Capitulo 4...

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Mi despertador anuncia el inicio de un nuevo día y el delicioso aroma a café inunda mi habitación desde la cocina. Hoy más que nunca creo que me será muy útil una taza bien cargada. Siento como si una docena de elefantes me pasaron por encima. ¡Me duele mucho la cabeza! Un gruñido sale de mi boca.

Me levanto, cepillo mis dientes y bajo por la bebida.

—¡Bertha! ¡Bertha! —Irrumpo en la estancia—. Sírveme café, por favor. —Me siento en el taburete y sostengo mi cabeza con ambas manos. Escucho un ruido que me hace levantarla de nuevo—. ¿Quién anda ahí? —Me siento asustada al no verlo por ningún lado y por no recibir respuestas—. ¡Ah! —Me espanto al ver materializada la figura de un hombre frente a mí. Tomo un cuchillo y me escondo detrás de la mesa del comedor—. ¡Un ladrón! —Espero que los de seguridad puedan escucharme—. ¿Cómo entró usted a mi casa? —Reúno el valor suficiente, pero sin dejar de amenazarle con el filo—. ¡Seguridad! —llamo al no percibir respuesta del extraño. Sostengo con fuerza el arma para evitar que caiga al suelo.

—¡Señora, cálmese, por favor! —suelta el hombre en mi cocina con las manos alzadas al frente, intenta acercarse.

—¡No se acerque, aléjese de mí! —gruño, agito el cuchillo en su dirección.

—Por favor, señora, escúcheme —pide, pero esa vez no se atreve a moverse de donde está.

—Le dije que no se acerque. ¡Llamaré a la policía! —Miro a los lados calculando la distancia que me separa del telefonillo de pared.

¿Dónde está mi equipo de seguridad cuando lo necesito

—Pero... ¿qué son todos esos gritos? —interrumpe Bertha al entrar a la cocina con calma.

—¡Aléjate de él, Bertha! —chillo al verla detenerse junto al criminal—. ¡Es un ladrón! —no me atrevo a soltar mi arma, mas ella comienza a reír a carcajadas dejándome desconcertada.

—¿Por qué te ríes? ¡Deja de jugar! Ve a llamar al equipo de seguridad. —No aparto mi vista del intruso.

—No es un ladrón. —Vuelve a reír.

—¿No? —No bajo la guardia en ningún momento—. ¿Lo conoces? —cuestiono sin dejar de observarlos.

—¿Recuerda que anoche le dije que quiero hablar con usted? —Su respuesta es otra pregunta.

—Sí. —Asiento con la cabeza.

—Pues de esto es lo que quería hablarle. Él es Edward. —Señala al chico—. Es el nieto de una vieja amiga. —La escucho mientras deposito el cuchillo en la mesa aún sin soltarlo—. Me pidió que si podía ayudarlo a conseguir un empleo. Llegó anoche, pero vive un poco lejos de aquí, así que le pedí que se quedara a dormir para que pudiera hablar con usted el día de hoy.

—Entonces... no es un ladrón —afirmo.

—¡Claro que no! Será mejor qué me entregue ese cuchillo antes de que se lastime. —Lo toma de mis manos.

—¡Deje de mirarme así! ¡Dese la vuelta! —berreo cuando me fijo que el tal Edward no aparta sus ojos de mi cuerpo.

¿A qué loca se le ocurre bajar en ropa interior a la cocina? A mí.

Al vivir sola, no veo ningún inconveniente en pasearme en ropa interior en mi casa. Me resulta cómodo, nunca he tenido problema con eso hasta el día de hoy, cuando la mirada del chico me recorre con descaro.

—Disculpe señora —susurra, veo que baja la cabeza, sonrojado y avergonzado.

—Será mejor que me vaya a cambiarme. Enseguida regreso. —Salgo con pasos rápidos del lugar.

—¿Quiere qué le sirva el desayuno? —grita Bertha cuando he traspasado el umbral de la puerta.

—¡Sí, gracias! Ahora vengo. —Abandono la cocina lo más pronto posible, busco alejarme de la intensidad de aquellos orbes color aceitunas.

Subo a mi habitación por completo avergonzada. ¡Mi maldita costumbre de bajar en sujetador y bragas a desayunar! ¡Por Dios, qué penosa escena! Clara se burlará de mí cuando le cuente.

Todavía puedo sentir sus ojos clavado en mi cuerpo. ¿Será la primera vez que ve una mujer semi desnuda? No, no lo creo, ha de haber visto a muchas, mas, ¿por qué mirarme de aquella manera? ¿Por qué me sentí tan vulnerable? Fue como si me desnudara.

Luego de vestirme, respiro hondo varias veces, intento tranquilizarme y decido bajar al comedor.

Volver a amar "Segundas Oportunidades 1"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora