|Libro #1 de la Saga Time|
Kyla Jones recién graduada en derecho e hija de un importante fiscal, comienza a trabajar cómo asesora fiscal para el equipo de fútbol americano de San Francisco, dónde conocerá a los chicos que le cambiarán la vida.
Una...
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Kyla
Bailo con Thomas delante de mí, intentando mantener la distancia con su cuerpo. Una cosa es querer devolverle los celos y otra faltarle al respeto. Si yo lo viera bailar pegado a otra chica sentiría ese pinchazo en el pecho. No quería que él sintiera ese sentimiento.
Miro de reojo como Nate nos observa desde el reservado, sin ningún tipo de disimulo.
—Necesito un descanso, voy a salir a tomar el aire —grito por encima de la música, avisando a Thomas.
—¿Te acompaño?
—No. Gracias,
Empezaba a sentirme incómoda por su presencia, parece notarlo, ya que asiente para después girarse y seguir bailando.
Me sentía idiota.
No debí haber aceptado bailar con él para poner celoso a Nate. Me sentía inmadura. Creí que me sentiría mejor devolviéndole el gesto, pero era diferente. No lo había hecho a propósito, había sido su amiga.
Eres una idiota, Kyla.
Para mi suerte, la zona vip de la discoteca está dotada de terraza. Nada más cruzar la puerta, el aire fresco de la noche me azota, dándome un poco de paz.
—Definitivamente, eres idiota.
Me giro, con la mano en el pecho, observando a un Hunter con cara de pocos amigos.
—¿Perdona?
—Idiota y sorda —rueda los ojos.
Pasa por delante de mí, dirigiéndose a la barandilla donde se apoya y se enciende un cigarro.
—Gracias, de verdad. Eres muy amable ¿Pero me puedes decir el porqué de tus insultos tan gratuitos?
—Lo de bailar con tu amigo ese, para poner celoso a Nate.
—¿Ahora no puedo bailar con mi amigo? —me hago la desentendida.
¿Cómo podía haberse dado cuenta?
—Sí, puedes. Pero no intentes engañarme, le dabas miradas de reojo a Nate. Y se notaba a kilómetros lo incómoda que estabas.
—¿Y que si es así?
—Pues que eres idiota —repite una vez más con tono acusatorio.
—¿Podrías, por favor, dejar de insultarme? Gracias.
—No, no puedo —se gira hacia mí, encarándome. El humo va directamente hacia mi cara—. No puedo porque mi mejor amigo está ahí, dentro de mal humor, por tu culpa.
—Tu mejor amigo —remarco la palabra con gracia—. Me dejó tirada el día de nuestra cita sabes.
—Claro que lo sé. Le dije que no lo hiciera, pero el muy idiota no me hizo caso —casi puedo jurar que he oído un gruñido—. ¿Por qué no dejáis de hacer el idiota y estáis juntos de una puta vez?
