Capítulo 40

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—¡Kirigaya-kun eres hombre muerto!

Al escucharla se levantó de su lugar y la detuvo de inmediato. Sus mejillas delataban lo avergonzada que se encontraba.

—¡No salgas! – dijo posicionándose frente de ella. – Kirito-kun... Todavía no lo sabe

—¿No? – preguntó.

Negó con su cabeza, mordió su labio inferior dudosa. La puerta principal fue abierto dejando ver como Kazuto y Eugeo regresaban.

El peli negro sonrió al verlas e hizo una señal con su cabeza, la castaña comprendió y salió de la habitación con él, Eugeo y Alice debían conversar un momento a solas.

Ambos salieron al patio trasero de la casa, la brisa fresca de noche acarició sus cuerpos y el gran cielo estrellado captó su total atención, dejando que las constelaciones brillaran en su mejor esplendor.

—No había visto las estrellas brillar así hacía tiempo...

Susurró Asuna. El oji negro a su lado giró su mirada hacía ella y enarcó una de sus cejas con una sonrisa en sus labios.

—¿En serio?

—Cuando era pequeña hice una vez un campamento con mi abuelo y vimos las estrellas juntos.

Kirito al escucharla sonrió levemente, los ojos de su prometida brillaban de forma vivaz, su corazón se conmovía al saber que ella aún tenía bellos recuerdos guardados en su corazón de sus abuelos, antes de que ellos partieran del mundo.

—Hablé con nuestros padres hace unos minutos y les expliqué que estos días no llegaremos a casa – comentó el peli azabache.

—Alice-san quiere...

—Eugeo también – respondió.

Ambos rieron. Kirito acercó su mano hacia la de Asuna, rozando sus dedos, dándole un pequeño cosquilleo a los de la castaña, se tomaron de la mano y entrelazaron sus dedos.

—Suguha-chan me dijo que nuestras madres ya pusieron manos a la obra para nuestra boda – comentó la oji miel.

Soltó una pequeña risa negando con su cabeza. Apretó el agarre de sus manos y suspiro.

—Recuerdo como si hubiera sido ayer cuando tu madre no aprobaba lo nuestro y se las ingeniaba para alejarnos...

—Ahora planea nuestra boda. El día que hablé con ella... Yo sabía que ella quería que yo viviera y tuviera todo lo que ella no tuvo en su juventud, lo acepté, pero... Nadie intervino cuando ella se enamoró perdidamente de mi padre

—El amor no se compra – musitó.

—Ni se arregla con un trato

Kirito bajó su mirada observando la mano de su castaña, donde antes portaba el anillo de compromiso. Una noche después del trabajo Asuna había llegado a casa con lágrimas en los ojos y aterrada.

El anillo en su dedo ya no se encontraba ahí.

—Asuna – llamó. Esta volteó a verle. – ¿recuerdas la noche que te prometí que te daría un anillo nuevo?

El brillo de sus ojos se intensificó por completo, sus amielados ojos se habían cristalizado.

—L-Lo siento... – musitó ocultando su rostro. – Y-Yo...

Su mirada de centró en ella. No habían vuelto a conversar de ello por la reacción que tenía Asuna.

—E-Ese anillo significaba mucho para ambos... – dijo, las lágrimas bajaban rápidamente de sus ojos. – D-Debí...

Hilo rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora