Capítulo 49

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Bogotá, Colombia.
22 de noviembre de 2025.

-Mamá, estoy muy nerviosa- me estaban terminando de maquillar.
-Todo va a salir bien- sonreí- Te ves hermosa.
-Voy a llorar- empecé a echarle aire a mis ojos con mis manos- por fin me voy a casar- mi mamá soltó un carcajada.
-Y con el hombre de tu vida- yo asentí.
-Ayúdame con el vestido- Esta vez el vestido era muy diferente.
El vestido era de corte sirena, sin mangas y de encaje. Lo único que era igual era el velo, tal cual lo soñé, largo. Mi mamá me ayudó a colocarlo.

-Te ves hermosa- mi mamá empezó a llorar

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-Te ves hermosa- mi mamá empezó a llorar.
-Deja de llorar- la abracé- me vas a hacer llorar.
-Ni se te ocurra- se limpió las lágrimas- vamos.
-Despacio de que me duelen los pies- Los tacones no eran lo mío, los odio pero por él yo hacía lo que fuera.

Subimos al carro. Al llegar él ya estaba en la iglesia.

-Mi niña- mi papá me abrazó- Te ves preciosa.
-Gracias papá- lo abracé- Fiu- respiré fuerte- ¿Ya está ahí?
-Si- respondió mi papá- ya todos están ahí.

Mis primas y mis dos mejores amigos salieron a saludar, ellos debían ir conmigo. Miguel, el hijo de Sarah y Marc, y Sofía, la hija de Aaron y Paul, iban a ser los pajesitos.
Inició a sonar la marcha nupcial, entré con mi corazón en las manos. Él estaba ahí, sonriendo mientras limpiaba sus lágrimas. Llevaba un traje azul, su barba y cabello recién cortada y  estaba al lado de sus papás.

-Hola, su majestad- me saludó y yo sonreí.
-Hola papo- me sonrió.
-Te entrego a mí más grande tesoro, a la niña de mis ojos- mi papá tomó la palabra- cuídala Juan Pablo.
-Le juro que lo voy a hacer- yo reí.
-Yo te entrego a ti a mi hijo precioso, a mi niño lindo, a mi enano querido- dijo doña Amelia- cuídalo Isa, aunque yo sé que así va a ser.
-Claro que sí, señora Amelia- ellos se separaron. Juan Pablo me estiró su mano y yo la recibí.
-Te ves muy preciosa- me dijo mientras seguíamos nuestro camino al altar.
-Tu te ves divino mi vida- giré a verlo- Te amo.
-Te amo- sonrió.
-Bienvenidos hermanos- habló el padre.
- Espera, ¿traes tacones? - Juan Pablo me miró y yo asentí - Padre, 1 minuto.
-¿Qué pasa? - El padre lo miraba confundido, Juan Pablo salió corriendo hacia la parte de atrás de la iglesia.
-Es que- el traía una bolsa, recuperó el aliento y me miró - Te van a doler los pies- me pasó la bolsa, eran unos tennis.
-Vida-  sonreí - Por eso me estoy casando contigo - le di un beso y me cambié los tacones por los tennis.
-Puede seguir padre- miramos hacia el altar.
-Si ya no hay más interrupciones- Reímos.

El padre siguió con su discurso hasta el momento de los votos.

-No me vayas a hacer llorar Juan Pablo- le advertí. Él rió y empezó a hablar
-Cuando era pequeño soñaba con conocer a la mujer perfecta y al pasar de los años ese sueño era más difícil de satisfacer porque ninguna cumplía mis expectativas. Luego llegaste tú, la mujer perfecta y ahí entendí que no era cuestión de expectativas, era cuestión de amor. Amo cada parte de ti, cada uno de tus crespos, de tus pecas, de tus dientes, de cada cosa de ti que te hace especial. Amo cuando ríes, cuando cantas en la ducha, cuando lloras por películas de amor, cuando te concentras, cuando comes, cuando me besas, cuando solucionas los conflictos- reí-me gusta todo lo que haces- reí tratando de sostener las lágrimas- Amo que me llenes de primeras veces y que me dejes aprender a quererte. Haré todo lo posible para estar contigo para siempre, para poder cuidarte y acompañarte hasta  cuando el destino no lo permita. Te amo como no he amado a nadie jamás en toda mi vida, te amo mi tonta preciosa. Gracias por querer compartir tu vida conmigo- limpié mis lágrimas- y perdón por hacerte llorar- Todos rieron. Me acerqué a darle un beso.

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