darme cuenta poco a poco fui cayendo en los brazos de Morfeo.

Cerca de las tres de la mañana, mi estómago empezó a gruñir y me vi en la obligación de ir por un bocadillo nocturno. Salí de puntillas de mi cuarto, no quería despertar a Dexter, quien dormía como un angelito sobre el sofá, se veía tan tranquilo que no podía creer que era el mismo chico que me fastidiaba todo el día.

Abrí el refrigerador buscando algo para comer y me agaché para buscar un pedazo del pastel de zanahoria que había preparado Charlie. Cerré la puerta de golpe y me topé con Dexter a mí lado como si fuese una aparición en plena película de terror.

Miss SimpatíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora