Capítulo 56

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(...)

Asuna:

— ¡Mamá! – oí una aguda voz llamarme, sonreí, voltee.

— ¿Dónde está esa traviesa? – escuché decir a Kirito con una terrible voz grave forzada. Mi pequeña azabache corría a esconderse. – Vengo por los niños que no se portan bien~

— ¡Mami, dile que se vaya, dile que soy buena niña! – gritó mi pequeña, mientras corría hacia mí, pidiendo que la cargara.

Reí suavemente. – Mi bebé es una buena niña.

Reí más fuerte cuando Kirito se quitó la máscara que cubría su rostro y me hacía una mueca de mal gusto por no ayudarle.

— Asuna, no me estás ayudando. – dijo desganado, soltando un suspiro.

— Lo siento. – susurré bajo con una sonrisa, me acerqué a él y besé sus labios, para luego llevarme a Yui sobre mis brazos y ayudarla a ordenar sus juguetes. – Un poco de ayuda no le hará daño a nadie.

Dije en lo alto, después de una mañana tranquila, lleve a dormir a mi pequeña, Kirito me notificó que saldría a por unas cosas y que vendría en uno o dos horas, asentí, decidí prepararme un café y comer unas cuantas galletas mientras estaba en el patio delantero.

¿Cuánto tiempo ha pasado desde aquel día? Más de 6 años.

¿Aún tengo pesadillas con lo sucedido? No, después de casi 3 años de terapia pude perdonar mi pasado y superarlo.

¿Estoy feliz después de todo? Estoy satisfecha, tengo a mi lado al hombre que tanto amo y a una hermosa hija, lejos de la ciudad, dónde abrí un pequeño local de comida y habitar en un pequeño pueblo donde puedo estar con mis amigos, quienes a pesar de todo estuvieron ahí para apoyarnos, quienes apoyaron a mi esposo cuando viví una de las peores etapas de mi vida.

¿Qué ocurrió con el señor Yuki? No lo sé, después del juicio, mi familia y Kazuto hicieron todo a su alcance para sacarme de ese ambiente.

Y apesar de todos esos esfuerzos antes del nacimiento de Yui había desarrollado una dependencia emocional hacia Kazuto, pero con el tiempo y su apoyo fui superando todo el miedo, el dolor, cerrar las heridas.

¿Volví a ser la misma?
No, no. La Asuna que muchos conocieron se quedó en aquella iglesia destruida; ahora muchas cosas cambiaron, yo ya no son la misma Asuna que la que fue ayer, cada día voy superandome. Tengo mis razones, mi pequeña Yui, mis abuelos quienes fueron tan importantes y... Kazuto.

Hey, hola. – escuché decir, voltee y me encontré con Alice. – ¿Ocurre algo?

— Alice, hola. – saludé. – siéntate, ¿Cómo estás?

La rubia caminó y tomó asiento a mi lado en una silla mecedora de madera.

¿Deseas algo de tomar? – pregunté, haciendo amago de levantarme.

— No, no. Tranquila, estoy bien. – respondió. – sólo venía a saludar.

Alcé ambas cejas y asentí. Retomé mi posición anterior y llevé otra galleta a mi boca.

— ¿Cómo está Yui? – preguntó.

— Dormida, hace una hora hizo tareas. – le dije.

Ella asintió. Mantuvimos silencio por unos largos minutos, ninguna sin decir una sola palabra. Voltee a verla para intentar comenzar con un tema de conversación.

— Estoy embarazada. – soltó Alice, soltando todo el aire que al parece estuvo conteniendo. – No se lo he dicho a Eugeo, aún no.

— Oh, felicidades. – dije con una sonrisa sincera.

Las cosas entre Alice y yo cambiaron mucho, después de lo que me ocurrió cada día me esfuerzo por volver a tener aquella hermosa amistad que teníamos, porque la extraño, sé que aún faltan muchísimas charlas, pero el tiempo será el que dictará lo que ocurrirá y espero seguir a su lado y vivir cada nueva etapa de mi vida.

— ¿Cuándo planeas decírselo? – pregunté, mirándola con cariño.

[...]

Kazuto fue ascedido después del nacimiento de Yui, gracias a ese ascenso no era necesario que fuese a trabajar directamente a la empresa donde ofrecía sus labores, sinó que podía hacerlo desde casa. Fue una gran ayuda eso, puesto que tuve una cesaría de emergencia y a pesar de que mi mamá se ofreció de apoyo, a Kazuto no le agradó mucho la idea de que toda esa responsabilidad de Yui cayera sobre nosotras dos y mi estado en ese entonces cayera en los hombros de mi madre.

El tiempo cuando no nos damos cuenta pasa realmente volando, Yui ya había cumplido sus 6 añitos y era la más inteligente de su salón, a pesar de ser tímida, ella cargaba en su rostro una hermosa sonrisa, y sus ojos tan oscuros como los de Kirito, pero tan llenos de inocencia y curiosidad. Yui siempre que podía irrumpia en el pequeño despacho que tenía Kirito para saber qué es lo que tanto mantenía ocupado a papá de ella. Yui aprendió a hablar y a leer más rápido de lo esperado así que cuando Kirito descuidaba algunos documentos Yui solía leerlos, ella amaba leer los libros que Alice me llevaba y cuando quedábamos solas cantaba a todo pulmón conmigo cuando poníamos música en la estéreo.

A veces nos damos cuenta que muchas cosas ya han pasado y tiempo ha pasado demasiado rápido...

Hilo rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora