Especial

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16:48 PM

La calidez de la tarde envolvió su cuerpo al abrir sus ojos, encontrándose con el pequeño cuerpo de su hija, quien descansaba a su lado, desvió su mirada viendo el otro extremo de la cama, viendo que se encontraba vacío.

Restregó sus ojos y bostezo unos segundos, antes de levantarse con sumo cuidado de no despertar a su pequeña. Buscó sus pantuflas y caminó hacia la cocina de aquella gran cabaña, escuchando a lo largo el viento, su mirada recorrió toda la sala, sin encontrar a quien deseaba, volteó su mirada hacia la habitación, silencio, sin más decidió salir a tomar aire fresco. Al salir pudo sentir como el viento acarició su piel por varios segundos, siendo testigo de un escenario innolvable.

« Asuna... » pensó, soltando un suspiro.

Sintió su corazón latir con desenfreno como aquel día de escuela, cuando la volvió a ver después de muchos años, siendo tan hermosa como la primera vez que la conoció.

Ella se encontraba allí parada, sus brazos extendidos por ambos lados, siendo abrazada por el viento y testigo del gran atardecer que adornaba el anaranjado cielo, siendo el Sol causante de tal espectáculo. La admiró, sintiéndose agradecido con la vida por haberla puesto en su camino y no haberse rendido nunca por estar a su lado; aquella bella castaña volteó su mirada, apartando mechones de su cabello de su apacible rostro, mostrando una inocente sonrisa cuando lo reconoció, el sonrió de lado y se acercó a ella, acercándose lo suficiente para abrazarla.

— ¿Qué haces acá sola?

—  El atardecer está muy lindo, quise presenciarlo más de cerca.

— ¿Sabes? – habló, captando la atención de la fémina, quien se apartó un poco del pelo negro. – Lo más lindo que mis ojos han podido presenciar son tus ojos antes de dormir y tu rostro después de cada despertar.

El rubor en el rostro de la fémina coloreo sus pálidas mejillas, Kazuto con sus dedos pellizco su mejilla derecha,  acariciandola después de unos segundos. Asuna dejó reposar su rostro en las caricias suaves de la mano de Kazuto, cerrando sus ojos levemente. Lentamente Kazuto atrapó los labios de Asuna contra los suyos en su suave y lento beso, sintiendo como sus labios se acariciaban el uno contra el otro, encajando correctamente, como si fueran hechos para el otro. Kazuto llevó su otra mano libre a la otra mejilla de Asuna, provocando así profundizar más el beso. Acercando el cuerpo de la castaña contra el suyo, juntó sus frentes separando sus labios por leves milímetros.

— ¿Hace cuánto no tenemos tiempo a solas? – interrogó el pelinegro. Asuna sintió sus mejillas arder al entender el comentario que soltó su marido con picardía.

— Moo, Kirito-kun. – chillo la castaña, ocultándose bajo el hueco entre el cuello y hombro del contrario. – No podemos dejar sola a Yui-chan y mucho menos hacer eso acá con ella allá dormida.

— Yo nunca dije que sería aquí o ahora. – atajó este con sorna en su hablar. El color de las mejillas de la oji miel se intensificó con demasía. – ¿A caso tú pensabas..?

— ¡¿Por qué no vamos a dentro, Kirito?!

En un parpadeo la fémina se encontraba dando largos pasos hacia su hermosa cabaña, hecha un tomate completamente. Las risas de Kazuto no se hicieron esperar, caminando rápidamente para alcanzar a su pequeña tomatito.

(...)

21:03 PM:

Las frías brisas de la noche acariciaban las silenciosas calles de aquel pequeño pueblo pesquero. El invierno se aproximaba y los vientos se llevarían consigo las hermosas tardes de verano.

Hilo rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora