Capítulo 36

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(Leer nota al final)

Tú y yo:

Escuela:

—¡¿Qué?!, ¿No habrán cargos en su contra?

Eugeo tomó la mano de su amada rubia, para tranquilizarla, esta al verlo solamente suspiro enojada.

—No. Dió su versión de las cosas y la policía le ha creído – dijo Eiji. El cuerpo de la fémina empezó a temblar de la ira y su rostro se torno rojo, si ocupará moña sería la viva imagen de tinkerbell.

—¡Es una injusticia!

—Ella confesó que tuvo que ayudar a un hombre llamado Chudelkin, este hombre la había amenazado contra su voluntad y ella no tuvo elección que obedecer cada orden que este mandaba, la policía tomó cartas en el asunto y ahora ese hombre se encuentra contra las rejas.

Una carcajada amarga salió de los labios de la oji azul. Tal historia que le habían dicho la dejó con los nervios de punta.

—La policía se encarga de regresar a Quinella a su país natal, para que no siga sufriendo más acá.

—¿Qué pasará con Yuna? Todos sabemos lo que ocurrió, ella ordenó a alguien para incendiar el estudio.

—Sí, alguien provocó el incendio, pero iba cubierto su rostro, no dejó marca alguna – contestó. – Por ahora, mi atención se centrará en Yuna, está hospitalizada por mi culpa y la única forma de expiar mi estupidez es pidiéndole perdón a ella y a su padre, por permitir que Yuna hiciera tal cosa.

—Pero gracias a ella, Kazuto-kun no perdió su memoria.

Este asintió lentamente.

—Me alegra saber que ustedes están bien, nuevamente – dijo el pelo negro antes de levantarse de su lugar. – Y ¿Kazuto-kun?

Ambos rubios sonrieron y miraron con alegría al peli negro.

—No asistirá al club de Kendo, irá a visitar a Asuna-sama.

Alzó ambas cejas ante la noticia y asintió con una leve sonrisa en sus labios.

(...)

—La paciente Yuuki Asuna se encuentra descansando en estos momentos, puede tomar asiento y esperar a que ella despierte.

Su mente en esos momentos divagaba en cada recuerdo que había vivido junto a su castaña, cada sonrisa que ella le había regalado, cada beso y caricia; cada llamada por las noches antes de dormir, todos aquellos mensajes que se mandaban cuando uno de los dos se encontraba ocupado, una o que otra foto que lograba tomarle a ella cuando se encontraba ocupada o distraída. O ella cuando prefería esperarlo sin importar la hora cuando las peleas en el Kendo se ponían reñidas.

Extrañaba todo eso, extrañaba a su Asuna, su sonrisa, su amielados ojos cuando brillaban de una manera única sólo para él, el calor de sus manos al estar juntas, lo extrañaba todo. La extrañaba demasiado.

«Oh, Asuna... »

Lentamente acariciaba el dorso de la mano izquierda de la castaña, esta aún yacía dormida sobre la fría camilla de la habitación.

El silencio reinaba en la habitación, su largo cabello le daba color a la camilla, sus ojos cerrados debajan ver sus hermosas y largas pestañas, su respiración era lenta y tranquila; lo único que irrumpía la tranquilidad era el sonar de la máquina en la habitación.

Hilo rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora