Lunes, maldito lunes

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Kyla

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Kyla

Puede decir orgullosa que he superado con creces mi primera semana.

Reconozco que me siento importante, tengo una plantilla que me llaman jefa. A mí, que no tengo organizado ni el cajón de los calcetines, para flipar.

De momento los chicos no me han ocasionado ningún problema, por lo que no he tenido exceso de trabajo. Solo he tenido que ponerme a día con los informes y aprenderme el nombre de cada jugador y un poco de su historial.

Hoy inicio mi segunda semana.

Espero que mi día sea calmado y seguir con mi racha de no problemas. Además, es lunes, el día más perezoso y odioso de la semana. Por lo que no me gustaría empezar con mal pie.

Definitivamente, voy a necesitar un café.

—Buenos días a todos —saludo al personal que ya se encuentra en la oficina.

—Buenos días, señorita Jones —Ivy tenía un café en su mano derecha.

Una semana y ya adoro a esta chica.

—Ivy, llámame Kyla, por favor —suplico—. Me siento una señora mayor con tantas formalidades.

—Lo siento —dice con nerviosismo.

—Ivy, relájate que no muerdo.

Suelta una pequeña risa.

—Tienes los papeles encima de la mesa, creo que Hall ha tenido un problemita esta noche —avisa—. Voy a buscar más café —sale de mi despacho rápidamente.

—¿Eso significa que tengo trabajo, verdad? —no recibo respuesta.

Hasta aquí mi lunes calmado.

Nada más abrir la carpeta, una foto comprometida y pixelada me ataca. Maldigo profundamente al jugador número dieciséis por arruinar de tal manera mi lunes tranquilo.

Lo voy a matar.

Me levanto con rapidez y voy directa al edificio de entrenamiento, a esta hora están haciendo fisco por lo que sé que estará en el gimnasio.

Le voy a tirar una pesa a la cabeza.

Entró sin ni siquiera saludar, causando las miradas de burla y desconcierto de los chicos. Observo al número dieciséis en el banco, así que voy directamente hacia él, ignorando las miradas del entrenador. Presiono mis manos encima de la barra que levanta encima de su pecho, poniendo todo el peso que puedo, reteniendo la barra muy cerca de él. Que se joda, él me ha estropeado el lunes.

—Te quiero en mi despacho, ahora —hago el último empujón a la barra antes de levantarme. Vacila un poco antes de dejar la barra en su sitio.

—¿Qué pasa, te has dado cuenta de que soy un bombón? —dice con una sonrisa de oreja a oreja.

TIMEOUTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora