Paz

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Kyla

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Kyla.

Tenía la cabeza como un tambor.

Llevaba en la oficina desde las cinco de la mañana para intentar recopilar pruebas, junto a Thomas. Repasamos una y otra vez la denuncia, buscando irregularidades, pero no había nada y tampoco teníamos ninguna base para poder empezar.

Habíamos conseguido una acuerdo con los abogados de la denunciante, y no detendrían a Hunter en arresto domiciliario. Lo cual nos otorga una gran ventaja.

Igualmente no podía acercarse a ella a menos de cincuenta metros, cosa que impedía prácticamente que estuvieran en el mismo edificio a la vez. Solo se podía incumplir la orden para realizar el juicio o con una autorización especial del juez.

—Algo tiene que haber.

Frustrada, lanzó la carpeta encima de la mesa.

—Kyla, no voy a meterme en tu vida —traducción: se va a meter—. Pero estás demasiado implicada personalmente con este caso. No es buena idea que sigas con esto.

—En algo tienes razón Thomas, no te metas en mi vida —siento un pinchazo en el pecho, como si me costase respirar—. Ahora vengo, necesito un respiro.

Por mi bien y el suyo, salgo del despacho.

Mis pies caminan inconscientemente hacia las gradas del campo de entrenamiento. Con un gran suspiro me siento y cierro mis ojos, esperando a que la opresión en el pecho disminuya.

Noviembre ya estaba aquí. Las   navidades estaban a la vuelta de la esquina y por ende la final de la Super Bowl. Tan solo tres meses y medio para la final, solo catorce partidos.

Y aún no sabíamos si Hunter podría seguir jugando.

—¿Todo bien?

Abro los ojos, encuentro una melena rubia.

Savana.

—Todo bien —intento sonreír, pero me sale una mueca.

No la odio, pero me genera desconfianza.

Y celos.

—Eres Kyla ¿verdad?

—Esa soy yo —sonríe ante la confirmación.

—¿Te importa si me siento?

Si.

—No, para nada.

Se coloca a mi lado, dejando una asiento de distancia. Observó cómo los chicos comienzan a salir al campo.

—¿Nate y tú se conocen desde hace muchos años? —rompo el hielo, después de unos minutos de silencio.

Esa pregunta hace que sus ojos se iluminen como dos farolillos. ¿Para qué preguntas, estupida?

—Si, nos conocimos en la universidad, íbamos juntos en el programa de deportes.

TIMEOUTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora