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El cuerpo de la mujer se había deshecho luego de casi tres días en esa bañera llena de ácidos que conformaba el centro del nido

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El cuerpo de la mujer se había deshecho luego de casi tres días en esa bañera llena de ácidos que conformaba el centro del nido. Pronto MinGi tendría que ir a verter el resultado en las membranas para alimentarlas. Sin embargo, no era capaz de desechar el cuerpo de sus hijos, a quienes mantenía en frascos con un líquido especial que él mismo había secretado. Nunca había llegado hasta ese punto, y era la primera vez que veía la apariencia de sus bebés, tenía extraños sentimientos, oscilaba entre tristeza y decepción, no era capaz de entenderse a sí mismo y le había dominado un sentimiento de odio que no le dejaba salir de la casa.

Desde hace tres días que no probaba bocado, se la pasaba mirando lo que pudo haber sido y no fue, flotando en esos frascos de cristal grueso, como si fueran anomalías raras o malformaciones. Aquello no representaba más que la derrota de los de su especie. Estaba cansado de intentar y fallar; ya no estaba seguro de querer pasar otra noche al acecho de alguien con quien copular, estaba harto del lugar en dónde vivía, además de que mantener el nido vivo le costaba demasiado física y mentalmente, ya que sustraer personas de la calle era complicado aun con sus técnicas perfectas de caza.

Los ojos estaban puestos en él y en su particular forma de comportarse, era un hombre reservado y de pocas palabras, la gente en el vecindario jamás le había visto entrando o saliendo con alguien; ni hijos, hermanos o siquiera una mascota. Era el tipo de hombre que la gente evitaba, aunque los pocos que se animaron a cruzar palabra con él, se dieron cuenta que era muy amable y detallista a pesar de su perfil sobrio y distante, valía la pena cada segundo de charla.

Algunos niños le temían, era común que bromeaban diciendo que era un monstruo, porque el amigo de un amigo dijo que un vecino con un nombre poco común, había desaparecido cerca de la casa de MinGi, pero eso era falso, puesto que Song no se llevaba niños y tampoco gente al azar. De todos modos, poco le importaba ser juzgado o que se creen historias sobre él, ya que lo único que lo ataba a la vida humana era dejar descendencia y esos planes se le habían desmoronando conforme el tiempo fue pasando.

Tomó una decisión muy difícil para los de su especie, la idea de dejar morir el nido solo significaba resignación y poca probabilidad de supervivencia, condenado a ser señalado y rechazado por los que alguna vez tuvieron éxito, si se los encontrara, ya que eso lo convertía en un ser débil y dentro de la jungla, solo sobrevive el más apto, ¿lo era MinGi? Estos seres habían llegado desde el espacio en los primeros inicios de la humanidad, usando sus cuerpos para esconder los huevos de otros depredadores mientras aprendían de la flora y fauna a la par de que se adaptaban. La concepción de que los humanos eran buenas incubadoras surgió del mismo experimento de esconder los huevos dentro del estómago, los camadas de esta especie nacían con más fuerza y crecían más rápido, sin dudas los humanos tenían algo que los hacía indicados a pesar de que el método de conseguirlo fuera tan engorroso.

Todas las membranas comenzaron a secarse luego de un mes al no recibir alimento y con ellas perecieron los delicados y pequeños cuerpos de sus crías, a quienes dejó descansar allí, brindándole al nido el último alimento que irónicamente era a quién debía acunar. MinGi vendió la casa una vez su nido desapareció y se mudó a departamento un poco más pequeño, pero no carecía de lujos y era ciertamente mucho mejor porque la vista a la ciudad era bonita de noche y estaba en el piso más alto de todos; con acceso perfecto a la terraza del edificio en donde había una pequeña pista de aterrizaje para helicópteros. Allí podía liberar sus tentáculos sin miedo de ser molestado, ya que nadie subía allí casi nunca y cuando lo hacían, era solo gente de mantenimiento.

El más apto [YunGi][COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora