Capítulo 7: Alameda

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Dexter me había mandado a buscar unos informes financieros en el área de contabilidad, era mi última tarea antes de irme. Cuando regresé a la oficina, estaba vacía, suponía que el chico había ido al baño así que me tomé la libertad de colocar los documentos sobre el escritorio, en ese momento vislumbré dos portarretratos sobre este. En el primero estaba la foto de una mujer joven, parecía estar en sus veintitantos, era muy hermosa, tenía la tez clara, los ojos aguamarina y rasgos finos, parecía una especie de barbie jardinera ya que se encontraba plantando unas flores rojas en su jardín. La otra imagen era de un Dexter más joven, probablemente tenía unos quince o dieciséis al momento de tomarla, estaba vestido con un traje negro y una corbata azul marino, tenía una expresión seria y estaba sentado frente a un piano.

Tomé el marco entre mis manos para poder apreciar mejor la imagen. Qué egocéntrico, ¿Quién tiene una foto de sí mismo en la oficina? Era un sociópata, el equivalente a las personas que se ponen a sí mismos de fondo de pantalla en el celular.

-¿Qué espías? - susurró detrás de mí.

Solté un gritito y apreté la fotografía contra mí para no dejarla caer por el susto.

-Haga algún ruido, dé una señal de vida antes de entrar- le dije exaltada -Puede matar a una persona del susto.

-Una influencer menos en el mundo, qué trágico- respondió mirándome melacólicamente para luego dedicarme una sonrisa torcida.

Puse los ojos en blanco.

-Es insoportable ¿Lo sabía? - inquirí y él asintió cínicamente- Pero no sabía que tocaba el piano.

-Me gradué a los diecisiete de la academia, lo he practicado toda mi vida- respondió.

-Uhm...- posé la mirada sobre sus manos- No tiene manos de pianista.

Su expresión sarcástica pasó a ser de seriedad en cuanto mencioné aquello.

-Y según tus vastos conocimientos en piano ¿Cómo deberían ser las manos de un pianista? -cuestionó retadoramente.

-No lo sé...Bonitas, finas, elegantes- mencioné, aunque sus manos eran bastante bonitas, estaban grandes, sus dedos eran relativamente largos y se notaban sus venas. Eran muy varoniles- Las suyas son un poco toscas y tiene callos en las puntas de los dedos, es algo muy raro en un pianista, yo creo.

El rubio dilató sus pupilas.

-Número uno, mis manos son toscas pero muy hábiles y número dos, qué fetichista eres, Ramírez- respondió cruzando sus brazos para ocultar sus palmas.

Podía sentir cómo ardían mis mejillas y el corazón se me aceleraba por los nervios.

-Yo no...

-Llevamos menos de una semana trabajando aquí, es muy poco tiempo para enamorarte de mí- comentó sarcásticamente.

-Oiga ¿Ya vio la hora? - inquirí señalando el reloj de pared que estaba detrás suyo y él volteó- Es la hora en la que acabamos con esto de una vez por todas y nos vemos hasta mañana.

-¿En serio? - cuestionó con una sonrisa cautivadora- Y yo que pensaba que nos estábamos divirtiendo.

-Lo sé, me rompe el corazón tanto como a usted- hice una mueca sacando la lengua como si me hubiese muerto y él rió- Nos vemos mañana.

-Ten una linda noche- mencionó despidiéndose con su mano antes de que yo saliese de la oficina.

Una vez afuera, me encontré con Annie junto con los demás chicos esperándome en los cubículos.

-¡Feliz cumpleaños! - exclamé en voz baja sacando una cajita de mi bolso. Le había comprado un brazalete dorado en la mañana.

-Que linda, no te hubieras molestado- dijo abriendo la caja para ponerse el brazalete.

Miss SimpatíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora