Capítulo 16: Noches de estudio

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—Ayer te permitiste estar triste y sufrir por ese idiota, pero hoy es un nuevo día y eso no puede detenerte— señalé al espejo—Porque, además, le diste prioridad a tu salud mental por veinticuatro horas y terminaste atrasándote en la escuela.

Lavé mi rostro con agua helada antes de irme a las prácticas y esta vez llevé una mochila en vez de mi bolso ya que debía estudiar todo el tiempo que tuviese disponible para el examen.

Entré a la oficina, como todas las tardes, me encontraba leyendo mi libro de economía para repasar los temas que se supone que vendrían en el examen.

Divisé a Dexter por encima de las páginas del tomo, se veía arrogantemente atractivo; Tenía el blazer colgado en el respaldo de su silla, las mangas de su camisa blanca arremangadas y la mirada clavada en unos documentos. Hacía pequeños gestos mientras leía, a veces fruncía el ceño y otras, abría los ojos con algo de dramatismo.

—¿No se supone que estás estudiando? —me preguntó sin apartar la vista de los papeles.

—Sí.

—¿Entonces por qué me miras tanto?

—No te estoy mirando, presuntuoso, estoy leyendo el primer párrafo, pero me distraje— protesté fingiendo estar irritada.

—¿Tenerme enfrente te distrae? —inquirió dedicándome una sonrisa cautivadora.

Cerré mi libro de golpe y lo dejé caer sobre el escritorio de tres patas. Estaba dispuesta a contestarle de manera insolente como siempre, quería la guerra, pero entonces recordé ese pequeño talón de Aquiles que solía tener con las chicas y darle un golpe ahí, me convertiría en la campeona definitiva de este asalto.

La clave no era pelear, era seguirle la corriente hasta intimidarle lo suficiente.

—Sí Dexter, estar en la misma habitación que tú me distrae—respondí con el mismo tono coqueto mientras me acercaba a él y una vez que lo único que se interponía entre nosotros era su escritorio de madera, me incliné para acomodarle el cuello de la camisa ya que lo tenía un poco chueco.

Dexter clavó su mirada en el techo—evitando así ver mis pechos, que estaban delante de él— mientras se hiperventilaba un poco y sus mejillas se tornaban de color carmesí.

—¿Lo dices en serio? —preguntó tragando bilis.

Asentí.

—Ajá, ¿Crees que deberíamos hacer algo al respecto? —inquirí sosteniéndole la mirada mientras le acariciaba la barbilla.

Intenté contener mi risa al verlo tan perplejo y sonrojado. Sinceramente comenzaba a agradarme esta nueva forma de fastidiarlo.

—¿Algo como qué? —preguntó alarmado.

—No sé, lo que tú quieras que hagamos—mordí mi labio inferior— Además, estamos solos, en tu oficina, las persianas están cerradas...

—Iré a sacar unas copias— rio nerviosamente mientras tomaba unos papeles al azar— Creo que quiero tomar un poco de aire fresco.

—El cuarto de copias también tiene aire acondicionado— le recordé divertidamente— ¿No quieres que yo las saque, cariño?

—No, tú continúa leyendo tu párrafo— sonrió, tenía hasta las orejas de color rojo.

Le hice caso, y me senté en mi lugar a continuar subrayando los elementos clave de mi lectura. Dex se fue casi corriendo de la oficina por lo que apenas cerró la puerta, comencé a reír.

El mal había triunfado y solo podía agradecer a sus amigos por decirme que la mejor manera de librarse de él era poniéndolo nervioso.

Regresó al cabo de unos minutos con la misma cantidad de hojas que con las que se fue. Se plantó enfrente de mí tímidamente.

Miss SimpatíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora