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Surcar los cielos era un sueño que no sabía que había anhelado por tanto tiempo, se sentía ligero, audaz y en armonía con su lado humano

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Surcar los cielos era un sueño que no sabía que había anhelado por tanto tiempo, se sentía ligero, audaz y en armonía con su lado humano. Volaba de una parte del bosque a la otra, entre las colinas desiertas en busca de las ramas más fuertes y bellas para comenzar la decoración del nido. Los Oófagos son seres particulares, su ciclo reproductivo es como el de las aves al igual que el periodo de incubación, esperando tan solo un mes antes de verlos eclosionar. El nido es algo que se hace en parejas, ninguno es superior al otro y se ayudan mutuamente, y este último punto es fundamental dado los vulnerables que pueden llegar a ser en este tiempo.

El cortejo es un momento crucial en la elección de la pareja, no solo porque se muestran los dotes del macho, sino también la capacidad de ambos como especie para complementarse, aquí no hay individualismos ni usurpaciones, aquí todo se hace de a dos. Suelen ser familias que adoptan la vida en las lejanías de la ciudad pudiendo o no volver al centro con el resto de las personas, son seres de pocos allegados y muy agresivos en lo que respecta a la protección de sus nidos. La construcción de los mismos tarda alrededor de cuatro semanas y están hechos a base de ramas, palos, cubiertas blandas de vegetación, corteza y musgo.

Cuando la hembra se muestra en su forma humana, su cuerpo sufre una transformación muy notoria; con un abdomen abultado anuncia a los cuatro vientos un embarazo de quizás ocho meses. Dado este repentino y espontáneo crecimiento, la hembra de esta especie, debe aislarse para protegerse de cualquier amenaza sea humana o enemiga. Para Yunho fue sorprendente ver a su pareja con ese abdomen que parece crecer de un momento a otro, estaba sosegado por la belleza de la naturaleza humana y su instinto lo hacía querer en demasía a esa bella mujer frente a él.

Había pasado poco más de un mes desde que llevó el último pasto al nido, estaba listo, al igual que ella, solo debían emprender el vuelo hasta su nuevo hogar en las alturas por las próximas semanas hasta que al fin los polluelos puedan ser capaces de ver la luz de sol. Todo en sus mentes y cuerpos se daba de una extraña forma, luego de aquel acto de cortejo ellos solo parecieron tener una conexión única y maravillosa, no estaban seguros de si seguiría pasando luego del nacimiento de sus hijos, pero, no podían controlarlo, no era amor o deseo sexual, era una especie de fascinación, una clase de hipnotismo que los mantenía unidos como si fueran tal para cual.

Muchas veces Yunho pensó en MinGi, su lado humano lo extrañaba, extrañaba verlo y tenerlo cerca, extrañaba el olor del monstruo sobre su piel, pero su compañera, siempre hallaba la forma de consolarlo; con paseos, comida, charlas sin sentido y alguna que otra muestra de afecto. Él tuvo que reconocer que esa mujer era muy buena y que quizás en otra vida, si no se hubiese enamorado de MinGi, podría dedicarle todo su amor y atención, tal cual lo estaba haciendo, pero regido por un sentimiento más instintivo y no humano.

—Siyeon—le llamó.

Ella se giró a verlo, se acarició la panza mientras sonreía y asintió sin siquiera decir algo, lo sabía, ambos sabían lo que el otro pensaba, porque así son los Oófagos con su misma especie. Se tomaron de las manos al salir de la casa, desplegaron sus alas a la vez, en un acto sincronizado y emprendieron el vuelo audaz y pacífico hacia su nido en las alturas, casi cien metros sobre el suelo, en lo alto de árboles a la orilla de un río. Era enorme y con mucho espacio, pues debían caber los dos con comodidad. Ella se transformó primero por completo, nunca la puesta de huevo se hacía en su forma humana por razones de comodidad, además de que, fundamentalmente, les era mucho más familiar verse en su forma animal.

El más apto [YunGi][COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora