Capitulo 1..

10K 496 84
                                    

Otro día en el que despierto y él no está. Han pasado siete años desde el trágico accidente que me lo arrebató. Era un día lluvioso, había salido de la oficina una hora antes de la acostumbrada para celebrar nuestro aniversario de boda, decidí esperarle en casa con una cena a la luz de las velas.

Pasadas las diez de la noche de un viernes, llamaron a mi puerta dos agentes de la policía, esperaban al otro lado, llevé mis manos al pecho al presentir lo ocurrido, lágrimas silenciosas corrían por mis mejillas sin parar y sentía como si una estaca fuera clavada en el lugar que ocupa mi corazón.
Mis mañanas no eran las mismas, mis tardes y noches tampoco, algo cambió dentro de mí. Ese día dejé de ser aquella joven llena de alegría, capaz de enfrentarse y comerse al mundo.

Su ausencia me atormentaba y las fotos de él esparcidas por toda la casa no ayudaban mucho a mitigar el dolor. Miles de pregunta se agolpaban en mi mente sin permiso, las noches eran largas y los días muy cortos.

Mi vida dejó de ser lo que fue, mi alma se elevó con él, aunque mi cuerpo permanecía en tierra. Todos los que me conocían empezaron a darme la espalda, todo por lo que trabajé se desvanecía como polvo en mis manos.
La oscuridad se apoderó de mi alma, no sentía, no deseaba vivir, no valía la pena.

Bajé a desayunar a las nueve menos diez minuto, me despertó el delicioso aroma a café que Bertha prepara todas las mañanas. Ella es la versión más cercana que tengo de una madre y sin su sabroso café no soy capaz de enfrentarme a mi ajetreado día.

Al morir Marcos, tuve que hacerme cargo de una empresa en bancarrota y de innumerables deudas que él en el intento de salvarla, solicitó varios prestamos de los cuales tuve que hacerme cargo. Nuestra casa fue hipotecada, estuve a punto de perderla.

No fue fácil salir hacia delante, no lo hubiera hecho de no ser por mi mejor amiga, Clara, mi mano derecha. La realidad, es que en todos estos años desde la muerte de Marcos ella fue el motor que me impulsó a seguir, mi brújula, mi ancla. Sin ella no sé qué habría pasado, la depresión se apoderó de mí, no comía, no dormía y otros días sentía que no respiraba. Marcos era todo lo que tenía en este mundo, al él no estar, nada tenía sentido.
Clara luchó conmigo hasta hacerme surgir una vez más, así como surge de las cenizas el ave Fénix, me acompañó cada momento, me demostró que no estaba sola. Yo amaba a Marcos con todas mis fuerzas, hasta el día de hoy le sigo amando. Siete años han pasado. Sin embargo, mi amor por él sigue intacto y sigue doliéndome su partida.
Al bajar a la cocina, me encuentro un suculento desayuno servido en el mesón.

—¡Buenos días, señora Roberts! —saluda Bertha al verme entrar. Tomo asiento para empezar a servirme.

—Buenos días, Bertha —respondo con cordialidad—. ¿Hasta cuándo tendré que repetirte que no me llames señora Roberts? —Intento poner una expresión de enojo en mi cara. Esto no funciona, pues ella se limita a mirarme y reír a carcajadas.  Luego me despido al finalizar el desayuno.

—¿Viene a almorzar?

—No. Almorzaré con Clara. —Tomo mi bolso y me dirijo hacia la salida.
—Recuerde que necesita chófer. —Me detengo en el acto—. Patrick ha renunciado, es por su problema de la vista —habla con pesar. Se han hecho muy buenos amigos, su mirada triste no me pasa desapercibida cuando lo nombra.

Desde el accidente de Marcos, no he tenido el valor de tomar el volante de un carro de nuevo. El día después de la tragedia, tuve que ir a hacer un reconocimiento de su cuerpo a la morgue, al igual que al vehículo a la dirección de tránsito. Cuando vi el cacharro, quedé más destrozada de lo que me encontraba, imaginé el dolor que debió sufrir él antes de morir. Estaba por completo inservible. Mi esposo quedó atrapado en el asiento del piloto con un trozo de vidrio clavado en su estómago, esa fue la información que me brindaron cuando fui a retirar el cadáver. Desde entonces, siempre he dependido de un chófer personal para moverme hacia donde deseo, ahora para mi mala suerte me he quedado sin uno.

—¿Por qué no llama a la señora Clara para que la pase a recoger? —sugiere en un tono interrogante.

—Buena idea. ¡La llamaré! —Tomo el teléfono y le marco de inmediato.
Quince minutos más tarde, Clara toca la bocina de su carro frente a mi casa.

—¿Es que acaso quieres que me echen del vecindario? —le pregunto con reproche.

—¡Hola, Teresa! Yo estoy muy bien, gracias por preguntar. —La ironía en su voz es palpable.

—¡Discúlpame, amiga! ¿Cómo estás? —Le doy un fuerte abrazo después de ingresar al auto.

—¡Eh, eh, espera! —grita al apartarme de ella—. Ahora entiendo, así es como quieres deshacerte de mí, ni creas que te lo pondré tan fácil —afirma con una sonrisa.

—¡Claro que no! —exclamo—. Sabes que te quiero mucho. —Beso su mejilla con un ruidito sonoro—. Ahora arranca el auto o llegaremos tarde —ordeno de manera tranquila.

—Somos las dueñas de la empresa, creo que podemos darnos ese lujo —gorjea mientras me abrocho el cinturón de seguridad, eso provoca que ría carcajadas.

Volver a amar "Segundas Oportunidades 1"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora