Capítulo 12.5: Tardes en Pacífica

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—¿Estabas hablando con alguien? —preguntó Dexter saliendo del lugar.

—Sí, con Sylvie, mi mejor amiga— contesté.

—Genial— asintió.

Se veía un poco más relajado de lo normal, con el cabello rubio ondulado y alborotado, los jeans oscuros rasgados, botas militares y una camiseta gris debajo de su chaqueta de mezclilla oscura. Parecía estar cómodo y eso lo hacía ver aún mejor de lo que ya estaba.

Salimos del callejón y Dex entró a un restaurante de comida china llamado "El tío Wong". El lugar solo tenía una mesa ocupada por una pareja; en el mostrador había un gatito dorado de la fortuna para atraer a más clientes y detrás de este, estaba un hombre delgado de mediana edad, tenía los ojos rasgados, el cabello azabache y la tez morena clara.

Dexter se dirigió hasta él y una vez que estuvo lo suficientemente cerca, le dio un apretón de manos al sujeto.

—Dee, mi muchacho, ¿Tienes una tocada esta noche? — dijo el hombre entusiasmadamente.

—En Pacífica, señor Wong— respondió con un brillo especial en los ojos.

—Ah, que orgullo, recuerdo cuando tocaban como locos en mi garaje.

—Sí, parece que fue ayer— rio— ¿Podría cuidar a Frida mientras me voy con Harvey?

Dex dejó las llaves de su volvo sobre el mostrador y el señor Wong las tomó y guardó en el bolsillo de su delantal. A cambio, sacó otro juego de llaves, de un auto visiblemente más viejo y se los entregó a mi jefe.

—Claro que sí, ya sabes dónde está tu auto— dijo como si fuese un secreto internacional— Por cierto, lamento ser tan grosero, soy Jimmy Wong— se presentó conmigo educadamente.

—No se preocupe, soy Camelia Ramírez, pero puede decirme Cam, señor Wong— le saludé.

—Es un placer conocerte, Dee me ha hablado mucho de ti, dice que eres...

—Ay, se nos hace tarde— dijo Dex mirándose la muñeca en donde claramente no tenía un reloj y me tomó de la mano para sacarme de ahí— Muchas gracias, señor Wong— dijo antes de salir.

—No es nada, hijo, salúdame a Rob.

—Claro que sí— vociferó Dee.

—Parece agradable— dije una vez que salimos del establecimiento.

—Sí, es el tío de nuestro baterista— sonrió y me soltó la mano, un poco apenado— Lo siento.

—No te preocupes, sé que me amas— bromeé de la misma forma en la que él suele hacerlo.

—Que presuntuosa— enarcó una ceja mientras se ponía en marcha, conmigo a su lado.

Caminamos hasta un callejón, que llevaba a una especie de corral de autos abandonados y ahí estaba Harvey, el auto que nos dejó en medio de la nada y por el cual tuvimos que pasar la noche en un cuarto con jacuzzi.

—¿Nos vamos a ir en...este auto? —cuestioné incrédula— No soportó el camino de Alameda a Berkeley.

—Lo llevé a reparar y ahora está como nuevo— le dio pequeños golpecitos. Sabía que lo hacía así porque le daba miedo darle un golpe de verdad y que una de sus llantas saliera rodando— Además, le instalé un radio con bluetooth— señaló el aparato a través de la ventanilla.

Dios, aquí vamos de nuevo.

Dex abrió la puerta para que me subiera y la cerró con mucho cuidado. Reitero, no confiaba lo suficiente en mí, seguramente pensaba que yo le tiraría la puerta al cerrarla. Él se subió en el lado del conductor y arrancó.

Miss SimpatíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora