Capítulo 12.0: Pagar un favor

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Cuando estaba en el instituto, tenía un trabajo de medio tiempo en una tienda de batidos, ahorré durante meses para comprar los productos básicos que necesitaba para incursionar al mundo del maquillaje, o al menos, los que Sylvie me había recomendado.

El día que logré juntar todo el dinero fui con ella al centro comercial y después de un tiempo y varios tutoriales de YouTube, aprendí a maquillarme de forma decente. Nunca dejé que nadie me viese ya que se habrían burlado si lo hacían, en especial mi mamá.

Un día tuvimos una pelea bastante fuerte, a ella no le agradaba mi amistad con Sylvie gracias a un estúpido rumor que inventó Evanny sobre nosotras. Mi mamá se enojó tanto conmigo por no hacer lo que quería, que cuando descubrió mi maquillaje, lo hizo añicos y lo tiró a la basura.

Lloré por horas e intenté reparar lo irreparable para continuar practicando mi técnica, y fue así por unos meses, hasta que logré ahorrar lo suficiente para comenzar de nuevo.

Cuatro años después, me encontraba en la misma situación, la gran diferencia era que algunos de mis productos me los habían mandado específicamente para hacer una colaboración, que todavía no grababa, y ahora estaban hechos cenizas.

—Mierda— susurré intentando regresar el polvo suelto, de la nueva línea de MAC, a su recipiente.

Dexter se levantó y se quedó con la mirada fija en un zapato, parecía estar ausente mentalmente o intentando asimilar su existencia.

—Madrugas mucho, estrellita— mencionó estirándose.

—Alguien tiene que recoger este desastre— bufé pegando un labial de nuevo— ¿Te quedas a desayunar?

—No, mi amada esposa de la oficina, tengo cosas que hacer— respondió incorporándose con un poco de esfuerzo— Solo préstame tu baño para darme una ducha y lavarme los dientes.

—No soy tu esposa del trabajo.

—Pasamos la noche juntos, más de una vez, creo que eso ya dice mucho.

—Solo dormidos— emblanquecí los ojos— No hicimos nada del otro mundo.

—Igual que los casados— bromeó— Por cierto, hace mucho que no me tocas.

—Jódete— dibujé una pequeña sonrisa en mis labios y él salió de mi habitación

Debía admitirlo, Dex podía ser un poco insoportable pero siempre encontraba la manera de subirme el ánimo con su extraño sentido del humor.

—¡Camelia! —exclamó desde el baño.

—¡¿Qué quieres?!— respondí de la misma manera, levantándome para ir hacia donde él.

—¿Dónde está el agua caliente? — preguntó desde el otro lado de la puerta.

—No tenemos calentador— contesté.

Por unos minutos, solo escuché el ruido del agua de la regadera caer contra el piso. Puse la oreja en la puerta y cuando menos lo esperé, Dex abrió la puerta y estuve a punto de caer sobre él. Estaba pálido, sus labios estaban azules y los dientes de castañeaban un poco.

—Recuérdame darte un aumento— dijo con la voz temblorosa.

—Soy practicante, me pagan con conocimiento— encogí los hombros.

—Tú vida me deprime un poco— asimiló— En fin, gracias por dejarme dormir aquí.

—No es nada— le puse mi mano en su espalda para acompañarlo a la puerta— Fuiste un invitado bastante decente.

Miss SimpatíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora