Capítulo 14.5: Punto de quiebre

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Antes de entrar a Vicepresidencia, vi a Dexter a través de la cortinilla de la oficina. Tenía el rostro enterrado entre sus manos y parecía estar sollozando discretamente. Cuando toqué, él se limpió los ojos y exhaló profundamente para después abrirnos.

Una vez que ingresamos, Aimé le contó todo sobre su delicioso helado a su hermano mientras este exageraba sus expresiones de asombro y añadía comentarios como: "Wow, eso suena increíble" "¿De verdad te comiste el cono tú solita?" o simplemente "Genial".

Se veía deshecho, pero hacía lo posible para ver a su hermanita sonreír un poco más.

Me aseguré de cerrar las cortinillas para que nadie más que pasase, lo viese de esa manera.

—¡Es cierto! —exclamó la niña— Casi olvido porqué me escap...vine— corrigió al último segundo y procedió a rebuscar algo en su mochila.

—¿Qué pasa, Aimé? —preguntó el rubio.

—El sábado es mi cumpleaños— mencionó emocionada— Y quiero que vayas.

Le pasó una invitación de ponys prediseñada y con los datos escritos a mano por ella misma.

—Oh, gracias, Aimé...Lo intentaré— sonrió melancólicamente.

Ella sacó otra invitación y comenzó a rellenar los datos del destinatario con un color rojo.

—También estás invitada, Cami— dijo entregándome el cartoncillo con entusiasmo— Dile a Dexter que vaya contigo.

—Que linda, muchas gracias— oficialmente se había ganado mi corazón.

"Para Cami" escribió, con su letra grande y tosca.

—Bueno, creo que es hora de irme con papá ¡Nos vemos el sábado! — se despidió con la mano antes de salirse y nosotros le devolvimos el gesto.

—Es adorable— dije.

—Es una pulga muy revoltosa— convino él— Pero la quiero más que a nada.

—Que sentimental— le di un empujoncito amistoso, pero él no reaccionó— Por cierto, te compré una galleta en la cafetería.

Saqué el bocadillo de mi bolso y él lo tomó.

—Gracias— asintió y se dio la vuelta.

Él volvió a su escritorio para teclear en su ordenador y yo tome asiento detrás de mi escritorio.

Así es, Dexter Montgomery había cumplido su promesa de conseguirme un escritorio de tres patas, el cual no se caía solo porque se sostenía con la ayuda de un directorio de los años 2000 que había encontrado en la sala de copias.

Durante todo el día, Dex se mantuvo callado y haciendo unos papeleos. Ni siquiera me llamó para realizar alguna tarea, parecía una especie de máquina absorta en su trabajo. Era realmente deprimente.

A la hora de la salida, tomamos el mismo elevador. Le miraba de reojo en espera de algún tipo de expresión, un mal chiste, una broma o una frase completa, lo que sea era mejor de tenerlo de esa manera.

—¿Quieres ir a cenar? Te invito— dije y él negó.

—Me siento un poco enfermo, tal vez otro día— respondió con la voz baja y tocándose el estómago— Nos vemos mañana.

Antes de que él saliese, le tomé del brazo sin pensarlo.

—¡No te tomaste ni cinco minutos para almorzar conmigo! — le regañé sin sonar tan gruñona— Y creo que sería muy hipócrita de tu parte, decirme que debo comer incluso cuando estoy estresada cuando tú estás haciendo lo mismo que yo, ahora mismo.

Miss SimpatíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora