Capítulo 40: Amores y Desamores.

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Debo decir que era agradable tener a alguien más que me hiciera compañía en el apartamento y que rompiera un poco el inmerso silencio de estas paredes

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Debo decir que era agradable tener a alguien más que me hiciera compañía en el apartamento y que rompiera un poco el inmerso silencio de estas paredes. Estaba tan acostumbrada a vivir en soledad que casi olvidaba lo disfrutable que era preparar el desayuno para otra persona.

—Bien, este es el último —solté al aire, al mismo tiempo que vertía sobre el sartén el resto de masa para panqueques.

Dejé reposar la mezcla en el fuego, hasta que pasado tres minutos estuvo lista. La retiré del sartén con una espátula y la añadí a la otra pila de panqueques que ya nos estaban esperando en la mesa del comedor. En un envase hondo, coloqué alguna fresas y pequeños trozos de piña que me parecieron un gran acompañante para el desayuno. Le di los toques finales a la comida y contemplé gustosa el resultado.

Miré el reloj de la cocina que marcaba las nueve y doce de la mañana. Desde hace más o menos veinte minutos atrás, había percibido algo de actividad proveniente de la habitación de Flare, por lo que tenía la sospecha de que esta ya se hallaba despierta. No quería que se sintiera apurada, así que mientras esperaba a que saliera de su habitación, aproveché el tiempo para prepararme un té y regar las plantas de la sala. Dudé si encender el televisor, ya que no quería romper la agradable atmosfera con noticias poco atractivas, por lo que al final no lo hice. Llené la regadera de agua y apenas terminé de rociar la primera maceta, escuché una puerta abrirse y unos pasos torpes acercándose. No levanté la vista de inmediato, más si llegué a oír un pronunciado bostezo.

—No sé qué sea, pero algo huele delicioso... —comentó ella estirando las palabras y yo sentí que tenía un déjà vu de la noche pasada.

—Espero que te gusten los... —mis palabras se cortaron, cuando al alzar la cabeza para saludarla, me di cuenta que Flare se encontraba desnuda.

Solo llevaba puesta la parte de abajo de su ropa interior y su cabello rojo desordenado le caía por el frente, tapándole escasamente los pechos. Flare caminaba con los ojos entre cerrados y bostezaba cada cinco segundos, por lo que no llegó a darse cuenta de mi expresión de sorpresa. Su figura llegó hasta la cocina y ocupó una silla del comedor de la cual casi se cae. Se estrujó la cara con las manos para despertarse por completo y fue cuando distinguió el tipo de comida sobre la mesa.

—Que sabroso se ve todo —soltó a la par que contemplaba la montaña de panqueques. Una mirada de nostalgia se asomó en sus ojos—. Gracias, Mia, no tenía un desayuno como este desde que partí de casa.

Oír eso de su parte me causó ternura y al verla observar con tanta ilusión la comida me hizo entender que no se había percatado de que le faltaba su ropaje. Fui hacia el cuarto de lavado y tomé una de las batas de baño recién lavadas. Volví a la cocina y descubrí que Flare ya se hallaba degustando parte del desayuno. Se paralizó en cuanto me vio, aunque segundos después se echó a reír.

—Lo siento... —masculló llevándose una mano a la boca.

—No, tranquila —le dije, al mismo tiempo que le colocaba la bata de baño sobre los hombros—. No sabía si tendrías hambre, luego de haber comido tan tarde anoche.

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