Capítulo 42

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Reencuentros:

El amanecer lentamente resplandecia los hogares de aquel hermoso pueblo, la mañana era fresca y el sol cálido.

Cada segundo que presenciaba le traían grandes olas de recuerdos con sus abuelos al vivir antes en su hogar, las lágrimas de sus ojos ya habían cesado de caer y ahora sólo disfrutaba de la hermosa vista que podía presenciar en ese momento.

—Buenos días, Asuna-san – saludó Selka.

La castaña al oírla volteó rápidamente y sonrió nerviosa.

—Selka-chan... Buenos días...

La más joven sonrió y se acercó a la castaña, tomando asiento junto a ella en el jardín.

—¿Qué haces despierta tan temprano? – preguntó Asuna.

—Desperté derrepente y ya no pude conciliar el sueño – confesó sonriendo. – así que vine a tomar un poco de aire y ¿tú, porqué estás aquí tan temprano?

—Náuseas – contestó.

—¿Estás enferma, Asuna-san?

Esta negó con la cabeza y sonrió.

—Es por otra razón – contestó guiñando un ojo. La más joven alzó sus cejas sorprendida.

—¡Estás...

Asuna rápidamente la siseó. Posicionando su dedo índice sobre sus labios.

—No hables muy alto que puedes despertar a alguien o te pueden escuchar – habló rápidamente. Esta lentamente asintió avergonzada.

—Felicidades Asuna-san – sonrió alegremente. – ¿Ya lo sabe Kazuto-san?

Negó con la casa y volteó hacia el cielo de la mañana, mantuvo silencio por unos segundos.

—¿No sabe cómo decirle?

—Estoy muy nerviosa, para ser sincera... – confesó. – Cada vez que práctico término diciendo estupideces o cosas que no van a caso y no quiero imaginarme lo que le diría al final...

—¿Por qué no le hace una carta? – sugirió. – ó un pequeño regalo.

—Esas... ¡Son muy buenas ideas!

(...)

En alguna parte de la ciudad de Tokio:

—Buenas tardes, ¿en que puedo ayudarles? – preguntó el oficial de policía.

—Te dije que no Yuna – comentó cierta peli azabache.

—Buenas tardes, quería hacer una denuncia de violencia – habló la albina.

Su expresión se mostraba seria y enojada, se dirigió de forma directa hacia el oficial de policía.

—N-No es verdad, señor oficial. Es sólo que mi amiga no confía en mi novio.

—¿Tiene alguna prueba que demuestre la verdad señorita?, de lo contrario debe llenar un formulario para hacer una investigación.

La albina al escucharlo solamente asintió y giró hacia su amiga, arrebatándole los lentes de sol, el tapa boca, la bufanda y subiendo las mangas del suéter que ella llevaba puesto.

—¡Yuna! – gritó asustada.

—¿Son suficientes pruebas ó quiere que términe de mostrarle?

El oficial al ver cada golpe en las zonas visibles se disculpó con ambas mujeres y tomó el teléfono.

—Le informaré a la patrulla más cercana. Necesito la dirección del hogar que comparte con su novio señorita...

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