Capítulo 30: El Ascensor

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Me quedé pasmada mirando los contactos en mi teléfono por unos minutos, era la hora del almuerzo y había pasado un buen rato moviendo el pollo agridulce con mi tenedor, luego de un tiempo decidí armarme de valor y respirar profundamente.

"Uno. Dos. Tres."

Bastó con un toque a mi pantalla para que se marcara al número que había indicado Lexie. Esperé unos segundos, nadie respondió, por lo que dejé de intentarlo.

Tenía miedo y la sola idea de contarle mis problemas a una persona desconocida me revolvía el estómago, apenas podía hablarlos con mis amigos.

El tiempo del almuerzo se acabó, ni siquiera había tocado mi comida, por lo que tiré las sobras y puse el plato en el área destinada a ello antes de volver a mi cubículo.

—¡Hola, linda! — saludó Cassie alegremente, no parecía estar ahí por alguna junta de accionistas— ¿Sabes si Dexter Montgomery está en su oficina?

Me quedé atónita al escuchar su nombre ya que mi mente comenzó a crear miles de cuestiones sin respuesta ¿Por qué me preguntó a mí? ¿Qué sabía ella? ¿Por qué yo sabría dónde estaba Dexter?

—La vez pasada vi que estabas en su oficina, supuse que eras su asistente o algo por el estilo— continuó como si supiera lo que yo estaba pensando— Disculpa si me equivoco, Camelia.

Genial, había leído mi identificación.

—No, está bien— logré responder aún un poco aturdida con los ojos entrecerrados— Creo que salió a comer hace media hora.

—¡Maravilloso! Lo esperaré en su oficina— Cassie sonrió y se dirigió a dicho sitio, pero antes de llegar giró sobre su eje y volvió a mi escritorio para ponerse cómoda— ¿Crees que regrese pronto?

—Supongo, la hora del almuerzo acabó hace veinte minutos.

Ella sonrió amablemente, en ese momento su teléfono comenzó a sonar por lo que respondió al instante.

Intenté concentrarme en capturar las cuentas que me correspondían, pero mi vista nublada y las punzadas en mi cabeza al ver la luz de la computadora no eran de mucha ayuda. Me sentía fatal.

—Disculpa, tengo que irme— Cassie anotó algo en un pedazo de papel, lo dobló y me lo entregó— ¿Puedes darle esto a Dexter, por favor? Se irá a Chicago esta noche y no he podido contactarle por ninguna parte.

—Clar...¿A Chicago? —pregunté extrañada.

Ella asintió.

—Negocios o algo así— Cassie arrugó la nariz— Nos vemos luego.

La rubia se retiró dejándome con una extraña sensación de confusión en mis adentros, pero esta se disipó apenas vi pasar a Dexter quien parecía estar tan absorto en sus pensamientos como para mirar a su alrededor.

—La señorita Morton le dejó esto— tendí el pedazo de papel para apartarlo de su trance.

Él asintió como forma de agradecimiento y se encerró en su oficina por el resto de la tarde.

Al terminar el día, apagué mi computadora y me encaminé al ascensor. Había tantas personas en la cabina que apenas cabría un grano de arroz más entre ellas; decidí hacerme a un lado y esperar el siguiente turno.

Cuando las cortinas de hierro se abrieron ante mí, entré a la cabina y esperé a que unos cuantos más ingresaran, pero nadie lo hizo o al menos hasta que Dexter atravesó la puerta y oprimió el botón para llevarnos a la planta baja.

Se veía tenso y sus mejillas estaban un poco más coloradas de lo normal. Claramente no era el único, el recorrido se tornaba malditamente incómodo y lento. Tal vez no era el momento ni el lugar, pero en ese preciso instante— con el corazón latiendo rápidamente y un nudo tensándose en mi estómago— pensé que sería bueno redimirme.

Miss SimpatíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora