Capítulo 3: Esencia Blanca.

162 32 76
                                    

El joven mago me seguía mirando con ojos furiosos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El joven mago me seguía mirando con ojos furiosos. Tal parece que no le agradó la forma en la que había jugado con su compañero. Tenía un aire diferente. No podía sentir su presencia y por eso mismo el fuego en mi interior me advirtió en que no me confiara.

—Vaya que eres un maldito —soltó con voz seria, creando una especie de nube helada a sus espaldas—. Sabíamos que su gremio tenía cuentas que rendir con nosotros, aunque jamás creímos que caerían tan bajo como para involucrar a gente inocente —con cada palabra que escupía, su tormenta parecía hacerse más grande—. Ustedes... no tienen una sola gota de honor entre sus venas.

—¿Acaso crees que con honor se ganan las batallas? —respondí—. Eres muy inocente si piensas que tu enemigo no utilizará cualquier medio a su disposición para hacerles daño.

—¡Una guerra entre magos debería ser solo entre ellos, las personas corrientes nada tienen que ver en esto! —gritó con rabia.

—Sí, sí lo tienen. Se les conoce como daño colateral.

Vi en sus ojos un destello de ira y supe que nuestra conversación había terminado. Estiró su mano y con una orden silenciosa, mandó hacia mí la enorme oleada gélida que había creado. Su nube fría se abalanzó sobre mi cuerpo, sin embargo, no ocasionaba daño ya que se iba evaporando al hacer contacto con mi cuerpo.

Que idiota, eso no funcionará contra mí.

De pronto la visión que tenía frente a mis ojos empezó a nublarse. La nube de viento helado comenzó a rodearme y logró hacerse tan densa hasta el punto en que me fue imposible tener una imagen clara de mi alrededor. La figura del mago desapareció entre la tormenta, y pasados unos minutos, de entre la ventisca salió un objeto puntiagudo que se aproximó con velocidad hacia mí. Lo frené con las manos ardiendo y aunque no podía sentir el frío; noté que se trataba de algo parecido a un carámbano de hielo. No duró mucho, pues se rompió en mil pedazos a causa de mis llamas.

—¿Qué clase de patético intento de magia de hielo es esta? —pregunté a la tormenta.

—¿Magia de hielo? —habló y sentí un tono nervioso en su voz—. Me halaga que así lo pienses.

De entre la tormenta su figura apareció por detrás. Llevaba una especie de tridente blanco en las manos, el cual no dudó en dirigir a mi cabeza. Esquivé el filo y otras dos estocadas más. En su siguiente intento bloqueé con un escudo de fuego y, para mi sorpresa, el filo de su arma no se evaporó por el breve contacto con mis llamas. Lancé una llamarada hacia su cuerpo, la cual desvió haciendo soplar una fuerte ventisca. Aproveché la oportunidad, e impulsándome con el fuego logré acercarme. Encendí mis puños y él se defendió bloqueando con su arma. El primer impacto rebotó, y en cuanto pude poner una mano en la empuñadura del tridente, logré romperlo en dos. El mago me miró sorprendido por mi velocidad, pero no lo dejé alejarse: mi fuego lo envolvió cortándole cualquier ruta de escape. Acercándome a él, lo sostuve por el cuello.

Soul LeafDonde viven las historias. Descúbrelo ahora