Capítulo 9: Contrato.

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Al escuchar mis palabras, Gideon Tinsel se giró para mirarme

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Al escuchar mis palabras, Gideon Tinsel se giró para mirarme. Me sorprendió no verlo animado, ya que había conseguido su objetivo. Sus ojos eran fríos, vacíos, sin muestra alguna de empatía por mis palabras.

Ahora veía que en realidad no le agradaba la idea de tenerme en su gremio.

—Así que ya tomaste tu decisión —me dijo en tono cansado.

—No es como que tenga muchas opciones —respondí—. Por el momento... seguiré la voluntad de Maxwell,

—Bien, hagamos esto cuanto antes... —continuó diciendo—. Tendré que arreglar unas cosas en el gremio antes de hacerlo oficial, por ello, espérame tres días. Te dará suficiente tiempo para que puedas enfriar la cabeza.

Tres días, ¿eh?

—De acuerdo —respondí sin queja alguna.

—Hasta entonces mantén un perfil bajo y no se te ocurra causar problemas, sabré si lo haces.

Le creí. Ya no quería poner en duda sus palabras. Era un hombre del que debía cuidarme.

—Tienes mi palabra —le dije—. Sin embargo, a mi velocidad me tomará más de tres días llegar a Vistabran.

—Ah, sí. No hay problema con eso —dijo. Metió su mano en el bolsillo y sacó otra , aunque esta era de color blanco y mucho más pequeña que la primera. Me la arrojó delicadamente—. Rómpela cuando se haya vuelto oscura por completo, lo que será más o menos el tiempo acordado. Te llevará directo a Vistabran y no tendrás que preocuparte de que alguien pueda verte.

—Ya veo, es una esfera de transporte. Bien, me facilitará las cosas.

—Si no tienes más preguntas, me marcho —soltó Gideon, acomodándose el cuello de la chaqueta.

Me contempló una última vez y por la expresión de su rostro pensé que tal vez quería decirme algo más, pero no fue así. Al final salió por la puerta y esta se cerró a sus espaldas. Quedamos solos en un profundo silencio que se alzó en la habitación.

¿De verdad iba a permitir que me uniera a Soul Leaf? No importaba cuántas vueltas le diera a la cabeza, me parecía imposible de creer. Maxwell... ¿de verdad tienes ese tipo de influencia?

—Realmente no sé qué estará pensando el Maestro —repentinamente habló el cantinero mientras limpiaba dos copas—. Yo no soy nadie para cuestionar sus decisiones, pero... sé que no está haciendo esto por gusto. Aún si se tratara de un favor hacia un amigo, él no dejaría que alguien como tú se atreviera a llevar nuestra marca.

Me giré para verlo y noté que me observaba con intensidad; en sus ojos claramente resplandecía el descontento.

—En eso estamos de acuerdo —le dije sin intención de hablar del tema.

Tomé la esfera amarilla de la mesa y la guardé con cuidado en el bolsillo de la chaqueta. Me acomodé la ropa y después, sin más, caminé hacia a la puerta dispuesto a salir del lugar. En cuanto mi mano tocó la empuñadura, el hombre me dirigió la palabra una última vez:

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