Dexter había pasado cerca de veinticuatro horas sin dormir.
Calculé sus horas de sueño desde la fiesta y solo había dormido dos horas en todo ese lapso, aunque era algo evidente, ya que lucía bastante atareado. Me sentí un poco culpable porque había pasado gran parte de la noche en vela para cuidar que no me muriese por la resaca.
—¿Cómo te sientes? —inquirió mirándome de reojo— ¿Estás bien?
Encogí los hombros para restarle importancia al asunto.
—Sí, no estoy herida ni nada por el estilo— resoplé cubriéndome con el cárdigan— Solo estoy un poco cansada.
Él se volvió hacia mí cuando el semáforo se puso en rojo, el estómago me dio un vuelco al ver la duda en sus ojos.
—¿Segura?
Asentí aparentando estar mejor.
—De acuerdo— convino el rubio— Solo quiero que sepas que si necesitas hablar con alguien o apoyo moral...Puedes contar conmigo.
Esbocé una efímera sonrisa cuando el semáforo pasó a verde y él arrancó para continuar con su camino.
(...)
—Gracias por dejarme pasar la noche aquí— comenté al llegar a su departamento.
Todas las luces se prendieron automáticamente para que pudiese apreciar la belleza del lugar que ya conocía un poco: la cocina, el comedor, el baño de visitas y la sala de estar con la vista a la ciudad más hermosa que haya visto.
El rubio bostezó, estirando sus brazos, para despabilarse un poco.
—¿Puedo darte el recorrido mañana? —inquirió somnoliento y yo asentí.
—Bien, vamos a dormir— comentó subiendo las escaleras minimalistas que parecían tablas oscuras que flotaban en el aire, gracias al cielo tenía un barandal plateado, porque de no ser así estaba casi segura de que me hubiese roto la cara.
Me percaté de que la sala era de doble altura y desde el segundo piso se podía apreciar esta sección del departamento. Estábamos en un pasillo con cuatro puertas, la última se veía bastante imponente por los detalles tallados en madera, por lo tanto, supuse que era la recamara principal. Las demás eran de la misma madera oscura, pero lisas, sin embargo, había una que tenía detalles grabados en la base de la manija.
—¿Qué hay aquí? —pregunté acercándome más para apreciar el dibujo de un pentagrama.
—Mi estudio— respondió al instante— No suelo tener visitas así que también cuenta como un cuarto para huéspedes ocasionales.
Sacó una llave de su bolsillo, esta tenía un colgante rojo con plateado en el que rezaba "Ruta 66: Albuquerque". Abrió la puerta de la habitación, revelando el rincón más alegra de todo del lugar.
Lo primero que destacaba era su enorme librero que abarcaba casi la mitad de una pared y era tan alto que topaba con el techo, estaba repleto de ejemplares que iban desde tomos enciclopédicos hasta novelas contemporáneas, incluso poseía una colección de vinilos en uno de los apartados. A un lado estaba un ventanal desde el cual se podía vislumbrar una parte de la ciudad y el techo estaba delimitado por luces LED de un color amarillo cálido que aportaba una sensación de tranquilidad al espacio.
Una de sus paredes estaba repleta de posters de diversas bandas de rock antiguas y algunas contemporáneas, al igual que algunos vinilos viejos colocados como decoración. En otra pared tenía dos guitarras sostenidas por unas piezas metálicas y yacía una puerta.
A la derecha se encontraba un escritorio, el cual estaba hecho un caos entre tantas bolsas de papel y bolígrafos regados, junto con otras cosas. El detalle que lo hacía encantador eran los cajones cerrados, el tablero de corcho en la pared lleno de fotos y notas adhesivas, y la decoración con mini árboles de la abundancia. De igual manera, había un sofá gris en el fondo, junto a ese un buró con un tocadiscos, un amplificador y un teclado.
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Miss Simpatía
Teen Fiction«Una doble vida siempre trae el doble de problemas» Cam es una estudiante de finanzas que tiene una vida secreta como la famosa influencer Liv Bloom en redes sociales, todo con el objetivo de juntar el dinero suficiente para empezar de cero en una n...