Primera entrega de la bilogía "Segundas oportunidades"
Una exitosa empresaria, se enfrenta al pasado cuando revive sentimientos que nunca pensó volver a tener.
Tereza Roberts quedó viuda muy joven, haciéndose cargo desde entonces de una cadena de...
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El lunes llega sin prisa, me levanto, tomo una ducha corta y bajo a la cocina, en el instante en el que ingreso, Edward, mi nuevo chófer, hace lo mismo, pero por la puerta trasera.
—¡Buenos días! —saludamos al unísono y una sonrisa involuntaria se dibuja en mi rostro.
Tomo una taza de café, bebo dos sorbos mientras Bertha se mueve por la cocina y deposita pan tostado frente a mí.
—¿Desayunaste, Edward? —pregunta, alzo la mirada hacia al recién nombrado, me encuentro con la intensidad de su mirada. Trago fuerte sin despegar mis ojos de él. La profundidad con la que me observa debería asustarme, mas no lo hace.
—¿Edward? —insiste al ver que no responde. Ella se encuentra frente a la estufa, remueve algo en una sartén y nos da la espalda, por lo que no se percata de nada.
—Yo... yo... sí —titubea. Bertha se gira hacia él con el ceño fruncido.
—Siéntate —ordena, para luego colocarle un plato con tostada a su lado—. Será mejor que te lo acabes todo, no querrás verme enojada, ¿verdad? —Se gira para volver a la estufa.
Creo que está a instante de negarse. Sin embargo, ella le amenaza otra vez y termina por comer todo como fue ordenado.
Al terminar el desayuno, partimos hacia la empresa, le doy la dirección y la introduce en el GPS para así poner el auto en marcha.
Llegamos y bajo cuando me abre la puerta, saludo a Carlos, nuestro jefe de seguridad, y me dirijo a los ascensores. Antes, me detengo al ver que Edward me sigue.
—¿Qué haces? —mascullo.
—Yo creí que...
—No —interrumpo—. Eres mi chófer, no mi guardaespaldas. Puedes quedarte aquí, si te necesito, llamaré a tu móvil y te avisaré. Pídele a Carlos que te muestre la empresa, que yo así lo ordeno.
Asiente, le veo darse la vuelta y caminar hacia el susodicho. Retomo mi trayecto, cuando llego a la planta donde se encuentra mi oficina, Johanna me recibe con la agenda del día.
—El señor Paterson llamó otra vez pidiendo reunirse con usted. —Me sigue dentro de la oficina.
—¿Qué le dijiste? —Tomo asiento comenzando abrir la portátil.
—Que tendría que esperar su respuesta, pero que su agenda está muy apretada y que debe ser paciente.
El señor Paterson es el dueño de una de las cadenas más grandes de supermercados. Hace meses insiste en reunirse conmigo para hablar de negocios, según él, será beneficioso para ambos el hacernos socios.
Mi empresa se encarga de administrar una cadena de restaurantes, y lo que él desea es convertirse en uno o el principal proveedor de alimentos.
El trato puede resultarnos bueno, lo sé con lo que he leído en los documentos que ha enviado. El único problema es que él no solo quiere ser mi socio, sino que tiene un cierto interés en mí, lo que ocasiona que medite mucho si es conveniente o no hacer negocios con su persona.
—Muy bien. —Me dirijo hacia Johanna—. Agrégalo a mi agenda para un almuerzo el viernes en el restaurante Imperial. Va siendo hora de que nos reunamos y acabar con esta persecución de una vez.
—¡Definitivamente los ángeles existen! —exclama Clara al irrumpir sin llamar—. Para variar, claro. —Le hago señas a mi asistenta, así le indico que puede retirarse.
—Eso lo sé desde que tengo uso de razón. —Ignoro el entusiasmo en su voz al resaltar ese hecho.
—Yo también. —Sus ojos brillan con emoción—. Lo que no sabes es que andan acá en la tierra, pero sobre todo, que nos visitan aquí en la empresa. —Sonríe.
—¿A qué te refieres? —curioseó un tanto desconcertada, levantó la mirada de mi laptop.
—Al papazote que me encontré en recepción, es que está para comérselo. —Toma su labio inferior entre sus dientes para remarcar lo dicho—. Tiene un trasero para azotarlo que...
—Entendí —intervengo—. Te recuerdo que eres una mujer casada, deja de estar echándole el ojo a cada tipo bueno que veas.
—Lo sé, mas una mirada no es infidelidad y no le hace daño a nadie. Además, cuando lo vi, pensé en mi soltera y necesitada amiga y en nuestra misión a conseguirle un amante. —Ruedo los ojos, sonríe.
Esto no pude ser algo bueno.
—¿Te llevo? —inquiere ella al marcharnos hacia el ascensor.
La jornada laboral terminó hace una hora. Sin embargo, nosotras nos hemos tenido que quedar hasta más tarde con el fin de avanzar en una nueva propuesta de proveedores que nos han enviado esta tarde.
Se escapó decirle a Clara que tengo chófer y que debe prepararme un contrato laboral para él.
—Mhm, tengo chófer —suelto sin más, presiono el botón de la primera planta.
—¿Qué?
—Que ya tengo cho...
—Te escuché la primera vez. ¿Por qué no me lo habías dicho? —Frunce el ceño.
—Lo olvidé. —Me encojo de hombros.
Cuando va a responderme, el ascensor llega a la planta correspondiente.
—Ahí está otra vez —susurra en mi oído, volteo a verla sin comprender a qué se refiere—. Se dirige hacia acá. —Sonríe como el gato de Alicia y eso me asusta, esa sonrisa nunca trae nada bueno.
—Señora Roberts. —Escucho tras de mí.
—¿Lo conoces? —Ahora entiendo a qué se refería con ángeles y yo que consideraba la idea de llevarla a un psicólogo.