Capitulo 7...

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A la mañana siguiente me levanto muy temprano, me dirijo hacia la cocina para buscar a Bertha y llamar a la abuela una vez más para asegurarle que estoy bien, y que solo me quedé a dormir por lo tarde que era. No obstante, al llegar a la cocina, no veo a Bertha por ningún lado. Me llevo una gran sorpresa al encontrarme con una mujer casi desnuda que me apunta con un cuchillo, grita a todo pulmón para llamarme ladrón. En ese instante, todo deja de importarme, me quedo embobado con aquella ilusión que se encuentra frente a mí, se ve tan perfecta, tan delicada, tan sexy, que logra que mis ojos no se aparten de su silueta.

Por suerte, Bertha interrumpe en la cocina y logra calmarla, está muy asustada, y por más que yo intenté que se tranquilizara, no lo conseguí. A pesar de su cara de horror, me deleito observándola. La deseé en aquel instante, la anhelé como no hubiera deseado a una mujer hasta ese momento. Sus piernas largas y bronceadas, sus nalgas elevadas justo en su punto exacto, sus pechos firme serían la perdición de cualquier hombre y justo allí cuando me da la espalda, supe que estaba perdido. Rogué al cielo para que ella no fuera mi futura jefa.

—¡Usted deje de mirarme así! ¡Gírese! —grita, me saca de mis pensamientos y obedezco.

¡Pero a quién se le ocurre bajar en sujetador y bragas a desayunar!

Luego de que su ama de llaves le explica quién soy y lo que hacía allí, sube a cambiarse para después bajar a hablar conmigo sobre el trabajo. Me invita a desayunar junto a ella y aunque traté de negarme, no tuve opción. Por primera vez en mi vida me sentí inferior a alguien, es solo verla y sentirme como vagabundo. Estoy nervioso, su presencia ocasiona eso en mí y solo llevo algunos minutos conociéndola. No sé qué tiene esta mujer que logra descontrolarme de la forma en la que lo hace, nunca pasé por nada igual, no es que haya estado con muchas, no he tenido tiempo para romanticismo, novias y ese tipo de cosas, mi mente siempre ha estado ocupada por dos personas, mi abuela y mi hermana. La Abuela me reprocha mucho el que no tenga pareja, dice que ella no estará toda la vida con nosotros y le gustaría conocer sus bisnietos, irse feliz sabiendo que tendré una esposa que cuidará de mí. Gracias a mi físico por el trabajo duro que he realizado desde muy joven, resulto atractivo. Cuando decida tener una novia, lo haré porque esté enamorado y porque pasaré el resto de mis día junto a esa persona... Eso creía hasta...

Ya en la mesa se disculpa por el recibimiento que me hizo en la cocina, algo no necesario, porque yo soy el intruso.

Conseguí el trabajo como chófer, el único problema es que tenía que venir a vivir aquella casa. Ese no es un problema en sí, lo realmente preocupante fue la reacción de Ross, quién se opuso con rotundidad a abandonar a sus amigos y la escuela a la cual asistía, no fue fácil convencerla, hasta que la Abuela intervino hablando con ella y convenciéndola. No sé cómo, pero lo hizo, ella tiene un don especial para esas cosas. Fue difícil abandonar nuestro hogar, allí hicimos nuestras vidas desde que nuestros padres murieron, nuestros amigos están allí. Sin embargo, no teníamos opción.

Sofía, mi mejor amiga, quien es como mi segunda hermana, llegó a casa hecha una fiera cuando se enteró.

—¡¿Me puedes explicar cómo es eso que te mudas?! —grita a la misma vez que azota la puerta de mi habitación, la abre y la cierra de golpe—. ¡Ah, ya sé! Pensabas irte sin despedirte —se responde ella misma.

—Hola Sofí, me alegra verte, claro que puedes pasar. —Nótese el sarcasmo.

—No me vengas con eso, Edward, no estoy de humor ¿me ves feliz? ¿Acaso me ves sonriendo? ¿Por qué no me dijiste que te mudabas? —musita con tristeza.

—Encontré trabajo y es un requisito mudarme ——digo mientras continúo empacando.

—Entiendo que necesites el trabajo, pero no quiero que te mudes. —Hace un puchero con la boca como una niña pequeña.

—Yo tampoco quiero irme, Sofí, pero no tenemos opción. ¿Por qué mejor no quitas esa cara y me das un abrazo. —Abro mis brazos para que los llene.

Está bien. —Camina hacia mí y se acurruca, deja su cabeza en mi pecho—. Promete que llamarás.

—Por supuesto. ¿Cómo vivir sin tus regaños? —Ambos reímos al escuchar lo último.

El domingo por la noche nos instalamos, el apartamento es espacioso, con tres habitaciones, cada una con su baño, más otro baño de servicio. El lugar es acogedor. En la casa que vivíamos solo había dos recámaras, yo dormía en una, Ross y abuela en otra, pero ahora cada cual tiene la suya, situación que hizo que mi hermana por fin quitara la cara triste que trajo.

El lunes en la mañana me levanto temprano, me baño y cuando me dispongo a desayunar, mi celular suena. Es Bertha, la cual me indica que tengo que estar en casa, echo a correr dejando el desayuno atrás.

Llego al trabajo y ahí está ella, tan bella como el primer día que la vi. Bertha me ofrece desayuno, mas me niego, me regaña y por ceder, lo que a Tereza le causa gracia. Me invita a sentarme, no sin antes brindarme una sonrisa que me deja hipnotizado.

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